Ideal universitario
Ideal universitario D esde fines de la década de 1960, existe un sistema de admisiones a las universidades que permite comparar el desempeño relativo de sus postulantes. Las ponderaciones que las instituciones eligen para cada uno de los instrumentos contemplados en este sistema no son equivalentes y van evolucionando en el tiempo. También lo han hecho las pruebas y las metodologías. Pero, aun así, los puntajes de las distintas carreras, y de estas entre instituciones, pueden compararse en el tiempo. De este modo, en estas casi seis décadas, hay tres períodos claramente distinguibles. El primero, en el que la Universidad de Chile lograba atraer, en promedio, a los estudiantes con los mejores puntajes; luego se situaba la Universidad Católica. En una segunda etapa, ambas instituciones se repartían esos altos puntajes, existiendo algunas carreras en que la Chile seguía dominando, pero otras en que la Católica ocupaba el primer lugar. En la actualidad, sin embargo, el liderazgo, en prácticamente todas las carreras comunes --y controlando por el tamaño de la matrícula--, favorece a la Universidad Católica. Ambas --nuevamente, considerando el número de estudiantes que ingresan-se mantienen como las más selectivas, sin perjuicio de que en programas específicos enfrentan una competencia relevante de otras instituciones. Esa brecha, que ha aumentado en los últimos años, debería ser un motivo de preocupación para la Universidad de Chile. Sin embargo, es algo sobre lo que se delibera poco en la Casa de Bello. Seguramente, el fenómeno tiene muchas causales. Adicionalmente, la universidad es muy heterogénea y sus facultades se aproximan de modos distintos a sus misiones y propósitos. La rectoría tiene un control menor en sus desarrollos. Su historia e identidad, además, afectan su proyección.
Aun así, en muchos ámbitos tiene una investigación de punta y una formación de excelencia, pero que no siempre logra impregnar la imagen de esta casa de estudios: a menudo, son más bien sus problemas los que se hacen visibles.
En estas circunstancias, los estudiantes de mejores desempeños tienen dudas de ingresar, sobre todo si la alternativa es una Universidad Católica que en las últimas cuatro décadas ha experimentado un mejoramiento indudable, u otras universidades que, en varias áreas, también han registrado un progreso interesante.
Por cierto, los estudiantes que siguen entrando a la Chile son de muy buenos desempeños y aspiran a una universidad que los desafíe y que les permita desarrollar en plenitud las habilidades para realizarse personal y profesionalmente. La crisis de representación estudiantil que se ha hecho notoria posiblemente tiene que ver con que esos jóvenes no observan en las dirigencias un aliado para este objetivo. La universidad, sus autoridades, académicos y funcionarios deben alinearse con el propósito de alcanzar esa excelencia. Señales de que no es esta la prioridad inevitablemente conducirán a que la brecha en los puntajes se siga expandiendo. Por eso, más allá de que el diálogo debe primar en una casa de estudios, la prolongación de los "acampes" y tomas produce un daño a la imagen de la universidad. Ninguna universidad estatal o privada de excelencia en el mundo ha tolerado, más allá de los días necesarios para explorar otras maneras de detener estos comportamientos inapropiados, que estos actos se prolonguen. El liderazgo de la rectora Devés frente a la coyuntura que vive el plantel ha sido ejemplar, pero ahora corresponde ir más allá. Es hora de desarticular definitivamente estas situaciones por el bien de la universidad, y para ello requiere el respaldo claro de la comunidad.
La corta duración de algunos intentos de tomas en ciertas facultades sugiere que esa comunidad, y en particular los estudiantes, quieren una Universidad de Chile distinta, donde prime el diálogo y se escuche la voz de todas las personas con el respeto que ellas merecen, antes que actos que no se corresponden con el espíritu universitario. La alteración de la vida académica habitual cada vez tiene menos cabida. No puede ser de otra manera, porque aquella disrupción solo empobrece a una universidad. Ninguna universidad de excelencia en el mundo ha tolerado que "acampes" y tomas se prolonguen indefinidamente en el tiempo..