Autor: Loreto Cox
Columnas de Opinión: Conspiraciones
Cuando la sospecha envuelvetoda forma de evidencia sobreel mundo, ella se vuelvetambién sospechosa. E s i n g e n u ocreer que las ideas, los datos, la opi-nión pública, laciencia y, en suma, cualquier manifes-tación humana sonimpermeables alas estructuras depoder. El poderya sea político oeconómico esseductor, y puede amenazar tanto co-mo ofrecer. No por nada debemos lle-narnos de reglas que atajen sus tentá-culos.
Pero de ahí a creer que todaidea, todo dato, toda opinión pública, toda ciencia y, en suma, toda manifes-tación humana no es más que el refle-jo de una estructu-ra de poder hay unsalto que equivalea negar la raciona-lidad y la libertadhumana. E l m é t o d ocientífico no es in-falible, pero al me-nos se esfuerza en definir qué hechos odatos podrían mostrar la falsedad deuna hipótesis. En cambio, las teoríasconspirativas, que en todo ven nadamás que poder, son infalsificables:cualquier nueva evidencia en contra-rio se convierte en una comprobaciónmás del alcance de la conspiración.
Me pregunto, ¿existirá algún tipode evidencia capaz de convencer a losobstinados de que en Venezuela nohay libertad de expresión? Ya ignoranlos índices, los medios cerrados, las or-ganizaciones internacionales y lo queinforman los medios; todos supuesta-mente manipulados. ¿Existirá algúntipo de evidencia capaz de convencera los que aún creen que detrás de unaderrota electoral abrumadora, como lade hace dos años, hay más que “intere-ses que se sintieron amenazados”? Ig-noran la preferencia de una mayoríacontundente en una elección libre;una masa enajenada, supuestamenteincapaz de tener opiniones o de elegiralgo sobre algo (el “material humanodel período capitalista”, lo llamó unanarquista soviético). Todos analistas, organizacio-nes, periodistas y votantes seríannada más que títeres de una élite ocul-ta que nos dirige, los “servidores asa-lariados de la burguesía”, a los queMarx despreciaba. Tal alcance ha teni-do esta idea que, con un giro creativo, extremistas de la derecha acusan quelas vacunas son para implantarnos unchip o que todo el progresismo deEE. UU. participa secretamente de unared de tráfico sexual infantil.
En su último libro, Francis Fuku-yama argumenta que “si bien las so-ciedades liberales están de acuerdo endiscrepar sobre los fines últimos de lavida, no puedensobrevivir si noson capaces de es-tablecer una jerar-quía de la verdadde los hechos”. Lamente humana y eldiseño institucio-nal no aseguran al-canzar la verdad (judicial, científica, informativa), pero si no podemosapostar siquiera a que propendan aella, de nada sirven el debate, la inves-tigación, las instituciones. Es, enton-ces, la política como mera continua-ción del campo de batalla. Aunque re-emplazar las balas por votos no sea, enabsoluto, poca cosa, es una versión al-go triste para un animal universal-mente tan sofisticado. La actitud de sospecha ante el po-der puede ser una señal de sagacidad, pero cuando la sospecha envuelve to-da forma de evidencia sobre el mun-do, ella se vuelve también sospechosa. Por supuesto, aun así, incluso las hi-pótesis infalsificables basadas en lasospecha tienen derecho a ser expresa-das. En Chile sí hay libertad de expre-sión y sospechar de ello, en público ysin represalias, es justamente una for-ma de comprobarlo. Si desea comentar esta columna, hágalo en el blog.. COLUMNA DE OPINIÓN Por