Trudeau, estrella en ocaso
Trudeau, estrella en ocaso S u peor momento atraviesa el Primer Ministro de Canadá, Justin Trudeau, quien se convirtió en un ícono del "progresismo" global al haber llegado muy joven al cargo --en 2015, antes de cumplir 44 años--, con la promesa de fortalecer a la clase media y anunciando una nueva era para el país.
Con su popularidad hoy en torno al 20 por ciento, después de haber asumido con el 63 por ciento, Trudeau enfrenta presiones de la oposición y de su propio Partido Liberal para renunciar tras la salida del gabinete de la ministra de Finanzas, Chrystia Freeland, por desavenencias "fundamentales" en políticas económicas.
Trudeau es recordado por los chilenos a propósito de la cerveza que compartió con el Presidente Boric cuando este visitó Canadá en 2022, una imagen que entonces se hizo viral y que buscaba proyectarlos como líderes modernos y cercanos. Hoy los mismos millennials que hace una década apostaron por el canadiense lo miran críticamente.
Su estrella se venía apagando ya desde la pandemia, y este año, tres derrotas consecutivas del partido en elecciones parciales, incluida la de un distrito que por 30 años había votado por los liberales, lo dejaron muy debilitado.
Los canadienses han estado reclamando por el alto costo de la vida, con una inflación que recién ahora está cediendo, por la escasez de viviendas, las deficiencias del sistema de salud, la laxa política de inmigración y el aumento de la criminalidad.
La salida de Freeland, y la crisis provocada, es consecuencia directa de las amenazas de Donald Trump de imponer aranceles de 25 por ciento a las importaciones de Canadá y México si esos países no controlan la inmigración ilegal y el contrabando de drogas. La exministra consideraba imprescindible asegurarse de mantener una economía sana y reservas robustas para enfrentar una probable guerra comercial con Estados Unidos.
Pero mientras ella se preocupaba por el alto déficit público, el Primer Ministro decidió implementar medidas populistas como un bono extraordinario para los trabajadores y la eliminación de impuestos para las compras de fin de año, entre ellas el árbol de Navidad.
La estrategia de Trudeau es la de apaciguar a Trump y negociar "como aliado y no como enemigo", tal como lo hizo en su gobierno anterior, cuando se modificó el tratado de libre comercio, proceso que estuvo a cargo de Freeland.
Por eso, el premier viajó a Miami en noviembre para llegar a algún acuerdo con el republicano, al tiempo que su ministro de seguridad pública dio a conocer un plan para reforzar las fronteras que incluirá drones, helicópteros, alta tecnología de rastreo y una fuerza de tareas especial para perseguir el crimen organizado. El plan habría sido conversado con el "zar de inmigración" de Trump.
Este último, sin embargo, no se conforma y humilla a Trudeau llamándolo "gobernador" de Canadá e ironiza diciendo que el vecino país debería ser el "estado número 51" de la Unión, porque así los canadienses estarían mucho mejor. Con el anticipo de represalias para cuando asuma la Presidencia de EE.UU., Trump ha mantenido en alerta tanto a aliados como a rivales. En el caso de Canadá, sus amenazas han energizado a la oposición, que espera ansiosa la caída de Trudeau.
El Partido Conservador --que gobernó casi una década antes de la llegada del PL-encabeza los sondeos y tuvo un nuevo impulso tras la salida de Freeland, que lo dejó más de 20 puntos sobre el oficialismo. El 67 por ciento de encuestados por Abacus creen que el premier debe renunciar, y el 45 tiene intención de votar por los conservadores.
El líder de estos, Pierre Poilievre, es considerado un populista de derecha, incluso cercano a las ideas de Trump; sin embargo, en el tema aranceles, se manifiesta dispuesto a "luchar fuego con fuego", porque si "Trump quiere lo mejor para los trabajadores de EE.UU., yo quiero lo mejor para los trabajadores canadienses". Puede que Trudeau logre mantenerse unos meses más, gracias al receso parlamentario de fin de año. No hay mayoría aún para una moción de no confianza, y los liberales no pueden reemplazarlo como líder sin convocar a una convención especial. Aun así, sus días parecen contados, pues está obligado a llamar a elecciones antes de octubre próximo, y es probable que para esa fecha otro liderazgo ocupe su lugar. Nadie descarta que la propia Freeland sea una competidora tenaz. Ya dijo que seguiría en el Parlamento y que buscaría la reelección. Cuestionado incluso dentro de su propio partido, el premier canadiense vive los peores días de su administración..