“SIN FILTRO”: TODO ES PERSONAL
“SIN FILTRO”: TODO ES PERSONAL AELOREIVAJOCSICNARFCamila le muestra a Fidel Espinoza su nuevo traje verde limón. Él, por su parte, viste una camisa fucsia. Camila Ramírez es abogada de derechos humanos y defiende a los heridos del estallido. Fidel Espinoza es un clásico senador socialista, aunque se ha hecho últimamente famoso por acusar al exministro Giorgio Jackson de toda suerte de corrupciones. Todos ellos son parte del panel de la izquierda, los que se sientan a ese lado del estudio. Saben que en “Sin Filtro”, el programa de televisión que estamos esperando grabar, no tienen mucha oportunidad de “ganar”. Porque lo que ahí va a suceder tiene ganadores y perdedores. El programa del que estamos haciendo antesala se llama “Sin Filtro”. Es hace ya 4 años una sensación en YouTube, donde se transmite de lunes a viernes. Nació para informar del proceso constituyente, pero se convirtió en algo más, algo difícil de explicar que tiene que ver con el nuevo tono que la política: su forma de comunicar ha enganchado al público. Algo que sería demasiado fácil llamar “extrema derecha”, porque la mayor parte de los panelistas estables del programa son exconcertacionistas y no pocos son también de extrema izquierda.
Algo que más bien tiene que ver con la música de alarma perpetua, de espera impaciente, o con la letra “S” de su símbolo, que perpetuamente se apaga y prende en pantalla fingiendo un cortacircuito también permanente. “No vayas, te van a hacer papilla” fue el consejo más común que recibí de ese programa que todos ven, aunque pocos admiten que lo hacen. Solo la derecha queda bien, los de izquierda son elegidos entre los más estrambóticos e inconversables ejemplares de la especie para ser humillados en vivo.
Poco antes de que me invitaran a participar, mi amigo más antiguo, el periodista Juan Cristóbal Guarello, fue en vivo a contestar unas imputaciones sobre su abuelo que había lanzado Gabriel Alemparte, uno de los panelistas más estables del programa. Juan Cristóbal abandonó su asiento y armado de una carpeta le ordenó a Alemparte que le repitiera en su cara los dichos que dijo en cámara. Después, aburrido de la prédica antifeminista del argentino Emanuel Dannan, se retiró casi indignado.
Es lo que me prometí no hacer cuando, no siguiendo ninguno de los consejos que me dieron amigos y amigas (y novia), me senté en la sala de maquillaje de la calle Praga, lugar donde tantas veces grabé cuando en la televisión aún existían programas y pilotos. Esa fue justamente la primera impresión, de que esto era de nuevo la tele.
Los camarógrafos, los sonidos aburridos esperando las estrellas, las maquilladoras tratando de disimular lo mejor posible mi rosácea; Pacita, la productora, tratando de hacer encajar la hora de llegar de los panelistas; Gonzalo Feito con su envidiablemente po-“De pronto, justo antes de que los contrincantes llegaran a los insultos personales, el programa se acabó y con él las luces.
Para mi sorpresa solo relativa, los panelistas de la derecha y la izquierda empezaron a intercambiar chistes, chismes y en el caso mío y de Alemparte, árboles genealógicos”. blado pelo gris, siempre amable y sonriente en el traje que le queda perfecto. Esa sensación de “déjà vu” era mutua. Era para todos o casi todos un recuerdo más o menos feliz de la tele de antes. “Plan Zeta” y “Gato x liebre”, sin ser del todo profesor, que yo recuerde, de casi nadie en el staff fui llamado instintivamente profesor. Profesor sí fui de Iván Poduje en un taller de lectura que dictaba junto con Matías Rivas, lo que también me granjeó de su parte un trato con deferencia. Un trato que no tuvo, por cierto, hacia nadie del panel de izquierda. Tampoco dio, a no ser por la excepción notable de Gabriel Alemparte, ninguna señal de complicidad visible con los que estaban a su derecha. Porque se sienta en el extremo izquierdo del panel de derecha; es decir, lo más cerca que puede del conductor central. Iván Poduje es claramente el centro del programa, al menos de los dos que fui. Al primero de los dos programas, llegó tarde. “La tienes pillada” lanzó inmediatamente Feito como una suerte de saludo.
“La pillada” era la alcaldesa Macarena Ripamonti contra la que Poduje compite, siendo “Sin Filtro”, lugar donde muestra in extenso su programa y denuncia los errores y horrores de su adversaria, parte central de su campaña, en la que participan por acción u omisión todo el panel y con más entusiasmo que nadie el propio animador.
Mapas, infogramas, videos, el candidato Poduje tiene largos minutos para hablar de las problemáticas viñamarinas, de tal manera que hay largos segmentos en que uno pareciera estar sentado en un programa del canal de la Universidad Católica de Valparaíso, cuando todavía se preocupaba de la Quinta Región. Nadie se atreve a negar los datos que con asombrosa seguridad expone el exprofesor y urbanista Poduje. Algunas de sus afirmaciones las complementa a veces Gabriel Alemparte.
Mara Sedeni, desde su implacable rubiedad, trató de indignarse porque el “mes de la patria” se había pasado a llamar el “mes de la memoria y la democracia”, pero en medio de las grabaciones de Hermosilla y la caída en desgracia de la ministra de la Corte Suprema, Ángela Vivanco, su impaciencia no tuvo mucho lugar. El exdiputado UDI Giovanni Calderón, sabiamente, decidió tomar palco, seguro que no conocía a nadie de las grabaciones. Yo hice más o menos lo mismo. Dije lo mínimo que se podía decir sin quedarme totalmente callado, esperando que las dos horas que dura el programa terminaran. Camila solo intervenía para impedir que lo hiciera Mara. Mara hacia lo mismo con Camila. Fidel anotaba unas frases sueltas en un bloc de notas del Senado y solo intervino para defender la memoria del expresidente Sebastián Piñera que apenas nadie ofendió. Todo transcurría con cierta calma, como si esto fuese realmente un programa de debate político.
Pero de pronto, para mi sorpresa, Iván Poduje dejó de tolerar una interrupción de Juan Pablo Sanhueza, el presidente del Partido Popular (sentado a la extrema izquierda de mi mesa), y le enrostró ser parte de los imputados en el caso Karina Oliva. Repentinamente la naturaleza secreta, o no tan secreta, de “Sin Filtro”, la raíz de su éxito y de su falta de prestigio se me apareció en toda su amplitud. Una ministra de la corte más importante del país era investigada por los suyos que le lanzaban desde ya sus mayores reproches. Se la indagaba porque había fallado antes del juicio a favor del cliente de uno de los más reputados penalistas del país.
Abogado que al parecer alegaba sus casos en cualquier“El gordo progre, “Wake” me llamoAlemparte, “octubrista”, elitista que no conoce ni de vista a la “señora Juanita” y no ha caminado nunca por algunos cerros de Viña y algunos campos de Ercilla.”.parte menos en las cortes.
Todo eso inmenso, impensable, sucedía en el país esta misma semana, pero en el estudio, Poduje acusaba a Sanhueza de ser un sinvergüenza, y Sanhueza a Poduje de ser también sujeto de investigación por unas asesorías. Lo que sucedía entonces en ese estudio parecía salvajemente personal, tan personal que lograban que los grandes temas de la actualidad nacional parecieran de pronto irrelevantes.
“Es que tú eres un impresentable”, “Y tú, ¿con qué cara hablas?”, la indignación iba subiendo y subiendo mientras los que carecíamos de carpetas investigativas y mails secretos o no, quienes de manera inimputable solo queríamos hablar de Vivanco y Hermosilla, pasábamos a segundo plano. Todo esto dirigido genialmente por Gonzalo Feito, que, moviendo las cejas y las mejillas, sonriendo o preocupándose, iba guiando a quienes pudieran perderse en el laberinto de los datos en una pantomima perfecta.
La pelea que subió de grado varias veces la orquestaba perfectamente Feito, pidiéndoles a los del switch que le apagaran o prendieran el micrófono, poniendo cara de asombro ante las afirmaciones más infamantes, hasta interrumpió la pelea solo para mostrar cómo en ese mismo momento “Tolerancia cero”, la competencia, solo conseguía el diez por ciento de los seguidores que iban como moscas llenando de comentarios el YouTube del programa. De pronto, justo antes de que los contrincantes llegaran a los insultos personales, el programa se acabó y con él las luces. Para mi sorpresa solo relativa, los panelistas de la derecha y la izquierda empezaron a intercambiar chistes, chismes y en el caso mío y de Alemparte, árboles genealógicos. A la salida del estudio, el ambiente de camaradería siguió. Solo Poduje evitó saludar a Sanhueza.
Los fanáticos en Twitter del programa, casi en su mayoría amantes de la bandera nacional, el himno y el general, me confundían alegremente con el Doctor Simi, pero mayoritariamente, el odio era moderado como había sido moderada, y tranquila, mi participación en el programa. La impresión falsa de no haber perdido del todo en la contienda me obligó a cometer el error irreparable de volver a tentar mi suerte. Los indignadosMi segunda vez empezó tarde. O más bien llegué tarde yo, llevado por un transporte exclusivo del programa.
Apenas maquillado, me senté sin conocer a mis compañeros de la izquierda, reconociendo al extremo derecho del panel contrario a la otra estrella histórica del programa: el candidato a gobernador y eterno estudiante de Derecho Francisco Orrego, que todos llaman Pancho Orrego.
Serio casi siempre, a pesar de sus camisa floreada, la barba de candado y su propensión a llamar “amigo” del modo en que solo lo hacen los zorrones, anotaba frases, ideas, mientras evitaba cualquier gesto de complicidad.
Solo en su rincón, hambriento de carne fresca, entrenado en los debates de la Escuela de Derecho de la Universidad de Chile donde fue por muchos años el “facho”, supe de inmediato que no perdonaría ni la edad, ni la circunstancias. Esa misma mañana, Marcela Cubillos había confirmado que ganaba $17 millones por veinte horas de clase a la semana, a pesar de haber dictado la mitad de ellas. Pero en la pauta del programa este no era ni siquiera un tema emergente. Todo el programa iba a girar en torno a las declaraciones no del todo atinadas de la ministra Tohá sobre al número de asesinatos que dejaron tras de sí los interminables días de Fiestas Patrias. La ministra informaba que a pesar de los altamente alcoholizados días feriados, el número de asesinatos eran los mismos que un fin de semana habitual. Antes había precisado que cada uno de esos asesinatos era un drama, pero esa parte de la declaración habían sido, por cierto, obviada. “Pepe” Toro, llamado por Gonzalo Feito, “el Ronaldo de la política chilena”, dirigente del PPD, logra que se emita la declaración entera. No importa demasiado. El senador Karim Bianchi, sentado a mi lado, reprueba también las declaraciones de Tohá, con la que tampoco solidariza en nada Ignacio Bustos, dirigente marquista. Un instinto suicida me llevó a defender justamente la que podía ser la presa perfecta de esa noche: la ministra Tohá. Sin saber, por culpa de mi atraso, muy bien de qué se hablaba, acusé a los contrarios de tenerle miedo. El miedo natural que producen las mujeres inteligentes, preparadas, duras, lúcidas y desatinadas, que es justamente todo lo que es la candidata natural de la mesa contraria: Evelyn Matthei. El diputado Jouannet, otro exdemocracristiano liberado, me lanzó una montaña de proyectos de leyes, números de carabineros por cuadra, armamentos, logros de cuando fue gobernador de La Araucanía. Alemparte tuvo unos minutos de piedad por mí pero luego supe que me había convertido en lo que el programa necesitaba: un acontecimiento, un drama o una comedia.
El gordo progre, “Wake” me llamo Alemparte, “octubrista”, elitista que no conoce ni de vista a la “señora Juanita” y no ha caminado nunca por algunos cerros de Viña y algunos campos de la comuna de Ercilla. Mis compañeros de panel nada hicieron por salvarme. Era insalvable. Me faltaban los datos, los argumentos y me sobraba saliva, manotazos en el aire, indignación sin enojo. Como en todos los debates que perdí en el colegio, mi propia ansiedad me fue devorando mientras, para mi salvación, Iván Poduje tuvo tiempo para su segmento de propaganda electoral más o menos gratis.
Esta vez, centrada en la situación policial, por cierto trágica de Viña del Mar y las soluciones perfectamente simples, probables y probadas con que en poco tiempo el candidato volvería la comuna en una de las más segura del país.
Mi situación en Twitter era más o menos irremediable pero Pancho Orrego quiso terminar la labor y juntando frases que no dije, otras que no pensé, y varias interpretaciones lanzadas como verdades, hizo un listado de mis cacofonías, de mis errores y de mis horrores, convirtiéndome por unos segundos que se hicieron eternos en todo lo que está mal en Chile. Remato con una gran verdad: “Hay que prepararse para ir a Sin Filtro”. Y es lo que supe al ver rematar lo que quedaba de mi argumentación por Pancho Orrego. A “Sin Filtro” no se va a opinar, a decir lo que se piensa o no, no se va a conversar, a debatir siquiera, se va a ganar o a perder. Claro que sabiendo de entrada quiénes siempre ganan y quiénes siempre pierden. En “Sin Filtro” se lanzan cifras, estadísticas, fallos de tribunales. En “Sin Filtro” se imputan delitos, se acusa y finalmente se condena inapelablemente. En “Sin Filtro” se recuerda cada dos o tres frases del estallido social, que se llama ahí estallido delictual, pero también se revive la exaltación perfectamente bipolar, el mundo de los buenos y los malos. En “Sin Filtro”, como en el estallido, todo es muy simple y los problemas de Chile tienen fácil solución. Una que solo impiden esos jóvenes irresponsables, incendiarios, que intentaron destruir el país.
Que no esté destruido, ni parece que se destruirá tan fácil es un dato que se le escapa a la mayor parte de los panelistas de “Sin Filtro”. Terminado el programa, dándose todos la mano, conversando mientras se esperan los autos manejado por venezolanos (habitualmente vilipendiados en el programa), todo parece volver a la normalidad.
O quizás incluso a una paz mayor, la de haber por dos horas exorcizado el miedo y maldecido a los malditos, haber lanzado sin filtro los más gruesos epítetos y argumentos sin que nada ni nadie haya quemado, muerto, sin que nada demasiado grave ni nada demasiado ligero haya realmente sucedido. Suerte de principiantes. “Hay que prepararse para ir a ‘Sin Filtro’”, me advirtieron. A ese programa no se va a opinar, a decir lo que se piensa o no, tampoco se va a conversar, a debatir siquiera, se va a ganar o a perder. Yo lo comprobé en vivo. Dije más o menos lo mínimo que se podía decir sin quedarme totalmente callado. Pero la impresión falsa de no haber perdido del todo en la contienda, me obligó a cometer el error irreparable de volver a tentar mi suerte. Luego supe que me había convertido en lo que el programa necesitaba: un acontecimiento, un drama o una comedia. POR RAFAEL GUMUCIO