Las guardadoras de semillas de Chiloé
Las guardadoras de semillas de Chiloé Chiloé A siete kilómetros de Quellón, comuna ubicada en el extremo sur de la Isla Grande de Chiloé, se encuentra el huerto de Patricia Aguilar, un lugar que conecta a esta mujer de 54 años con sus ancestros y que lleva décadas en su familia. Desde su infancia, Aguilar ha estado inmersa en las labores del campo, aprendiendo de sus padres y abuelos las técnicas para sembrar, cosechar y guardar semillas. Lleva alrededor de 30 años dedicada a la agricultura y aún recuerda sus inicios: con un huerto pequeño que plantó para alimentar a sus hijos con productos sanos, provenientes de su propia cosecha. A medida que pasaron los años y el huerto crecía, Patricia Aguilar se volcó a esta labor a la que hoy le dedica todo su tiempo. Día por medio, se traslada hasta el terreno donde tiene linaza, trigo, garbanzo además de las semillas de porotos, arvejas, lechuga, perejil y habas.
Su huerto es una amalgama de colores: amarillo, verde, rojo y morado. --En las tardes quedo muy cansada y al otro día siento que no me dan las fuerzas, pero voy a mi huerto y se me olvida todo --dice Aguilar, y explica que para ver los resultados de su cosecha debe esperar meses e incluso años. La tierra siempre la sorprende y Patricia Aguilar cuenta las veces en que se ha encontrado con raíces que crecen o brotan semillas que no fueron sembradas por ella.
Incluso recuerda que, hace poco, al remover la tierra encontró una planta antigua de frambuesas. --La tierra también es un almacenaje natural --sostiene Aguilar, y LETICIA COLOANE QUIDIANTE MARÍA BARRÍA TAVIE PATRICIA AGUILAR COLIVORO REGINA RUIZ RUIZ.
Las guardadoras de semillas de Chiloé ES UNA TRADICIÓN ANCESTRAL D LAS MUJERES: GUARDAR LAS SEMILLAS QUE LUEO BROTAN EN ALIMENTOS Y QUE REVITALIZAN AL CMP®. UNA LABOR DE ESFUERZO QUE PARA SUS PROTAGONISTAS RECIÉN SE VLSIBILIZA Y QUE CONTRIBUYE AL PATRIMONIO ALIMENTARIO Y NATURAL DEL PAÍS. POR ValentinCuello Trigo. agrega que en las condiciones adecuadas, las semillas pueden desarrollarse desarrollarse y permanecer aios en ella. Para Patricia Aguilar, trabajar la tierra no es solo una labor, sino también preservar el conocimiento ancestral que ha sido transmitido de generación en generación. Para ella, ser una guardadora de semillas semillas implica ser una protectora del patrimonio agrícola y cultural de su región. Una responsabilidad que siempre se ha atribuido a las mujeres: La labor de la mujer en cuanto a los huertos y el guardado de semillas ha sido siempre. Por eso tiene un tremendo valor. Son pocos los hombres que hacen esta labor de guardado, porque es un trabajo minucioso, con paciencia y espera. Antes era más rústico. Y por eso la mujer tiene un protagonismo muy importante en la isla de Chiloé. Son ellas quienes heredan y portan la tradición que alimenta a sus familias y vecinos. Es una tremenda labor, porque si nosotras no cultivamos, si nosotras no guardamos las semillas, no se come dice Patricia Aguilar. Aguilar.
No obstante, reconoce que en los últimos años la agricultura se ha visto afectada no solo a causa de las inclemencias del tiempo o las pestes que afectan los campos, sino también porque los agricultores están envejeciendo. Por eso, para Aguilar es importante incentivar esta práctica en los más jóvenes, para valorar el trabajo del campo.
En ese sentido, Patricia Aguilar rescata una de las medidas del banco comunitario, un container que recientemente fue instalado en Quellón y que responde a un proyecto que reconoce la labor de mujeres mujeres como Aguilar; ofreciendo una alternativa de conservación y almacenamiento almacenamiento para las semillas en frascos resguardados en su interior. Las semillas pueden ser heredables. Por ejemplo, si alguien quiere guardarlas y decir que las quiere dejar a su nieta y que en tal fecha puedan ir a buscarla, es posible. Hay semillas que pueden durar mucho tiempo si están bien almacenadas.
Era diciembre de 2023 cuando se dieron a conocer los primeros resultados de un proyecto que reunía a las mujeres que por años se habían dedicado a conservar y mantener una tradición alimentaria a través del guardado, la cosecha y la siembra de semillas.
Una iniciativa iniciativa que agrupó a mujeres de distintos territorios en lo que se denominó denominó la Red de Mujeres Guardadoras de Semillas de Chiloé, a través de la cual se buscó instalar bancos y huertos comunitarios para preservar preservar estos granos.
En los bancos construcciones de madera que funcionan como depósitos para dejar las semillas resguardadas en frascos conserveros conserveros que se encuentran ubicados en Quemchi, Curaco de Vélez, Queilen y Quellón, las agricultoras pueden acudir con sus semillas para resguardarlas.
El proceso es simple: anotar sus datos en un cuaderno de registro, donde además se debe incluir la historia y/u orígenes de estas, las condiciones en las que se encuentran, entre otros antecedentes, para que luego las semillas sean envasadas, etiquetadas etiquetadas y selladas en sus respectivos frascos. De esta forma, se ofrece i. m mecanismo que preserva y potencia la soberanía alimentaria alimentaria de los campos que se saca adelante gracias a la labor de decenas de mujeres que trabajaban la tierra.
Así lo reconoce Andrea García, directora de la Oficina de Estudios y Políticas Agrarias (Odepa), entidad dependiente del Ministerio de Agricultura que estuvo a cargo de la coordinación del proyecto y que fue ejecutado en el territorio por la consultora local SurTerritorio: En el mundo rural, por generaciones, son las mujeres las que han cuidado y mantenido en sus huertas la diversidad de semillas para la producción de alimentos para su familia, y han vendido los excedentes. Asimismo, García remarca que las metas y los resultados fueron acordados por las propias mujeres de las redes territoriales.
Este proyecto generó las condiciones y apoyo necesario para que las mujeres guardadoras de semillas del archipiélago de Chiloé se reunieran, conocieran y fortalecieran las confianzas, lo que les permitió permitió decidir establecer la red de mujeres guardadoras que contribuye a su empoderamiento. María Barría Tavie (58) es una de las semilleras que forma parte de los bancos comunitarios que se han dispuesto en el archipiélago.
La mujer que hoy reside en el sector rural de Contuy, en la comuna de Queilen, ubicada al sudeste de la Isla Grande de Chiloé, cuenta que el guardado de semillas es una labor que su madre le enseñó.
Las guardadoras de semillas de Chiloé desde joven para que pudiera trabajar la tierra y tener su propio alimento. --Me gusta mucho sembrar, trabajar y cosechar una misma semilla de producción --dice ella, y cuenta que la idea del banco comunitario fue una sorpresa. Fue contactada por la consultora de la zona a través de una llamada telefónica. Su hija y su vecina también fueron convocadas. Interesada en la oportunidad, María Barría observó cómo en aquellas primeras reuniones se presentó un grupo amplio de mujeres, pero poco a poco algunas se retiraron. A pesar de esto, Barría continúo. Era algo desconocido para ella pero muy atractivo a sus ojos: la posibilidad de guardar y rescatar semillas de una manera distinta. Desde que se independizó, la mujer de 58 años continuó con la tradición que le inculcó su madre. Sembraba una variedad de legumbres y guardaba las semillas para reutilizarlas en cada temporada. A medida que el tiempo pasaba, Barría aprendió a llevar su huerto en medio de otras actividades como encargarse del hogar y trabajar en unas cabañas del sector. --Mi huerto está cerca de mi casa. Es un lote grande y siembro distintas cosas: betarragas, cilantro, lechuga, papas nativas, muchas arvejas, porotos y zapallo. Y puedo levantarme temprano para regar, que es harto trabajo. Además cuenta con dos invernaderos; uno de ellos está destinado específicamente al cultivo de lechugas, el producto que más vende. No obstante, las semillas que más ha guardado este año son las arvejas, arvejones y habas. Contar con un banco le ofrece tranquilidad respecto de lo que lleva años almacenando, ya que en caso de cualquier pérdida sus semillas están resguardadas. Y en esa línea, existe una consciencia en torno a destinar parte de la producción individual de cada guardadora a estos bancos que han evolucionado esta práctica. --Ahora hay una modernización. Antes las semillas se guardaban en bolsas de género para conservarlas secas, pero ya con el banco usamos frascos y las procesamos. Con este mecanismo comunitario, la guardadora cree que puede aprender nuevas formas de conservar sus semillas, manteniendo una tradición que históricamente las mujeres han realizado. En ese sentido, lo que más valora María Barría es quiénes se encuentran detrás de esta labor. --Lo valioso es que somos las mujeres quienes llevamos esto.
La mujer no solamente se dedica a la siembra o el cultivo de las hortalizas y legumbres, sino que también lleva un rumbo de trabajo, de crianza, de hogar... lo lleva todo. --Trabajar la tierra es lo primero que enseñan cuando somos niños --cuenta Regina Ruiz (47), una mujer de ascendencia mapuche que desde los cinco años aprendió a trabajar en el campo y la importancia de transmitir sus costumbres de generación en generación: --La gente no le da mucha importancia a lo que es guardar la semilla, y muchas se han perdido. Pero para mí es importante llevar este legado para que los más jóvenes tengan semillas auténticas. Ruiz recuerda las antiguas costumbres que aprendió cuando era niña y que estuvieron muy presentes mientras crecía.
Las noches en que se reunía con su familia alrededor de un fogón y conversaban sobre cómo se trabajaba en el campo y la siembra que antes consideraba la quinoa o la linaza, pero que con el paso del tiempo fue perdiéndose entre otros cultivos. Algo que Ruiz intenta rescatar en su huerto sumando hortalizas y plantas medicinales, resguardando las semillas en la tierra. El huerto en el que trabaja está cerca de su casa, emplazado en un sector rodeado de bosques, con mucha vegetación y cursos de agua que le facilita el trabajo de la tierra. Se encarga de plantar lechugas, zanahorias, tomates, lentejas, arvejas, papas nativas; incluso la cebolla chilota, cuyas semillas le fueron legadas por su abuela.
Allí prepara los cultivos que luego vende en la feria que se ubica a diez kilómetros de su casa, de puerta a puerta o que le encargan sus vecinos. --Las mujeres siempre han estado en ese ciclo de cosechar y sembrar, sin embargo, es una labor que no se había visibilizado porque nunca tuvimos espacios para hablar sobre la importancia de este trabajo y lo que realmente significa ser una guardadora de semillas. Es vida. Es alimento. Regina Ruiz cree que, como mujeres, tienen que seguir educándose y agrega que tienen una responsabilidad junto a la comunidad de mostrar el trabajo que realizan.
Esto impulsó a Regina a recibir a un grupo de niños de una escuela de verano del sector en su huerto, recorrer las hileras de las hortalizas plantadas mientras respondía las preguntas de los más pequeños que mostraron interés en el trabajo que se realiza en el campo. --Si queremos mantener esta tradición, va a depender mucho de la educación que le demos a los más jóvenes. --Toda mi vida he trabajado en la huerta --dice Leticia Coloane (64). Hace cuarenta años, la mujer que creció en la isla de Chiloé y que actualmente vive en el sector de Pido, en la comuna de Quemchi --ubicada en la zona noroeste de Chiloé--, aprendió a trabajar la tierra gracias a las enseñanzas de su familia e instaló su primer huerto con algunas semillas obsequiadas por su padre; el mismo que le LAS GUARDADORAS DE SEMILLAS CONSERVAN LOS GRANOS PARA REUTILIZARLOS EN FUTURAS COSECHAS.. Las guardadoras de semillas de Chiloé enseñó el oficio de guardar. --Él siempre decía que no todo se tenía que vender o comer, sino que uno siempre tenía que guardar sus semillas, porque de lo contrario no tendríamos qué sembrar al año siguiente --cuenta la guardadora que aún conserva los granos que le regaló su padre cuando se casó: un puñado de semillas de porotos pallares en todas sus variantes: negras, blancas y de colores.
Cada año siembra algunas de esas semillas, perpetuando su historia, mientras agrega otros cultivos como cilantro, lechuga, repollo, y especialmente el ajo chilote, una semilla de tono amarillento que luego se transforma en una planta de hojas largas y anchas con bulbos entre ocho a diez centímetros.
Todas han sobrevivido al paso del tiempo, las inclemencias del clima y los problemas hídricos mientras esta agricultora resguarda su historia: --Tenemos nuestras propias semillas y creo que nadie ha visto eso, que por años en Chiloé, nosotras hemos guardado las semillas.
Hoy, Coloane cuenta que tiene un huerto y un invernadero donde cultiva sus propias semillas, pero no solo se trata del almacenaje, dice ella, sino también de lo que se puede rescatar a través de esta práctica.
Acostumbrada a utilizar una parte de la cosecha y de las semillas para la venta, Leticia Coloane está acostumbrada a transportar sus productos en un carrito con el que se instala en la feria donde atiende a distintas personas que se acercan a comprar.
Desde hace un tiempo, se encuentra sembrando unas semillas de arveja sin hila; al principio solo lo hacía para su propio consumo, sin embargo, en ocasiones, la ubica junto al ajo, la lechuga y otras arvejas que llenan su carrito.
Cuando se acercan a ella, dice Coloane, algunos la miran con sorpresa al ver estas arvejas que --como su nombre indica-se caracterizan por no llevar un hilo, permitiendo que se pueda comer toda la vaina. --De repente me dicen "señora, yo pensaba que esa arveja ya no existía" --recuerda, y agrega que eso es lo maravilloso de su trabajo: mantener vivas las semillas. No obstante, para Leticia Coloane, el valor de la semilla va más allá de su función como materia prima para la vida. También es un símbolo de autonomía y resiliencia de las comunidades rurales, que permite preservar la biodiversidad y garantizar la seguridad alimentaria de las comunidades. --El valor de la semilla es incalculable. Nosotras las mujeres somos las que le ponemos el valor a las semillas con nuestras manos. En Chiloé somos un ejemplo para el resto. Veo que los campos se están deteriorando, que la tierra no está produciendo, pero aquí nosotras mantenemos el campo vivo. n.