YO DONE MIS ÓVULOS
Hace más de 30 años que se practica en Chile la ovodonación y se estima que mil niños han nacido en el país gracias a este procedimiento en el que jóvenes donan sus óvulos para que mujeres con problemas de fertilidad logren embarazarse. Pero recientemente el tema ha vuelto a generar debate, luego de que un proyecto de ley firmado por un grupo transversal de parlamentarios planteara prohibirlo. Aquí cuatro universitarias chilenas explican qué las movilizó a donar sus células reproductivas y someterse a un tratamiento incómodo y cuestionado por algunos. POR ANTONIA DOMEYKO Y JOANNE ACEVEDO —Donar mis óvulos para mí era una manera distinta de ayudar al mundo, de una forma que no lo había hecho antes.
De poder contribuir con mi granito de arena —dice Elisa Urra, estudiante de Derecho, de 22 años. —Yo estudio Odontología y esto me ayudaba a pagar los materiales o costearme las cosas que yo quería durante el año, para no tener que depender de mis papás —dice Yanisa Romero de 25 años. —En mi familia hay cáncer de útero, sé que me lo sacaré en el futuro y quiero aprovechar que soy joven para poder ayudar a otra persona a tener hijos —dice Carmen Espinoza, estudiante de Diseño de 22 años. “La noche anterior a la extracción te sientes literalmente como una gallina que está llena de huevos. Ni siquiera me podía apretar el pantalón. Sentía algo en mi guata que me pesaba”. —Estaba estudiando, pero sabía que no quería ser madre. La donación de óvulos la veía como una forma de ayudar —dice Francisca Ruiz, educadora de párvulos de 26 años. La ovodonación es un tratamiento de fertilidad que se viene haciendo en Chile hace más de 30 años. Sin embargo, en los últimos diez, ha aumentado de manera exponencial la cantidad de procedimientos. Según los registros de la Red Latinoamericana de Reproducción asistida, en 2011 se reportaron 166 ovodonaciones en Chile, mientras que en su último recuento, en 2021, fueron 1.094.
Este tratamiento consiste en la donación de óvulos de una mujer joven (veinteañera) y sana a otra mujer cuya reserva ovárica no es suficiente o no está en buen estado para que pueda lograr ser madre.
Ricardo Pommer, director de Unidad Medicina Reproductiva de la Clínica Meds, explica que en general las pacientes que recurren a la ovodonación llevan varios años lidiando con la infertilidad. —Es un grupo de mujeres y familias que sufren porque tienen una causa de infertilidad que no podemos revertir, en la cual no tienen obviamente sus óvulos propios para reproducirse. Nadie llega a esto por gusto. Nadie quiere renunciar asu propia genética —explica Pommer. Según la Sociedad Chilena de Medicina Reproductiva (Socmer), la ovodonación representa entre un 12 y un 15% de los tratamientos en total. Y, un 60% de los casos tiene un resultado positivo. —Se estima que han nacido más de mil niños con esta técnica en Chile —dice Aníbal Scarella, presidente de la Socmer. Actualmente se discute en el Congreso un proyecto de ley que busca prohibir el vientre subrogado y también la ovodonación. El proyecto fue firmado por un grupo transversal de parlamentarios, desde el Partido Republicano hasta el Frente Amplio. El debate ético sobre este procedimiento se ha dado de manera internacional en países como España, y también en Chile. Desde el pasado 13 de enero, el proyecto se encuentra en primer trámite constitucional, lo que reactivó el debate. En cartas al director de este diario escribieron especialistas en contra de su prohibición, indicando que sería un retroceso en la políticas públicas para acceder alos tratamientos de reproducción asistida en nuestro país. Mientras que las cartas a favor del proyecto y cuestionando el procedimiento hablaban de un mercantilismo y comercialización del cuerpo femenino por sobre su dignidad.
Se publicó también una carta firmada por algunos de los diputados mocionantes del proyecto ley —Juan Irarrázaval, del Partido Republicano; Consuelo Veloso, del Frente Amplio; Héctor Barría, de la DC, y Ximena Ossandón, de RN— en la que se expone que “el proyecto de ley busca prohibir la ovodonación como insumo para la industria de tráfico de vientres y para ello es que le pone límites en lo referido a su promoción e iniciativa, no dándole posibilidad de disponer de los óvulos ni de las mujeres donantes”. DN Elisa Urra supo de la posibilidad de donar sus óvulos por redes sociales. Vio una publicación al respecto, la pinchó y luego con el algoritmo comenzaron a aparecerle más y más publicaciones similares. Se puso a leer, a revisar testimonios de donantes y de receptoras y empezó a considerarlo como un camino para ayudar a los demás.
Desde pequeña, participaba en voluntariados para ayudar en las emergencias, también había tenido un rol de liderazgo como presidenta de su curso y antes de salir del colegio había participado en un voluntariado ayudando a mujeres de casas de acogida.
Sin embargo, desde que entró a estudiar Derecho, no le alcanzaba el tiempo, ya que además tenía un trabajo paralelo en una empresa de acreditación electrónica. —Entonces, cuando vi lo de la ovodonación, pensé que quizás esto era algo que no iba a tener mucha dificultad, no me iba a quitar mucho tiempo, pero podía hacer una diferencia en el mundo y ayudar a alguien que no puede concebir —dice Elisa. Además, personalmente, explica Elisa, sentía que era una manera de contribuir respecto de su propia historia. —Entre comillas soy media adoptada. No me crié con mi papá biológico y mi mamá biológica me tuvo como a los 15 años y era drogadicta y alcohólica. El primer año de vida lo pasé hospitalizada, el segundo lo viví en la calle y después llegué a la casa de mi abuelo materno, quien me crió con su señora. Entonces, para mí donar óvulos es una forma tan cercana como de aportar mi granito de arena desde mi historia —relata. Por internet Elisa completó un formulario, bastante extenso, en el que le preguntaba de todo: desde sus antecedentes de salud familiares, incluidos los abuelos, hasta cuáles eran sus gustos. Se demoró más de dos horas en completarlo y lo envió. Había leído que eran muchos los requisitos para ser seleccionada, por lo que no tenía demasiadas esperanzas de ser elegida. Sin embargo, tres meses después la llamaron. El formulario inicial es solo el primero de muchos requisitos para poder donar óvulos. La doctora Karina Sequeira, especialista en Fertilidad de SG Fertility, dice que en la clínica al mes reciben en promedio 200 postulantes, pero solo un 2 a 3% termina el proceso. Explica la especialista que una vez que reciben el formulario, las llaman para que respondan uno más exhaustivo. Luego deben pasar por un examen físico con un genetista y realizarse exámenes de sangre.
Se les hace también un examen genético que se envía a Estados Unidos, descartan enfermedades de transmisión sexual, además de entrevista psicológica y por supuesto, una ecografía para ver su reserva ovárica. —Lo que más te saca del proceso es tu historia familiar; si no conoces quién fue tu abuelo, no la puedo hacer donar, hay muchas personas que no saben o alo mejor les da flojera estar averiguando esas cosas. También a veces no tienen suficiente reserva ovárica, a ellas tampoco las puedo hacer donar. Hay muchas cosas por las cuales van saliendo del proceso. Cualquier síndrome de la familia o el Alzheimer te deja fuera, la fibrosis quística te deja fuera, o alguna posibilidad de una hiperplasia superficial, o cualquier enfermedad que pueda transmitirse —explica la doctora Sequeira. Al cabo de cuatro meses, Elisa completó todo el proceso. Cuando supo que había sido seleccionada, comenzó con la estimulación hormonal, de 2024.
La indicación era que debía pincharse diariamente durante siete días. —Te dan unos lapicitos que se inyectan en la guata y la primera inyección tú la tienes que grabar y enviársela a ellos como prueba de que lo hiciste. Es como la punta de un portaminas y ni se siente. Obviamente la primera vez estaba nerviosa porque tenía que hacerlo bien. Ellos igual te explican todo y hay un canal que es como 24 horas para preguntar —cuenta. De 200 postulantes solo el 3% aproximadamente es seleccionado para donar. Deben someterse a un proceso exhaustivo para ello. A Francisca Ruiz le dieron a elegir entre hacer una donación abierta o una cerrada. Ella escogió una abierta, lo que quiere decir que si el niño que nazca producto de esa donación quisiera contactarla cuando sea mayor de edad, podría hacerlo. “Desde el punto de vista biológico, las pacientes podrían donar el número de veces que quisieran. Pasa harto que donan dos veces aquí, después dos veces en otro centro.
La idea es tener un registro, para evitar que hagan una especie de “tour de donación”. 666 ¿ Usted entiende que lo que está donando es solo material biológico y no son hijos suyos?””, me decía el psicólogo. Para mí era obvio.
Uno después no puede llegar y decir hijo es mío, lo vengo a reclamar”. los días en que se inyectó, explica Elisa, tuvo algunos síntomas similares alos premenstruales, un poco de cansancio y molestias en la espalda baja.
El día antes de la aspiración de los óvulos le pusieron la última dosis, la más alta de hormonas. —La noche anterior a la extracción te sientes literalmente como una gallina que está llena de huevos. Ni siquiera me podía apretar el pantalón, tenía que ponerme un chaleco grande para taparme el cierre y el botón del pantalón. Sentía algo en mi guata que me pesaba. Además ellos te dicen que cuando empiezas este proceso no puedes mantener relaciones sexuales, ni hacer actividades físicas, ni nada que involucre mucho esfuerzo. Yo más encima tenía examen en la escuela ese día. Me acuerdo que fui y caminaba lento. Me fue bien igual, era una sensación física nomás, no tenía como malestar —recuerda Elisa. Al día siguiente se presentó cerca de las ocho de la mañana en la clínica para la aspiración de ovarios. Reconoce que estaba nerviosa porque nunca antes la habían operado ni le habían puesto anestesia general. Recuerda que le pusieron la máscara para la anestesia y al poco rato despertó. Al medio día ya la habían dado de alta. Llegó a su casa y se recostó en su pieza. Sus familiares no sabían lo que ella había hecho.
Más tarde llegó una amiga y la acompañó. —Para mí misma, como en mi interior, sentí así una sensación de confort, como estar dándole un abrazo a alguien y haber hecho algo que hará la diferencia de alguien más. LD Las donantes reciben un pago por el procedimiento de entre 800 y 900 mil pesos. El tema de la remuneración es uno de los focos del debate.
En una de las cartas enviadas a este diario se indicó: “Este debate debe centrarse en prohibir prácticas que comercializan el cuerpo femenino y priorizar la dignidad de mujeres y niños por sobre intereses económicos”. La misiva fue firmada por Javiera Bellolio, Simona Cánepa y María Sara Rodríguez.
Una voz activa en esta discusión ha sido Sofía Salas, docente investigadora de bioética de la Universidad del Desarrollo, quien dice: —En el contexto de la ovodonación se entrega una compensación a las donantes que incluye las molestias, la necesidad de estar fuera del trabajo, ir al centro de medicina reproductiva, pincharse con cierta periodicidad y luego el procedimiento invasivo que también implica el reposo. Y obviamente debe cubrirse todos los gastos médicos necesarios. Yanisa Romero se enteró del pago cuando ya estaba investigando sobre la opción de donar sus óvulos.
Era 2021, ella tenía 21 años y una amiga le había contado que había intentado donar óvulos, pero la habían descartado porque no tenía suficiente reserva ovárica. —Una amiga que acababa de ser mamá igual me motivó a donar óvulos. Quería ayudar a las parejas, tanto heterosexuales como homosexuales, a tener su hijo —dice Yanisa. Postuló y al día siguiente la contactaron, pasó por todo el proceso y quedó seleccionada. Al terminar recibió el pago de 800 mil pesos. Si bien al principio su motivación fue querer ayudar, la retribución económica le sirvió para pagar sus materiales del semestre que son costosos, ya que estudia Odontología. Por lo mismo, agrega, volvió a donar cinco veces más.
La doctora María Inés Luco, especialista en medicina reproductiva de Clínica Cer, explica que en cada procedimiento se extraen aproximadamente 15 ovocitos por paciente y que en general las chicas donan dos veces. —La verdad es que desde el punto de vista biológico las pacientes podrían donar el número de veces que quisieran. Pasa harto que las donantes donan dos veces aquí, después dos veces en otro centro y lo mismo pasa con los donantes masculinos. La idea es tener un registro, para evitar que las pacientes hagan como una especie de “tour de donación”, pero hasta el momento esa información no conversa entre los distintos centros, no está conectada.
La doctora Karina Sequeira, especialista en Fertilidad de SGFertility, afirma que sería positivo contar con un registro nacional de donantes. —En Estados Unidos, llegó a pasar que se encontraron dos niños que eran de la misma donación en el mismo salón de clases. Tampoco diría que está mal, pero puede ser complicado —explica Sequeria. Yanisa Romero intentó donar una sexta vez, pero el tratamiento hormonal no logró estimular la cantidad de ovocitos necesaria y decidió dejar de intentarlo.
Cuenta que en esos tres años en los que donó óvulos, sus amigas le preguntaban cómo era el proceso, pero en general les daba miedo hacerlo o tenían aprensiones —Yo he visto en TikTok niñas contando su experiencia de la donación y en los comentarios hay mucha desinformación. La gente dice que pueden quedar infértiles y no es así —dice Yanisa y agrega que como estudiante del área de la salud comprende bien el proceso biológico que hay detrás. Carmen Espinoza, estudiante de diseño, cuenta que cuando ella decidió donar sus óvulos, se encontró también con muchos estigmas al respecto.
En su caso, su principal motivación para querer donar óvulos fue el hecho que desde niña tenía claro que no quería ser madre, además que durante su adolescencia se enteró de que, debido a antecedentes familiares, tenía altas posibilidades de ser diagnosticada con cáncer al útero en el futuro, por lo que antes de someterse a una cirugía y sacárselo, dice, decidió aprovechar su juventud ayudando a otras mujeres a concebir la maternidad. —¿ Por qué la gente asume que si eres mujer quieres ser mamá?— pregunta Carmen retóricamente. Cuando tenía 19 años, a fines de 2021, decidió donar óvulos.
Cuenta que emocionalmente no sintió muchos cambios; sin embargo, físicamente tuvo síntomas que no esperaba. —Con los pinchazos, me di cuenta de cambios físicos, andaba hinchada, cómo va creciendo el óvulo, se va haciendo presión, entonces parecía como que me estaba haciendo pipi todo el día. Esa fue información que no me dieron, me di cuenta sola en el proceso. Eso sí fue un poquito más chocante, porque no tenía esa información de antemano, pero se entendía —explica. recuerda haberle comentado a su círculo cercano sobre el procedimiento que había decidido realizar.
En la mayoría de ellos, recibió apoyo, no obstante, este proceso también estuvo marcado por fuertes estigmas hacia la donación de óvulos. —Lo más repetido era “¿ Por qué lo haces si eres tan chica?”. También lo típico es “Lo hiciste por la plata”, y yo explicaba que al revés, yo no quise preguntar cuánto me iban a pagar en todo el proceso —dice Carmen, quien no descarta volver a donar. LD El boca a boca suele ser un medio muy común por el que las jóvenes se enteran del proceso de donación de óvulos. En el caso de Francisca Ruiz, educadora de párvulos, fue a través de una amiga de su tía.
Francisca relata que como solo había tenido relaciones con mujeres, nunca había tomado anticonceptivos ni hormonas. —También había decidido no tener hijos, por lo que quería ayudar a mujeres infértiles a cumplir su sueño de ser madres. De la primera vez que donó, Francisca recuerda especialmente las extensas charlas psicológicas. —“¿ Usted entiende que lo que está donando es solo material biológico y no son hijos suyos?”, me decía el psicólogo. Para mí era obvio, pero me imagino que lo preguntan porque hay personas que no entienden, no lo ven de esa manera.
Uno después no puede llegar y decir “Ese hijo es mío, lo vengo a reclamar”. Ellos evitan elegir a esas personas —cuenta Francisca. según la psicologa especializada en materias de reproducción asistida Soledad Cartagena, es crucial comprender el rol de donante sin confusiones. —Hacen un aporte importante, pero deben entender que su aporte es una célula reproductiva que, efectivamente, tiene el potencial de eventualmente ser un ser vivo, pero que en sus manos no lo tuvo —indica la psicóloga. Desde sus 22 a 23 años, Francisca realizó tres donaciones. Sin embargo, hoy cuenta que no volvería a realizar el procedimiento en el futuro. —En cada clínica, sé que hay un límite de siete donaciones. Cuando hice el procedimiento de donación por cuarta vez, el ginecólogo me hizo usar anticonceptivos. Eso me generó una trombosis —relata Francisca. El doctor Aníbal Scarella, presidente y E E j de la Socmer, señala que la donación de óvulos es un procedimiento seguro. —La complicación más temida, antiguamente, era la hiperestimulación ovárica. Hoy día tenemos tratamientos farmacológicos que son bien llevados por los pacientes y por los médicos, este riesgo es menos de una en 10 mil. Casi no se reporta.
Y después están las complicaciones propias del tratamiento en sí, que cuando va a pabellón la paciente, podría darse el caso de que se lesione un vaso sanguíneo o alguna víscera interna que genere alguna necesidad de hacer alguna intervención.
No obstante, eso es súper inhabitual —explica Scarella y luego agrega: —Depende de la selección de la donante, pero en general en Chile las pacientes son de entre 20 y 25 años, no fuman, no beben, no tienen enfermedades crónicas, no están usando anticonceptivos. En esos casos, el riesgo de trombosis también es bajísimo, es de uno en 10 mil.
Elisa Urra, la estudiante de Derecho, recuerda los encuentros con las psicólogas en el proceso de selección, donde hablaron de lo que significa para ella ese óvulo que estaba donando. —Yo igual quería sentir que no era solo una célula la que estaba donando, sino que esa célula se iba a convertir en un bebé en algún momento, y que había una historia detrás y quería que esa historia sí la supieran. Yo acepté que pudieran acceder a mis fotos, a mi información, pero no pudieran contactarme en el futuro. O sea, en el fondo iban a poder saber o conocer de mí, que era como lo bonito que yo encontraba.
En la clínica donde Elisa donó sus óvulos se le ofrece a las ovorreceptoras un catálogo con los perfiles de las donantes, en el que se pueden ver desde fotos de ella cuando pequeña, el color de ojos, los resultados de los exámenes hasta los antecedentes familiares, a lo que ella se dedica o cuál película es su favorita, entre muchas otras cosas. En Chile, actualmente no existe ningún ley o normativa que regule la ovodonación. El presidente de Scomer, Aníbal Scarella, explica que los centros nacionales se guían por los estándares internacionales y que como sociedad crearon un decálogo de buenas prácticas de ovodonación. Ricardo Pommer, director de la Unidad Medicina Reproductiva de la Clínica Meds, dice que finalmente cada centro tiene su propia línea editorial. —Nosotros no tenemos muchos congelados y que puedas descongelar. El 99% son donaciones en fresco. O sea, la persona a que le hacemos el tratamiento es porque vamos a ocupar los óvulos. Un donante es solo para una receptora, no se comparten —explica Pommer. En el centro donde Francisca Ruiz donó le dieron la opción de hacer una donación abierta o cerrada.
Y ella escogió una abierta, esto quiere decir que si el niño que nazca producto de esa donación quisiera contactarla cuando sea mayor de edad, podría hacerlo a través del centro donde se hizo el procedimiento. —Yo puse que sí, por una cosa de que es un derecho humano saber de dónde vienes. S