Columnas de Opinión: EE.UU., democracia y encrucijada
Columnas de Opinión: EE.UU., democracia y encrucijada COLUMNA DE OPINIÓNPor gran parte del siglo XX hubo una relativa polaridad izquierda-derecha entre demócratas y republicanos. Se trata solo de un matiz; cualquiera que lo compare con la política europea o, peor, con nuestro pequeño país, está más perdido que elteniente Bello. El sistema bipartidista en EE.UU. no funcionaba de manera compacta, como dos regimientos que entablan batalla.
Un presidente podía gobernar perfectamente con mayorías contrarias, a veces bastante amplias, en el Congreso; las coaliciones se formaban para la legislación de acuerdo con intereses regionales o más gremiales, intereses compartidos por sectores de esas agrupaciones. Ambos partidos mantenían un ala másconservadora y otra más liberal, una derecha y una izquierda en términos muy relativos, para reiterar, si lo comparamos con nosotros.
En cambio, en proceso gradual de unos 60 años, acelerado en el siglo XXI, sin desaparecer del todo los rasgos mencionados, se desarrolló una radicalización político-cultural que afectó de manera muy decisiva en un futuro quizás fatal la relación de los partidos entre sí, con el Gobierno y con una multitud de demandas surgidas de grupos de interésmaterial o ideal. No se trató solo de un tema de clase política, que caracteriza en estos días a otras democracias, sino de profundas raíces culturales y populares. La composición social del electorado de ambos partidos tuvo un cambio dramático, en esto no muy diferente a la del mundo europeo. Los sectores cultos, y en especial los más exquisitos, se atuvieron a una versión de la izquierda que ha llegado a ser rehén de lo woke y de la omnipresente y opresiva política de identidad.
Los sectores de la base de la pirámide social, en especial los que provenían de la antigua industria de chimenea, han devenido más propensos al populismo que se pre-Se aprovechó del desamparo de los innumerables que no se podían identificar con los identitarios, y se las ingenió con audacia sin límites para transformarse en su portavoz. tende conservador. Lo primero se resume en la dictadura de lo políticamente correcto, una obsesión que explica a las brujas de Salem. Lo segundo, en una reacción comprensible aunque altamente nihilista, es lo que personificó el Chávez norteamericano, Donald Trump, lo peor de ese mundo.
Este primitivo pero eficaz rufián de thriller, que carece de todo aprecio por la grandeza de la historia de su nación la ignora con agresividad, disfrazándose de político de principios (¿ cuáles?), se apro-vechó del desamparo de los innumerables que no se podían identificar con los identitarios, y se las ingenió con audacia sin límites para transformarse en su portavoz. Lo más trágico, tiene altas probabilidades de ser elegido nuevamente Presidente de Estados Unidos. Esto, si es que se repite el patrón de las elecciones de 2016 y de 2020; y si las encuestas están acertadas en las cifras que entregan. En efecto, en ambas elecciones las encuestas mostraban que en el voto popular Trump iba atrás. Y así fue. En 2016 Hillary Clinton tuvo 3 millones más de votos que Trump, pero este ganó raspando en el Colegio Electoral por los swing states. En el 2020, Biden ganó por 7 millones de votos; en el Colegio Electoral ganó raspando por ese mismo factor. Ahora las encuestas han sido consistentes en mostrar un resultado estrechísimo, impredecible. Si se repite la votación en esos estados, que el resultadonos pille confesados. Para colmo, Kamala Harris no es un consuelo mayor, apenas un peor es nada, demasiado repetitiva en temas de identidad. Entre otras cosas, da la impresión de que carece de nociones acerca de la política mundial, requisito indispensable en la Casa Blanca, aunque a decir verdad le interese poco a su electorado. En todo caso, frente al matón de barrio, “votaré” por ella como alternativa. Si desea comentar esta columna, hágalo en el blog. COLUMNA DE OPINIÓN Por Joaquín Fermandois