Vigilantes privados en los hospitales
Vigilantes privados en los hospitales L os graves incidentes que se han registrado en diversos recintos de atención de salud han movido a las autoridades a estudiar toda clase de sugerencias para otorgarle más seguridad al personal.
El Ministerio de Salud ha creado un Sistema de Reportabilidad de Agresiones al Personal de Salud, el que en poco más de ocho meses registraba más de 7 mil episodios, es decir, más de 25 por día. Naturalmente, ello debe inquietar a las autoridades y al país entero, pues revela una descomposición de la naturaleza de las relaciones sociales. En el último tiempo, además, se ha sumado un recrudecimiento de la violencia contra los pacientes de parte de quienes los agreden y provocan la consulta en los servicios de salud.
Si bien --según la Organización Mundial de la Salud-las agresiones contra los trabajadores del sector van aumentando en todo el mundo, las cifras chilenas son increíblemente altas, pues en otros países la alarma ha saltado cuando se supera una agresión al día. Para hacer las cosas más delicadas aún, la mayoría de los ataques registrados en el mundo afectan a trabajadoras mujeres. La ministra de Salud ha propuesto que se estudie la posibilidad de instalar vigilantes privados, presumiblemente armados, puesto que no serían guardias como los actuales. Se trata de una medida desesperada, como podrá apreciarse, solo explicable por la gravedad de la situación y la falta de vigilancia policial. En otros países, y también en Chile, se ha planteado realizar esta vigilancia con efectivos militares, por cuanto los hospitales y las postas forman parte de la infraestructura crítica. Pero en todo el mundo la participación de los militares se considera solo ante el fracaso policial, sea por escasez de personal o por falta de efectividad.
La preocupación de la ministra es enteramente entendible, pero en principio no le debería corresponder a ella estar dedicada a pensar los métodos para proteger a su personal, pues claramente eso es responsabilidad del Ministerio del Interior y Seguridad Pública.
Algo similar podría decirse, por ejemplo, del ministro de Educación, cuya tarea debe centrarse en lo educativo y no dedicarse a la protección de los profesores, también víctimas hoy de las agresiones de padres y apoderados.
La ministra del Interior, consultada sobre el caso, ha informado que contemplan varias posibilidades, pero que ya han descartado los detectores de metales en los hospitales y estudian otros sistemas, como áreas blindadas, sistemas de cámaras y otros elementos. Los guardias privados pueden ayudar en algunos casos, pero la experiencia en centros comerciales y bancos parece demostrar que no logran impedir los asaltos u otras formas de violencia. Si los carabineros tienen tantas trabas para disparar ante evidencias concretas de amenazas a la vida, no se comprende por qué los guardias privados actuarían en forma más decidida. Después de todo, Carabineros representa a la sociedad entera y es una institución prestigiada entre la población, por lo que el carabinero puede sentirse respaldado, lo que difícilmente podrá sentir un vigilante.
La tarea de resguardar a la población le corresponde a la policía y no parece lo más juicioso estar cubriendo sus insuficiencias con otros funcionarios, aislados, que dependan de los jefes de cada uno de los servicios de salud. Se trata de una medida desesperada, solo explicable por la gravedad de la situación..