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PUBLICIDAD DIARIO DE VIAJESVIAJE EN EL TIEMPO DE LLOLLEOFÓSILES, ANIMALES EXÓTICOS Y NATIVOS, ARQUEOLOGÍA, GIGANTESCOS HUESOS DE BALLENAS Y UNA BUENA CLASE DE CIENCIAS E HISTORIA LOCAL SE PUEDE ENCONTRAR EN EL MUSEO DE CIENCIAS NATURALES DE SAN ANTONIO. UN RECORRIDO POR SUS SALAS DE EXHIBICIÓN PUEDE TERMINAR CON VARIAS LECCIONES Y UNA SORPRESA. POR Marcela Saavedra Araya. Está a una hora y media de Santiago.
La primavera en el litoral central se nota en la brisa y los rayos solares, que esta tarde de octubre acarician la extensa explanada de concreto que recibe a escolares y amantes de las ciencias y la prehistoria en el Museo de HistoriaNatural e Histórico de San Antonio.
Llegamos a la periferia llolleína por calle Alcalde Olegario Henríquez Escalante para entrar al moderno edificio color gris, con grandes ventanales, que funciona desde 2017 y donde nos encontramos con Valentina Bustos, la guía para este circuito. “Nuestra ciudad se llama Llolleo porque aquí se desarrolló la cultura homónima entre el 200 y el 1000 después de Cristo. Eran cazadores recolectores que vivían del mar, y para pescar usaban una red con forma de cilindro, parecida a una red para cazar mariposas, o nasa, que los mapuches bautizaron como llollewe. De ahí el nombre de nuestra ciudad”, nos explicó de entrada. Inmediatamente pasamos a la primera sala de arqueología, con una exhibición de interesantes piezas prehispánicas, incluyendo cerámicas que muestran cómo los llolleo dominaron la alfarería.
La muestra también incluye un cuerpo humano fosilizado, encontrado dentro de una vasija, además de herramientas hechas de huesos de pescado y redes de pesca La colección es complementada con piezas, elementos de trabajo y hasta indumentarias de otras culturas, como la mapuche o la bato. Las salas arqueológicas dieron paso a la naturaleza, donde el área de ciencias naturales nos permitiría aproximarnos a los ecosistemas silvestres, con ejemplares disecados. Eso incluía algunos animales “exóticos”, como cebras, loros, varios tipos de monos, jabalíes y antílopes, entre otros. “Dicen que varias de estas piezas estaban expuestas en un restaurante africano en Santiago. Con los años, tener este tipo de decoración pasó de moda y los donaron para la mediación científica”, dijo Valentina Bustos. La travesía natural continuó con especies llamativas de mamíferos terrestres nacionales, como puma, zorro chilla, pudú y güiña, y también con algunas aves rapaces. Pero lo más increíble vino en la exhibición contigua: cuando pasamos al sector de animales marinos. Esta sala era la más grande del museo y dentro se presentaban decenas de piezas inmensas, como unos esqueletos de ballena azul, orca y de tiburón. También había aves marinas disecadas y algo especialmente llamativo: peces de profundidad, prácticamente imposibles de ver (ni siquiera por parte de buzos), protegidos en contenedores con líquido que los conservaban intactos. Entre ellos, un sorprendente pez luna. Ahí, Valentina intentó derribar algunos mitos.
Nos dijo, por ejemplo, que “los humanos no son parte de la cadena alimenticia de las orcas; tienen que estar sometidas a un estrés extremo para atacar personas”, y luego nos pasó un pedazo de misticeto o barbas de ballena azul y minke, que tenían una textura parecida al plástico. “La ballena azul puede medir hasta 33 metros. Lo mismo que un edificio de 10 pisos.
Los científicos hoy aseguran que estos mamíferos marinos ancestralmente fueron animales terrestres, peludos”, nos dijo antes de que siguiésemos hacia la exposición de tortugas marinas, muy amenazadas, según Valentina por la presencia del plástico en el mar: “Ellas lo confunden con medusas, se los comen y luego no pueden volver a sumergirse ya que la bolsa queda inflada en su estómago”, explicó.
Tras recorrer el museo, Valentina quiso mostrar el secreto de este edificio, así que subimos una escalera hasta la azotea: aquí, las panorámicas dejaban al desnudo las tres lagunas del humedal Ojos de Mar, la desembocadura del río Maipo y su humedal del mismo nombre, y al fondo, un horizonte marino infinito. Mientras tratábamos el paisaje, Valentina contó que el museo nació gracias a las donaciones paleontológicas y arqueológicas de las arqueólogas Fernanda Falabella y María Teresa Planella. “Hoy nuestro foco está en educar a los niños y adultos sobre la vida que nos rodea en la costa central”, concluyó. DOJO CONEl museo es gratuito y abre de martes a sábado, mañana y tarde; domingos, solo en la mañana..