Los porfiados…
Los porfiados DÍA A DÍAHabía varios pacientes en la sala deespera. Pacientes y resignados esperá-bamos la llamada de los médicos. Yosostenía en mi mano un sobre con el re-sultado de la resonancia magnética rea-lizada a mi doloridacolumna vertebral. Un joven trauma-tólogo, especialistaen esos males, merecibió con miradaauscultadora. Sesentó frente a sucomputador mien-tras yo le contabaque hace 26 añostuve TBC en la zonalumbar y que desdehace más de un messoporto fuertes do-lores de espalda.
Ante su silencio, le pre-gunté si quería ver la resonancia mag“No es necesario me dijo, la estoyviendo en pantalla”. Luego me miró y meexplicó que en una casa nueva todo fun-ciona bien, las bisagras, las llaves delagua, pero 80 años después se tapanlas cañerías, se oxidan las bisagras. Enmi fuero interno, le agradecí la sutil ma-nera de llamarme viejo. Para mostrarleque, no obstante, mi estado físico no eratan deplorable, le confesé que hacíaejercicios: me pusede pie y me dobléhasta tocar el suelocon mis manos. “¡No! exclamódesde su computa-dor, no lo hagamás, tiene que elimi-nar esos ejercicios”. Me recetó el usode una faja dorso-lumbar que genti-leza hipocráticame mostró en su pan-talla y, además, unvaso de agua con colágeno al día. Ya enla despedida, le pregunté cuándo teníaque volver a verlo. Escueto, el galeno medijo tres palabras decidoras:“Los porfiados... vuelven”. MENTESSANA. DÍA A DÍA