EDISON
EDISON EDISON Basta con escribir tu nombre para recordar aquel tiempo en que compartimos compartimos días y días tanto en la dinámica de ir y venir de la casa al colegio donde donde el largo trayecto, casi tres kilómetros de caminata, no era obstáculo para que lo pasáramos bien y la conversación mezclada entre risas y trivialidades juveniles llegábamos sin cansancio alguno a repartimos en la sala de clases, desgranados en dos cursos el B de niñas y el A de varones. Década del 60, glorioso Instituto Politécnico de Linares. Así era la cosa en esos tiempos, mucho respeto y cariño entre compañeros que a veces se transformaba en incipientes idilios perennes o persistentes.
Así surgió el romance de Edison e Isabel, me sentí afortunada a la confidencia confidencia de mi amigo que sentía “mariposillas en el estómago cuando se acercaba a mi amiga”, y así fui una especie de celestina porque al correr de los días comenzaron a pololear. Al tiempo, terminado los estudios contrajeron contrajeron nupcias, y residieron en Santiago.
Es corta la historia porque de ahí en adelante los encuentros diarios se fueron desvaneciendo por la distancia, las preocupaciones fueron otras, la crianza de los hijos, su educación y miles de detalles que nos toma un tanto egoístas y nos preocupamos solamente de nuestro entomo familiar y eso me pesa mucho hasta hoy, porque no participé participé de los aniversarios del colegio a los que religiosamente asistían Edison e Isabel. Es corta la historia pero larguísimo el recuerdo. Porque si sumara los días plenos de sucesos no bastaria una página para describirlos.
Es lo que enternece enternece mi espíritu y busco en ese lejano tiempo cada episodio, cada anécdota, días tristes, días alegres donde no había celular, ni siquiera teléfono en cada casa, (sólo los tenía la gente pudiente), pero era tan grata la comunicación, los temas nunca se agotaron y era poco el tiempo para intercambiar planes de fin de semana, criticar a los profesores, comentar la útima película, o un libro que nos cautivó, alguna copucha descolgada de la vivencia escolar, etc. Todo compartido con Edo y Tabe, como siempre los llamé. Tenemos un grupo de whatsapp de la promoción 1967. Cada día, nuestro querido compañero y amigo Arturo Sánchez, que reside en Anca, nos saluda e informa del santoral y alegremente nos insta a enfrentar el día como si fuera el primero de nuestra vida.
En esa página nos enteramos de cada acontecer acontecer y penosamente nos ha tocado despedir a miembros como Lutgarda Santibáñez, la pecosita linda, Javier González, el joven ingenioso, Héctor Basoalto, el bombero notario, Daniel Andaluz, el joven de ojos bellos, Amán Alfaro, nuestro guía incondicional, paciente y comprensivo, Teresa Cofré, la madre superiora como le decía nuestro querido Director don Pedro Parra Avello y esta semana los siguió Edison Montes, el inmutable como le apodaban apodaban sus compañeros, porque puede derrumbarse el mundo y él observa paciente y calmado como caen las murallas.
A esta edad se adolece de la triste misión de despedir a los seres queridos que nos anteceden en la partida a esa dimensión que puede ser el Paraíso, el espacio infinito o el Sueño Eterno, un plano que siempre será mejor que acá porque no habrá dolor alguno, ni preocupaciones ni contrariedades; sólo paz y armonía celestial.
Y así, de esta manera como un penoso ritual que se va repitiendo lenta y calmadamente le decimos no”hasta siempre”, sino “hasta pronto” a este ser que deja una gran lección de vida: Edison, un caballero, atento, respetuoso, alegre, entusiasta. Dedicado plenamente plenamente a hacer la vida fácil a los demás. Desgraciadamente el temible cáncer cáncer lo distanció del mundo y tuvo que someterse a complicados tratamientos siempre apoyado por sus hijos con el amor y dedicación de su mujer, hasta el último día. No quiero ni pensar en esa gran congoja de mi querida amiga al ver aquel lugar vacío de ese hogar que fue testigo de la vivencia de dos seres que se amaron tanto. Resulta dificil describir la tristeza que corroe como un cruel ácido, donde la persona queda sin fuerzas para apreciar, con ojos optimistas y esperanzadores, lo que queda de la vida.
Pero el Espíritu Santo mitiga, más temprano que tarde, poco a poco la gran herida de la ausencia ausencia y comienza a llegar la conformidad al aceptar que un ser querido, a pesar que ya no estará más a nuestro lado; sentimos su esencia pues queda para siempre en cada latido de nuestro corazón.
Amigo Edison, compañero de tantas alegrías esparcidas en nuestra adolescencia adolescencia como mágicos pétalos multicolores que caían de alguna parte tomando radiantes nuestra época escolar, desplazando nuestras pequeñas grandes dificultades para solo dejar muchas risas, cuyo eco percibimos hasta hasta hoy y es lo que nos ayuda, a todos los que fuimos tus compañeros y compañeras compañeras a enfrentar los maltratos de la senectud. Sigues en nosotros porque no hay olvido. Tily Vergara.