Autor: JUAN CARLOS EICHHOLZ
Columnas de Opinión: Una luz en medio de la decadencia
Columnas de Opinión: Una luz en medio de la decadencia ¿ En qué momento se jodió el Perú? Se preguntaba en 1969 el alter ego de Vargas Llosa en su novela Conversación en la Catedral. ¿Cuándo Argentina dejó de ser esa potencia mundial que tanto le gusta rememorar a Milei? ¿ En qué tiempo la otrora riquísima Venezuela se fue por el despeñadero? En ninguno de estos casos vamos a encontrar un momento exacto, sino que, como siempre ocurre, fueron procesos de decadencia paulatinos, imperceptibles al comienzo e irreversibles al final. Y en todos ellos hubo un espacio, suficientemente extenso, en que era posible revertir el camino andado, pero no ocurrió. Hace dos décadas que Chile comenzó a perder el impulso que traía. Al principio resultaba imperceptible, y nada se dijo. Después lo vimos, y lo llamamos estancamiento. Ahora estamos peor, y no queremos reconocer que ya entramos en una fase de decadencia, acercándonos al momento en que se hace irreversible, es decir, al punto de no retorno. Mi lectura es que nos queda una ventana de oportunidad de solo tres años para evitar llegar ahí, y que el acuerdo alcanzado por la reforma de pensiones nos da una luz de esperanza. Solemos asociar auge y decadencia con cifras de crecimiento económico, y desde luego hay una correlación. Pero no reparamos lo suficiente en que hay otros factores que se manifiestan antes del buen o mal desempeño económico.
En otras palabras, si nos quedamos con que crecimos 2,5% el año pasado puede que no tomemos conciencia de la gravedad de la situación que estamos viviendo, y que cuando hayamos bajado al 1% ya sea demasiado tarde para revertirla. ¿Cuáles son los síntomas de la decadencia en que estamos? Podríamos poner cientos de datos, pero quedémonos con las tendencias: caída en la inversión y aumento en la salida de capitales; crecimiento de las listas de espera, incluidas enfermedades GES; cada vez más empleados públicos y días de licencia; mayores tiempos en el otorgamiento de permisos para proyectos de inversión; más talento dejando el país y menos llegando; incremento del número de partidos y de la polarización política; alza de homicidios y fortalecimiento del narcotráfico y el crimen organizado; creciente incompetencia de quienes gobiernan y legislan; caída en los indicadores de educación; empeoramiento de la percepciónciudadana sobre el futuro; aumento del déficit fiscal y del endeudamiento público, en fin. Seguramente que la sola lectura de esto le produce desmotivación y pérdida de energía. Y es que esto es exactamente lo que ocurre, a nivel masivo, en los períodos de decadencia. Todo se va haciendo cada vez más cuesta arriba, el desgano empieza a campear, la victimización se instala, y las personas terminan refugiándose en su hábitat más cercano o, incluso, abandonando el país. En simple, el foco está puesto en salvarse uno mismo, no en jugarse por el bien común. Detengámonos un minuto en el tema del crimen organizado, para ejemplificar lo que digo. Llevamos años, primero anticipando su llegada y después tratando de luchar contra él. Hasta el momento la batalla se va perdiendo, y todo indica que así continuará. Y la razón es clara: el funcionamiento del Estado en Chile no está a la altura del desafío, como tampoco lo está en los demás países latinoamericanos. El asunto, sobra decirlo, es de la mayor gravedad, por el impacto sistémico que tiene y por la impotencia que genera.
Y para evidenciar aún más la decadencia en la que estamos basta hacer notar la total ausencia en la discusión pública de los efectos que tienen y los desafíos que conllevan los cambios tecnológicos que están ocurriendo en el mundo, y las profundas transformaciones que traerán a nivel productivo y social. Una muestra del rezago en el que hemos ido cayendo como país. La situación es grave. Y sí, es cierto, de haberse aprobado el primer proyecto de reforma constitucional se habría acelerado dramáticamente la decadencia; nos salvamos.
La aprobación de alguna de las versiones del segundo intento constitucional, por el contrario, podría haber sido el comienzo de un nuevo ciclo de prosperidad; perdimos la oportunidad. ¿Qué opción nos queda ahora? El próximocambio de gobierno, piensan muchos. Pero esa es una ilusión. La explicación de nuestra decadencia no está en que tal o cual gobierno lo hizo mal, sino en la dificultad para generar acuerdos transversales y relevantes para el progreso del país, cualquiera sea el gobierno. La lógica es simple: en un entorno complejo como en el que vivimos se necesita tomar decisiones para poder avanzar, y en el ámbito público esas decisiones provienen de acuerdos políticos transversales. Sin esos acuerdos, nos estancamos, y un estancamiento largo deriva en decadencia.
Ahí estamos. ¿Nuestro destino es continuar decayendo entonces? No, y por eso es tan importante el acuerdo alcanzado en la reforma de pensiones, que da esperanza y muestra un camino a seguir en los próximos tres años el último del actual gobierno y los dos primeros del próximo, antes del siguiente ciclo electoral, permitiéndonos alcanzar otros acuerdos fundamentales para comenzar a revertir la curva de decadencia y transformarla en una curva de progreso. ¿Cuáles son esos acuerdos? Uno simbólico: tener una visión compartida de país. Dos que se hagan cargo de cuellos de botella estructurales: sistema político y permisología. Y uno más que se sume al de pensiones para resolver temáticas sociales postergadas por demasiado tiempo: salud. No importa el orden.
Lo relevante es aprovechar la oportunidad abierta por la reforma de pensiones para que se fortalezca y siga liderando ese grupo transversal de políticos sensatos que aquí se visibilizó, políticos más comprometidos con el bienestar de largo plazo del país que con un interés personal o partidista de corto plazo. El tiempo se nos acaba.
Estamos a tres años del punto de no retorno, ese punto pasado el cual la energía que se requiere para revertir la situación sobrepasa la que tiene disponible el sistema. n¿Cuáles son los síntomas de la decadencia en que estamos? Podríamos poner cientos de datos, pero quedémonos con las tendencias: caída en la inversión y aumento en la salida de capitales; crecimiento de las listas de espera, incluidas enfermedades GES; cada vez más empleados públicos y días de licencia; mayores tiempos en el otorgamiento de permisos para proyectos de inversión; más talento dejando el país y menos llegando....