El esfumado legado de monseñor Ernesto Rivera
El esfumado legado de monseñor Ernesto Rivera Jorge Valderrama Gutiérrez Sólo polvo, olvido e indiferencia El esfumado legado de monseñor Ernesto Rivera Oriundo de Vichuquén, perteneció a la Sociedad de Historia y Geografía de Talca, además de integrar la Junta Directiva de la Universidad de Talca y servir como capellán de Gendarmería de esa urbe.
De sus numerosos trabajos, ¡hoy en día no se conoce ni uno solo! S e sabe que Talca y sus alrededores han poseído en el puzzle de su patrimonio cultural, a emblemáticos personajes que son orgullo y ejemplo para quienes, en la distancia quimérica del tiempo, descubran parte de su fecundo legado.
Basado en esa premisa se inserta el siguiente artículo, que tiene como pretensión develar la señera personalidad y trabajo de un sacerdote, docente e historiador que vivió casi toda su vida en Talca, tejiendo con sus análisis historiográficos una compleja cartografía de batallas, biografías de personajes, reseñas de entidades y sucesos locales, que lo convirtieron en un erudito en historia local, reconocido por académicos y legos, siendo una fuente referencial de variados estudios con los que desinteresadamente colaboró en su época... de los cuales hoy en día ¡ no se conoce ni uno solo! De Vichuquén a Roma Hijo de don Juan de Dios Rivera y doña Clara Luz Reyes, Ernesto Rivera Reyes nació el 5 de abril de 1911 en la añosa Vichuquén, actual Provincia de Curicó (cuna también del destacado ingeniero, escritor y letrado Daniel Barros Grez). Desde muy pequeño su progenitor -quien amaba y poseía muchos libros en su casalo inició en el camino de la lectura, regalándole la "Historia Universal" del connotado investigador Julio César Cantú, cuando apenas era un adolescente.
Desde los dos años de edad su abuela -tomándolo de la manoacostumbraba llevarlo a misa en su natal Vichuquén, lo que el niño Ernesto recordaría con cariño toda su vida y cuya fe lo impulsó a ser un ferviente católico.
Quizás desde entonces nació la idea de ser cura, vocación que aprovechó el sacerdote lugareño Ramón Cabrera, proponiéndolo para que fuese a estudiar al Seminario San Pelayo de Talca, hasta donde llegó para matricularse y cursar el primer año de humanidades en 1932. Allí convivían como internos los seglares y los con sayal (sotana), cuando era rector don Fernando Herrera. Asimismo, don Manuel Larraín Errázuriz costeaba los gastos de los seminaristas que vestían sotana. Lamentablemente, esa obra filantrópica de monseñor Larraín -al parecerhabría sido un fracaso, porque al cursar cuarto año esos beneficiados desertaban y se iban al Seminario Mayor de Santiago.
Pero el joven Ernesto, premunido de su vocación y perseverancia, logró terminar sus estudios y posteriormente -como era ya casi una tradición en aquel plantel talquinose trasladó al Seminario Mayor de Santiago, donde fue ordenado sacerdote el 26 de mayo de 1934.
En 1935 fue becado a Roma -Italia-, donde permaneció cuatro años, fecha en la que el jefe de la Iglesia Católica era el Papa Pío XI, donde finalizó sus estudios, licenciándose en Teología en la Universidad Gregoriana de Roma.
Cantó misa en las catacumbas de San Calixto, siendo nombrado por Su Santidad el Papa "camarero del Santo Padre" (cargo de confianza que le confería autoridad para "supervisar" a sacerdotes y religiosos católicos), que si bien era una ostentación honorífica, reflejaba la confianza de la Iglesia puesta en un buen sacerdote. Regresó a Chile en 1939, a los 27 años de edad. Vicario General de la Diócesis En ese entonces, era obispo de Talca don Carlos Silva Cotapos, quien lo nombró secretario del obispado.
Poco después, con la llegada de don Manuel Larraín Errázuriz como nuevo obispo Desde que se ordenó sacerdote en 1934, hasta su partida en 1989, todo el trayecto de don Ernesto Rivera Reyes fue de entrega a la Iglesia Católica, a su pasión por la lectura y a su inclaudicable amor por la historia.. El esfumado legado de monseñor Ernesto Rivera de la diócesis talquina, Ernesto consideró prudente presentar su renuncia para dejar en libertad de acción al alto prelado, lo que éste no aceptó, confirmándolo en el cargo y corroborando su confianza en él. De esa manera, fue nombrado monseñor, y en 1960 fue investido como Vicario General de la Diócesis de Talca, cargo que ocupó hasta su muerte. Perteneció a la Sociedad de Historia y Geografía de Talca, siendo uno de sus socios fundadores, entidad en la que realizó relevantes estudios sobre hechos e historia de la otrora Villa San Agustín. Además, integró la Junta Directiva de la Universidad de Talca, ejerciendo también como capellán de Gendarmería de Chile.
Con el paso del tiempo ejerció como profesor de filosofía en diferentes establecimientos educacionales talquinos (entre otros, en la década de los 80 fue docente del Liceo B-13, hoy Diego Portales). Se debe resaltar que en su casa de 5 Poniente con 1 y 2 Sur, al interior del Seminario, tenía una gran biblioteca abierta a estudiantes y a toda la comunidad talquina (actualmente allí se emplaza el CFT San Agustín), que al decir de quienes la conocieron, habría sido una de las más ricas y multidisciplinarias bibliotecas privadas de la Región del Maule.
Gestor de un valioso archivo Don Gregorio Mena Fica, ex coordinador de la Villa Cultural Huilquilemu, recordaba a monseñor Rivera con respeto y un poco de autocrítica, al afirmar que "tuve el placer de ser amigo de Ernesto. Fuimos buenos amigos y de él conservo gratos e inolvidables recuerdos y momentos compartidos. Era una persona modesta.
Yo creo que quedé en deuda con monseñor Rivera, pues debí bautizar el salón que cobija la biblioteca con su nombre, ya que gracias a sus desinteresadas gestiones se logró formarla, principalmente con textos del ex Seminario San Pelayo". Igualmente, como antecedente adicional, se menciona que en su juventud realizó una investigación -una de entre tantassobre la Región del Maule, conjuntamente con su colega y amigo René León Echaíz (Curicó 1914Santiago 1976), historiador, abogado e intendente regional oriundo de Curicó. Ese trabajo se concretó en un libro denominado Historia del Corregimiento de Maule, del que se desconocen mayores antecedentes, y uno de cuyos ejemplares podría estar "oculto" en alguna biblioteca. Ese texto, junto a "La vida de Carabineros" (no olvidar que fue capellán de Gendarmería de Chile), son el único legado del que se podría, eventualmente, disponer como corolario de toda una vida.
De lo demás... no quedó ¡ ni una línea! Olvido e incomprensión Durante el diálogo del autor de este artículo con una hermana de monseñor Rivera, en 1996 -y quien representaba a la familia-, ésta hizo mención al "olvido e incomprensión de parte de la ciudad de Talca hacia el trabajo realizado por Ernesto". Dicha indiferencia les llamó mucho la atención, dada la entrega y afecto que en vida le brindó Ernesto Rivera a la Iglesia Católica.
Además, exteriorizaban en ese entonces un dolor no cicatrizado al recordar que "sólo después de cinco días de ocurrido el deceso de Ernesto, el obispado de ese entonces expresó su dolor por la pérdida de un hermano muy querido, e incomprensiblemente todo su trabajo desapareció misteriosamente de su habitación". Y por sobre todo, les extrañó profundamente el que personeros y connotados personajes del quehacer talquino comenzaran a "publicar investigaciones sobre temas históricos a los que hasta entonces jamás habían demostrado el menor interés, ni menos una elaboración previa que reflejara una producción congruente con el dominio de la temática tratada". Así, casi la totalidad del trabajo de monseñor Rivera pudo haber sido "plagiado" por altos personajes de la sociedad regional de aquel entonces (década de los noventa). Ya que, como se mencionó precedentemente, tenía una de las mejores bibliotecas de Talca y de la Séptima Región. Sus hermanas aseguraban que al parecer había sido "saqueada", presuntamente por personas y autoridades que quedaron impunes amparados en el anonimato. "A mi hermano le robaron ediciones completas.
Y él, al prestar con la mejor intención libros muy valiosos, esperaba devoluciones que jamás llegaron". Al respecto, en la "época dorada" de don Ernesto, era citado frecuentemente como fuente bibliográfica en varias obras sobre historia talquina (lo que se puede corroborar). Patrimonio bibliográfico volatizado Según su familia, de la pieza que ocupaba en el obispado fue echado a la calle por prelados de Talca, ya que sufrió de alcoholismo, falleciendo en casa de una de sus hermanas en julio de 1989, a los 78 años de edad.
De aquel investigador notable -al decir de los eruditos de la época-, que habría realizado numerosos trabajos sobre historia local y regional, poseedor de una valiosa biblioteca, y Vicario General de la Diócesis de Talca, no quedó absolutamente nada escrito de su puño y letra, ni trabajos rubricados con su nombre.
Su labor historiográfica, en general, pasó inadvertida para una generación de vecinos talquinos y chilenos que no conocieron ni conocen su nombre, ni el quehacer gigantesco que ejecutó sin aspavientos, porque sus hermanas siempre se preguntaban: ¿ dónde están sus trabajos inéditos?; ¿ quién los habrá publicado, usurpando la propiedad intelectual? ¿ Por qué la Universidad Católica, u otro organismo con el cual monseñor Rivera tuvo vínculos, no ha efectuado una recopilación de su vida y obra?; ¿ por qué no se ha generado una biografía de ese destacado personaje local? Parte de un desafío que también debería haber asumido la Sociedad de Historia y Geografía de Talca, de la cual fue miembro activo, como un gesto de grandeza póstumo ante tantas pequeñeces que el insigne historiador padeció en vida, ya que gran parte de su existencia fue de entrega a la Iglesia Católica, a sus alumnos y colegas educadores, a la pasión por la lectura y a su inclaudicable amor por las raíces ancestrales (la historia). Finalmente, en la retina de muchos de sus ex alumnos del entonces Seminario San Pelayo, así como también de quienes le conocieron, quedó grabada la impronta del cura Rivera, con su caminar cansino y "metido" en las páginas de "El Mercurio" que compraba en el kiosco de la Plaza de Armas (esquina 1 Oriente con 1 Sur) y cuya lectura devoraba en su trayecto al Seminario... sin ningún apuro. Frontis del Seminario San Pelayo de Talca (Revista Seminario San Pelayo 1871-1921.
Imprenta de San Juan, Santiago de Chile, 1922); y primer patio interior de éste, donde se encontraba la oficina del Rector y la capilla (archivo del autor). Quienes le conocieron, recordarían su caminar cansino mientras disfrutaba la lectura de "El Mercurio"..