Autor: ROBERTO CAREAGA €.

Ernesto Rodríguez, maestro de generaciones de intelectuales
"o le gustaba que le dije ran maestro, pero lo fue: un conversador que por décadas reunió a varias generaciones de intelectuales, arquitectos, políticos y artistas para tender puentes en la sociedad.
“En el fondo he sido un marginal”, decía Emesto Rodríguez, un fil sofo que en base a la poesía y la filosofía fue profesor por 50 años de la Facultad de Arquitectura de la UC y durante 35 instauró un espacio de reflexión en el Centro de Estudios Públicos (CEP). Ayer, Rodríguez terminó su viaje: murió a los 9 años. Nacido en 1930, Rodrígue: estudió Leyes pero no ejerció como abogado. Siguiendo su pasión por la literatura se abocó toda su vida a trabajar como docente. “Los ejes en los que se movió fueron la filosofía, la poesía y la ética. No quería ser maestro de nadie, sino un amigo”, cuenta su nieto, el editor Vicente Undurraga, que informa que hoy, a las 13:00 horas, serán sus funerales en la iglesia de El Bosque. Rodríguez padeció en julio una influenza que derivó en su muerte. Hasta antes de la enfermedad, seguía con su ritmo habitual: reuniéndose con amigos, haciendo clases y coordiando el ciclo Crítica y Celebración, en el campus Lo Contador. “Una sociedad que está en enemistad está condenada a desaparecer.
Hay que hacer todo lo posible para que la amistad se establezca desde las diferencias”, dijo en marzo Rodríguez a “El Mercurio”. “Es tna gran pérdida para la Desde el CEP y Arquitectura de la UC, el filósofo propició por décadas un diálogo entre artistas, políticos y economistas. cultura del país, para el diálogo civilizado y democrático. Fue maestro perplejo y desde esa perplejidad era capaz de encontrar valor en personas muy distintas en edades y pensamiento político”, dice Emilio de la Cerda, académico de la UC y amigo de Rodríguez. SAL DE LA TIERRA De una influencia larga y subterránea y siguiendo a Heidegger y Hólderlin, Rodríguez pensaba en la acción del diálogo. Su viaje empezó en 1957, cuando junto al director de orquesta Fernando Rosas crearon en Viña del Mar el colegio Patmos, “fundado en la poesía”, decía él. Luego, Godofredo lommi lo sumó a la Escuela de Arquitectura de la UC en Valparaíso y tras el golpe de Estado llegó a la escuela de la misma casa de estudios en Santiago. “Ernesto veía en el diálogo y la amistad cívica una fuente inagotable de virtud. Para él las diferencias, lejos de suponer conflictos, eran semilla de un fruto mayor que la suma de las partes en disputa”, dice el arquitecto Cristián Undurraga. Y su colega Antonia Lehmann agrega: “Fue lo que se llama la sal de la tierra.
Una persona irrepetible e irreemplazable, Tenía un entusiasmo y una bondad únicos, y nunca impuso sus ideas, nunca colonizó con su intelecto ni pretendió influir en nadie, sino todo lo contrario”. A mediados de los 80, Rodríguez entró al CEP y ahí se volvió un maestro involuntario para una generación de escritores e intelectuales, como Arturo Fontaine, Martín Hopenhayn o Gonzalo Contreras. Fue en ese centro donde surgió Crítica y Celebración, y una vez desvinculado de ahí, siguió adelante con el proyecto en la UC. En los últimos años afinó un libro biográfico titulado “El distraído” Según Undurraga, queda una posible edición sobre lo que Rodríguez escribió: ensayos, artículos y numerosos poemas. iAEA