Autor: V. G.
Estudio atribuye a caída de ingresos de los jóvenes un rol clave EN EL ESTALLIDO
Estudio atribuye a caída de ingresos de los jóvenes un rol clave EN EL ESTALLIDO CON DATOS DE LA ENCUESTA CASEN:car si estos jóvenes habían vivido circunstancias económicas distintas. Detectaron que al analizar diversos datos por generación, era visible un “importante deterioro de los ingresos de los jóvenes en los años previos a octubre de 2019.
Dicho deterioro, repentino y profundo, tiene la fuerza por sí mismo para explicar un fenómeno de la magnitud de la revuelta”. Aquello no ocurre con otros factores, dicen los investigadores, que han sido postulados como posibles causas. Por ejemplo, la caída en las tasas de retorno de la educación superior es gradual y sostenida, así como las tasas de crecimiento también han disminuido a lo largo de décadas. Ninguno de aquellos podría explicar el 18-O, dicen, pero alimentaron el malestar que lo antecedió.
“Usando una metáfora, la hipótesis es que el malestar fue la“El hecho de que a la gente no le fuera tan bien como esperaba, sí tiene un rol en que las personas empiecen a cuestionar la institucionalidad”. CLAUDIO SAPELLI, INVESTIGADOR DE FARO UDD“Hay un grupo muy particular (... ) que se activó políticamente, salió a marchar, pero que no es un buen reflejo de lo que era la sociedad chilena en 2019”. MIGUEL ÁNGEL FERNÁNDEZ, INVESTIGADOR DE FARO UDDpaja seca que se fue acumulando y que fue encendida por la chispa del deterioro de los ingresos de las generaciones más jóvenes”, dice el texto. Con datos de la encuesta Casen desde 1996 a 2022 se estimó cuánto variaba a lo largo de la vida el ingreso promedio para distintas generaciones. Los nacidos entre 1964 y 1982, por ejemplo, veían una mejora promedio anual de 4,2%. Es decir, cada generación era 4,2% más rica que la anterior.
En el caso de los nacidos entre 1982 y 1989, este crecimiento es de 2,7%. La interrupción ocurre en 1989: los nacidos desde ese año, y hasta 1995 (se decidió llegar hasta aquí, por el tiempo que llevan en el mercado laboral) registran en promedio una caída de 5,6%. La investigación subraya que este fenómeno pudo advertirse con los datos que había disponibles antes de 2019. Utilizando resultados de la encuesta Casen hasta 2017, se detecta que para los nacidos entre 1989 y 1992 los ingresos caen 8,6% para cada generación. EXPECTATIVAS INCUMPLIDASLo que ocurre con los ingresos no es igual para todos los jóvenes del segmento analizado. Quienes tienen la educación secundaria completa (o menos) ven una mejora constante en sus ingresos desde la generación nacida en 1960. A partir de 1989 esta tendencia se quiebra y se estanca, pero no hay una caída.
Distinto el caso de quienes tienen educación terciaria (incompleta o completa). La última categoría vive una caída de 14,8%, en contraste al fuerte aumento de ingresos de quienes habían completado esta etapa educacional en generaciones previas. Este grupo es el que experimenta un mayor desajuste entre sus expectativas y la realidad.
El impacto solo es más duro si se considera, como plantea el estudio, que son jóvenes que se criaron en una “cultura meritocrática”, por lo que viven con una alta intensidad la frustración de que “habiendo hecho todo bien, no hayan recibido el premio al que aspiraban y creían merecer”. El hecho de no tener una situación tan buena como la que se esperaba, señala Sapelli, “tiene un rol en que las personas empiecen a cuestionar la institucionalidad. Empiecen a cuestionar cómo funcionan las cosas, porque le empiezan a atribuir responsabilidad al sistema. Ya no se compran, digamos, el discurso meritocrático. Dicen no, acá el sistema no funciona.
Uno empieza a ser crítico del sistema partiendo de esta experiencia personal y subiéndose a las críticas al esquema vigente”. ¿Y por qué se deterioró la posibilidad de acceder a mejores ingresos, para estos jóvenes? Si bien el estudio indica que factores como la caída en el crecimiento del país y el impacto de la inmigración son parte de la explicación, no alcanzarían para justificar la magnitud de la caída.
“Las reformas que hay que hacer son complejas, porque todo esto tiene que ver, creo yo, con cómo se ha ido deteriorando el funciona-DDUORAFDDUORAFA pocos días del estallido, se registró una marcha que reunió a más de un millón de personas en Santiago. ¿Qué factores incidieron en el estallido? ¿ Quiénes salieron a las calles? No eran preguntas fáciles de responder en octubre de 2019 y hoy, tampoco. Cinco años más tarde, estas interrogantes siguen motivando a investigadores a levantar nuevas hipótesis, revisar datos desde distintas perspectivas y reflexionar sobre lo que el país vivió.
En ese ánimo, Faro UDD preparó “Anatomía del octubre chileno: Reflexiones a cinco años”, una compilación de análisis y ensayos que ofrecen una mirada a las causas, narrativas e implicancias en torno a la experiencia chilena a partir de 2019.
“Buscamos entregar una mirada multidisciplinaria sobre los eventos que ocurrieron en el país hace cinco años. ¿Qué ocurrió en Chile? ¿ Qué le pasó a la dirigencia política? ¿ De dónde surgió la narrativa pública dominante? Estas son algunas de las preguntas que las reflexiones y ensayos buscan responder en el libro”, señala Ernesto Silva, director ejecutivo del centro perteneciente a la U. del Desarrollo. Con títulos como “La chispa”, “El furor”, “Las aulas” o “El mito”, el texto recorre diversas etapas y aristas del estallido y los procesos que desencadenó en Chile. Claudio Sapelli, Cristián Larroulet, María José del Solar, Pablo Paniagua, Natalia González, Felipe Schwember y Jacqueline Dussaillant son algunos de los académicos que participan. “El Mercurio” accedió a dos capítulos que analizan aspectos cruciales del 18-O: el descontento que encendió las manifestaciones y el perfil de quiénes participaron más activamente en ellas.
LA CHISPAVeían la situación de sus hermanos mayores u otros familiares de mayor edad y algo no cuadraba: pese a que ellos habían hecho, según el esquema en que habían crecido, “todo bien” acceder a la educación superior, aprobar sus ramos y egresar, los resultados que veían no eran los mismos.
Esta situación es la que, según el capítulo “La chispa”, a cargo de los investigadores Claudio Sapelli y Patricio Órdenes, experimentaron las generaciones más jóvenes en el país, la cual pudo tener un rol clave en el 18-O.
El estudio sostiene que en el contexto de malestar que tenían amplios sectores de la población en 2019 hubo un grupo en que se observaba un mayor protagonismo y descontento: los nacidos a partir de 1989, que para el 18-O tenían entre 25 y 30 años.
Distintos estudios respaldan aquello: un análisis hecho por Cadem en 2019, por ejemplo, detectó que el 57% de los jóvenes reconocía haber participado en marchas ciudadanas o caceroleos, versus un 34% de aquellos entre 35 y 54 años, y el 20% de mayores de 55.
Sapelli y Órdenes se propusieron identifi-miento del mercado del trabajo con múltiples regulaciones, y se ha ido obligando a trabajadores y empresarios a hacer cosas que encarecen el trabajo sin necesariamente beneficiar al trabajador”, sostiene el investigador. El mayor impacto lo sufrirían aquellos con menor capital humano, entre ellos, los jóvenes que poseen menor experiencia laboral.
MARCHAS: ¿ MASIVAS O MAYORITARIAS?Cuando Plaza Italia figuraba rodeada de miles de personas que se congregaban en las calles, ¿era aquello un reflejo del estado de la sociedad? El segundo capítulo del libro, titulado “El furor” y realizado por Miguel Ángel Fernández y María José del Solar, sostiene que no y desafía lo que los autores denominan en el texto como hipótesis de la “universalidad del malestar”. Fernández, investigador y también subdirector académico de Faro UDD, explica que “se instaló en la opinión pública y en la dirigencia política” la idea de que “el país estaba en un estado de malestar absoluto y que eso produjo la efervescencia de la masividad de las manifestaciones”. La pregunta es, añade, si más allá de la masividad de las convocatorias, estas manifestaciones era representativas de la mayoría del país: “La respuesta que encontramos es no.
Hay un grupo muy particular que tiene ciertas características específicas, que se activó políticamente, salió a marchar, pero que no es un buen reflejo de lo que era la sociedad chilena en ese año 2019”. Utilizando datos provenientes del Estudio Longitudinal Social de Chile del COES una encuesta tipo panel, es decir, que sigue a los mismos individuos a lo largo del tiempo los investigadores analizaron el perfil de quienes se han manifestado entre 2016 y 2022.
Primero se dividió a los individuos entre manifestantes y no manifestantes, a partir de sus respuestas a preguntas sobre participación en este tipo de eventos, y luego se perfilaron categorías más específicas, distinguiendo, entre otros, a nuevos manifestantes (que no se habían sumado a acciones similares previamente) o manifestantes habituales (propensos a ser parte de estas actividades). Así, detectaron que la mayoría de los encuestados (79%) queda en la clasificación de “no manifestante” para el 18-O.
El grupo de quienes sí se manifestaron ese año, en tanto, queda conformado por nuevos manifestantes (13%) y quienes usualmente utilizaban formas de protesta y marcha como método de acción política (8%). Entre quienes no habían participado antes de manifestaciones, un grupo no volvió a hacerlo después de 2019. CERCA DE LA IZQUIERDA Y MENOS APEGADOS A IDEAS MERITOCRÁTICASEn los distintos perfiles, se revisaron dimensiones como su identificación política, edad, nivel de satisfacción con su vida y expectativas meritocráticas.
De este modo se observó que quienes se manifestaron en aquel octubre eran en general un grupo “más inclinado a las ideologías cercanas a la izquierda, con menores niveles de adherencia a lo que llamamos expectativas meritocráticas y demográficamente más joven, personas bajo 35 años mayoritariamente, que además tienen niveles de escolaridad superiores al promedio nacional y, en general, un nivel de satisfacción con su vida menor al resto”, dice Fernández. A su juicio, como mostró la encuesta CEP esta semana al arrojar un crecimiento en la percepción negativa del estallido el nivel de adhesión de parte de este grupo no se sostuvo en el tiempo.
“Hay un grupo relevante que participó en 2019 y que tiene una visión muy distinta cinco años después (... ), son críticos de lo ocurrido, ya no se sienten vinculados a ese proceso”, asegura Fernández. nNÓCRALADIVAD. El análisis detectó que, a diferencia de las generaciones anteriores, los nacidos a partir de 1989 y en particular quienes accedieron a la educación superior enfrentaron una realidad que contrasta duramente con sus expectativas. En paralelo, otra investigación sostiene que pese a su masividad, las manifestaciones del 18-O no eran representativas de un sentimiento mayoritario en el país. | V. G. CON DATOS DE LA ENCUESTA CASEN: Miguel Ángel Fernández. Claudio Sapelli.