COLUMNAS DE OPINIÓN: La cultura del mínimo esfuerzo
COLUMNAS DE OPINIÓN: La cultura del mínimo esfuerzo tnass César Cifuentes presidente regional PRI Hay Hay una peligrosa enfermedad que avanza en silencio, más dañina que cualquier pandemia y más difícil de erradicar que la corrupción: corrupción: la cultura del mínimo esfuerzo. Se ha instalado en nuestra sociedad una idea tan seductora como tóxica: que todo debe ser fácil, inmediato, garantizado, sin mérito ni sacrificio. Y lo más preocupante es que esta mentalidad no solo se ha filtrado entre entre ciertos sectores de la ciudadanía, sino que ha alcanzado también a las más altas esferas del poder político. Hoy en Chile pareciera que esforzarse está pasado de moda. Que aspirar a la excelencia es sinónimo de elitismo. Que dar más del mínimo necesario es ser ingenuo. ingenuo.
Desde las salas de clases, donde el aprendizaje va siendo reemplazado por el cumplimiento básico de estándares, hasta las políticas públicas, donde muchas veces veces se busca más evitar el conflicto que formar ciudadanos responsables y preparados, preparados, el mensaje que se transmite es uno solo: “No te preocupes, alguien más lo resolverá resolverá por ti”. No se trata de negar la necesidad de políticas políticas inclusivas ni de minimizar el valor de un Estado que proteja a los más vulnerables. vulnerables.
Se trata de reconocer que cuando bajamos los estándares para no incomodar, incomodar, cuando se premia el solo hecho de participar sin considerar el resultado ni el esfuerzo, no estamos promoviendo la equidad, sino abriendo la puerta a la mediocridad. mediocridad.
Y esa puerta, una vez abierta, es difícil de cerrar. ¿Y qué ocurre cuando esta forma de pensar se instala en quienes gobiernan? Lo que vemos hoy: un gobierno sin rumbo, rumbo, más preocupado de la estética que de la gestión. Un Presidente que parece sentirse sentirse más cómodo en redes sociales que en el ejercicio real del liderazgo, rodeado de ministros que justifican sus errores en lugar de corregirlos. Un gobierno que se dice transformador, pero que no es capaz ni siquiera de administrar lo existente con eficiencia. El mérito ha sido reemplazado por el activismo, la preparación por el activismo, la trayectoria por la militancia. Se elige a quienes dicen lo políticamente correcto, no a quienes han demostrado capacidad. Y eso tiene consecuencias directas sobre la vida de todos los chilenos: hospitales colapsados, colapsados, inseguridad creciente, inflación descontrolada y una educación que retrocede retrocede a pasos agigantados. La cultura del mínimo esfuerzo no solo nos empobrece materialmente, sino también también moral y espiritualmente. Nos hace creer que los derechos existen sin deberes, deberes, que el progreso llegará por decreto, y que basta con exigir para obtener. Nos aleja aleja del trabajo bien hecho, del orgullo por superarnos, del respeto por quienes hacen las cosas con excelencia. Y aquí es donde debemos ser claros: ningún ningún país ha salido adelante sin esfuerzo. Ninguna sociedad ha prosperado premiando premiando la flojera ni castigando el mérito. Los países que admiramos son aquellos donde estudiar, trabajar duro, innovar y asumir responsabilidades son parte del ADN nacional. nacional. Chile fue así alguna vez. No perfecto, pero al menos con una brújula moral clara: clara: si te esfuerzas, puedes salir adelante. Esa promesa está en riesgo. Hoy más que nunca necesitamos reivindicar reivindicar el valor del esfuerzo, del sacrificio, del mérito. No para excluir, sino para inspirar. inspirar. No para dividir, sino para levantar estándares. Porque un país que deja de exigir deja también de avanzar. Y si no recuperamos esa cultura, pronto descubriremos descubriremos que la verdadera exclusióll no era económica, sino cultural: habremos excluido la posibilidad misma de soñar con un futuro mejor. Y es que gobernar también es educar. Las señales que envía el poder tienen un impacto profundo en la sociedad.
Y si desde el gobierno se normaliza la mediocridad, si se relativiza la responsabilidad, si se instala la lógica de que todo se puede sin esfuerzo, esfuerzo, lo que se debilita no es solo el Estado, sino el alma misma del país. Tenemos que volver a ser un Chile que se enorgullece del trabajo bien hecho, que premia el mérito, que valora la superación personal. Un Chile donde el esfuerzo vuelva a ser símbolo de dignidad y no de ingenuidad. ingenuidad. Porque el día que normalicemos la mediocridad como política de Estado, ese día comenzará el verdadero retroceso. La cultura del mínimo esfuerzo.