“Nos estamos ahogando en un vaso con agua”
Kathya Araujo: Rozas propósito del quinto aniversario del estallido social, la psicóloga Kathya Araujo —una de las analistas más importantes de los procesos sociales chilenos del último tiempo— sostiene que las movilizaciones de 2019 fueron impulsadas por el agobio de una sociedad que, aunque había mejorado en términos materiales, percibía esos avances como el producto de promesas incumplidas y padecimientos excesivOS.
La doctora en Estudios Americanos afirma que, después del 18-0 y el fracaso de los procesos constituyentes, los ciudadanos han dejado de identificarse con la clase política institucional, participando en la vida pública sin lealtades ideológicas, votando a diferentes candidatos sin comprometerse con ninguna adhesión.
Para la académica del Instituto de Estudios Avanzados de la Universidad de Santiago, la relación actual de las personas con el poder se ha complejizado y piensa que el desapego de la población es una forma de participación que rechaza los parámetros tradicionales y busca nuevas formas de vinculación, como la búsqueda de líderes cercanos y empáticos, “Y la culpa es que el debate público está atrapado en una costra política que está produciendo formas discursivas polarizadas, que detienen el avance en los temas que afectan a la ciudadanía”, dice la académica de la U. De Santiago. Pero, a la vez, eficaces. “El desapego no quiere decir anomia” —Has comentado que el malestar de la gente se convirtió en rabia, lo cual impulsó las protestas de 2019.
Cinco años después, ¿cómo describirías elánimo de los ciudadanos? —El estallido social en Chile no es solamente una reacción emocional ni una lista de demandas incumplidas, sino el resultado de muchos procesos sociales de transformación que no han encontrado un cauce político para generar soluciones colectivas.
Hay varias cuestiones que yo había detectado antes del estallido como procesos sociales de cambio: uno, una mezcla de reconocimiento de la mejora delas condiciones materiales de la vida de las personas, pero con un altísimo agobio y el sentimiento de que esos avances se han logrado a costa de sacrificios y abusos. Y lo segundo, fue que se creó un sentimiento de descontento al chocar con un sistema que prometió derechos y expectativas que no se han cumplido.
Entonces, no solo faltan respuestas concretas a demandas, sino que también espacios de contención y un tejido social que ofrezca apoyo a una vida que sigue siendo dura para muchos. —¿ Cambiaron las demandas que surgieron el 18-07 —¿ Cómo ejerzo el poder? ¿ Cómo ejerzo la autoridad? ¿ Qué es aceptable en mi relación con otro? Todo eso se ha puesto en cuestión porque las fórmulas tradicionales que ordenaban la vida social para relacionarnos, ejercer la autoridad o interactuar con los demás, se han puesto en duda generando conflictos e incertidumbre. Pusimos en cuestión ese modo jerárquico, vertical, impositivo, pero no tenemos formas nuevas que sean estables. Vemos como ciertos tipos de ejercicio de poder son inaceptables, pero igual aparecen como prácticas corrientes para gruposligadosa la política que son los que más se demoran en adaptarse a los cambios. Y, en función de la falta de respuestas colectivas, ha ocurrido un proceso de desapego; primero hacia la sociedad y luego hacia la política. Pero el desapego no quiere decir anomia, sino una búsqueda de nuevas formas de interacción y convivencia. Yo creo que nos equivocamos cuando la gente dice anomia. —¿ En Chile no hubo anomia? Explí came eso. —Yo creo que hay momentos que son excepcionales en l. S sociales. No puedes decretar anomia porque es un fenómeno social que implica un proceso. O FOTOGRAFIA:DRAGOMIR YANKOVIC/ATON' sea, hay momentos que son excepcionales y los tienes que tratar en su excepcionalidad a menos que los quieras dejar como trauma permanente. Una vez que ese momento excepcional pasó, la gente se metió a sus casas con la pandemia. Si esta fuera una sociedad anómica, nadie hubiera hecho caso. Acá nos encerramos, obedecimos, fuimos a vacunarnos. Vimos a una sociedad que fue altamente disciplinada y acató. —¿ Y en qué momento social estamos hoy? —La gente discrecionalmente participa o no en las reglas generales de la sociedad. Entra y sale. Las personas participan en la vida social sin sentirse vinculadas a ella.
Y lo que también aumentó fue que el país se fue politizando cada vez más; y los sectores populares se han politizado en las últimas décadas más que los sectores medios acomodados, pero sin identificación institucional. A la gente le interesa lo que pasa, pero no le interesan los partidos políticos y no se siente representada. Y eso evidencia más una crisis de representación que una falta de interés.
Hay que salir de la tesis de la desafección que dice que la gente no está interesada o que no tiene politicidad; eso es falso. —Se ha dicho que el electorado chileno es transideológico; que transita de una ideología a otra por la contingencia. —En una investigación que realizamos, había personas que se autodenominaban de un perfil específico, ya sea de izquierda o de otra corriente, y contaban historias relacionadas a esas inclinaciones. Pero, cuando les preguntábamos por quién habían votado en las últimas elecciones, sus preferencias no siempre coincidían con sus posturas iniciales. Habían apoyado a candidatos de derecha, luego a alguien de una línea más cercana, y después regresaban a un candidato más de izquierda. Esa fluidez o transitividad ideológica es algo muy importante. Este interés en temas políticos va acompañado de una crítica hacia la política institucional, ya que, aunque están atentos y opinan sobre decisiones y acciones políticas, no se sienten representados por los partidos. Este fenómeno no significa desafección, pero sí refleja una politización que hay que tomar en serio porque sugiere una demanda por nuevas alternativas. Yo creo que una de las cosas más interesantes para mí de estas elecciones fue lo de Matías Toledo.
“Lo de Monsalve fue una crisis mal manejada” —Hablemos de las elecciones municipales. ¿ Qué tipo de autoridad quieren los ciudadanos? ¿ Una más cercana y horizontal, tipo Matías Toledo en Puente Alto o Tomás Vodanovic en Maipú?, ¿0 una rígida y de mano dura tipo Mario Desbordes en Santiago? —Respecto al tipo de autoridad, yo he encontrado que las personas quieren mano dura, pero quieren que esa rigidez sea aplicada hacia el otro; contra el que ameLa derecha cree que una vuelta a la “autoridad autoritaria” garantizará el orden, y la izquierda desatiende el ejercicio de autoridad”. Yo he encontrado que las personas quieren mano dura, pero quieren que esa rigidez sea aplicada hacia el otro. No consigo mismas”. Naza.
No consigo mismas. ¿Qué autoridad espero de un líder? ¡ Depende de para qué! ¿Para qué me gobierne a mí, o para que resuelva un problema de seguridad pública para lo cual necesito una autoridad fuerte y no una débil? Cuando se trata de sus propias vidas, rechazan liderazgos elitistas, jerárquicos, verticalistas, impositivos. Buscan liderazgos que, además de ser efectivos, sean horizontales, cercanos y comprometidos con sus necesidades diarias, como es el caso de (Tomás) Vodanovic. El otro ejemplo de liderazgo es el de Matías Toledo en Puente Alto, que a través de años de trabajo en terreno, le permitió tener un liderazgo horizontal pero efectivo.
En el caso de Mario Desbordes, su discurso es securitario, pero no hay que olvidar que para la época del estallido, él fue alguien que defendió que la derecha debería tener una mirada más social respecto a lo que estaba ocurriendo.
Él viene de una derecha social y fue criticado por la derecha, arrinconado, porque intentó comprender lo que estaba en juego. —En este nuevo escenario, Marcela Cubillos pareciera encarnar el emblema del poder fáctico, anti meritocrático.
Quizás por eso fue castigada en Las Condes. —Cambiaron los criterios con los que medimos lo que es legítimo y aceptable y eso afecta a todas las relaciones sociales; las relaciones de género, las relaciones entre adultos y niños, las relaciones entre vecinos, las interacciones entre distintas clases. Hoy, el discurso intocado del “yo melo gané, es mío” sin mérito resulta inaceptable para una sociedad que cuestiona de poder y la desigualdad.
El caso de Matías Toledo es interesante porque fue capaz de producir una oferta política novedosa, sin muchos recursos, que canalizó esta energía social posestallido, —Según la encuesta Cadem, el Presidente Gabriel Boric es el principal afectado por el caso Monsalve.
En una entrevista dijiste que la figura presidencial carece de la protección que antes daba el cargo. ¿Cómo afecta el caso Monsalve la percepción que tiene la gente del Presidente? —Xo creo que la figura presidencial hoy está más expuesta porque vivimos en una época de visibilidad y transparencia. Sé que todo el mundo ha hablado mal del Presidente por su famosa conferencia y yo creo que políticamente tienen razón. Pero creo que él encontró una manera de humanizar la situación, mostrándose más cercano. Fue un intento fallido, pero creo que no lo va pagar tan alto. El costo va a ser de más arriba, de la política. Es una fórmula de gestión de la autoridad que hace que el Presidente entre en una lógica horizontal. Quizás algunos dirán que se aleja de la tradición republicana, pero pienso que él quiso mostrarse como alguien auténtico. No tengo la impresión de que vaya a ser castigado por la ciudadanía porque la sociedad actual valora la autenticidad. Hoy el radar es cuánto te creo.
Sí eres honesto 0 no. —El caso Monsalve ha revelado cierto desconcierto al interior de La Moneda: hay desorden en las vocerías y comentarios desafortunados como el de la ministra Orellana. ¿Qué impactos puede tener esta situación en la estabilidad institucional? —Fue una crisis mal manejada. El hecho de que el Presidente se equivocara es complicado por el cargo de representación de la república, pero cuando miras como se están formando otros liderazgos, es una forma de salirse de guion. La cosa ritual, no tiene tanto peso como antes. Las formas han cambiado y las demandas han cambiado. La gente quiere que le digan las cosas como son, que seas divertido y un poquito anti establishment. Hay muchos liderazgos así en el mundo de tendencias políticas diferentes. Lo que cambió son las relaciones entre las personas. Enfrentamos problemas, sin duda, estamos paralizados económicamente y no hemos logrado encausar un montón de procesos.
Pero nos estamos ahogando en un vaso con agua y la culpa es que el debate público está atrapado en una costra política que está produciendo formas discursivas de conflicto, polarizadas, violentas, que detienen el avance en los temas que afectan a la ciudadanía. —La explosión de bombas molotov en el Internado Nacional Barros Arana (INBA) reabrió el debate sobre la violencia en las escuelas. ¿Cree que se deben aplicar normas estrictas para reducir la violencia en los colegios o es necesario un enfoque más sistémico? —La autoridad en la educación está en crisis. Pero las escuelas, como todas las instituciones, no están aisladas de los procesos sociales que está viviendo el país y hoy se ha puesto en tensión la gestión dela autoridad. O se intenta restaurar un modelo autoritario o se opta por una democratización de las relaciones. Y los dos extremos son complicados: la derecha cree que una vuelta a la “autoridad autoritaria” garantizará el orden, y la izquierda desatiende el ejercicio de autoridad.
Hay que inventar nuevos modos de ejercicio de la autoridad en las escuelas que consideren principios de autonomía basada en acuerdos sobre lo admisible en la vida cotidiana, La tarea de la escuela es preparar a los alumnos para una vida social con respecto al otro, en la que todos podamos existir y en donde el más fuerte no gane siempre. Además, el trabajo de los profesores es sacrificado, mal pagado y poco valorado. Pero el problema no es solo de sueldo, sino de cómo se crean ambientes de trabajo y se les da a los profesores herramientas para hacer su labor. Hace poco estuve en Arica y una profesora me dijo que después de la pandemia el trabajo se volvió un infierno. Yo lo noto también porque trabajo en terreno, en zonas de pobreza extrema, donde la situación es trágica. Pero también he notado que en otros países, como Perú, aunque la situación es dura, no tienen tantos problemas de convivencia en las escuelas como en Chile.