Autor: Omer Silva Villena, profesor/Linguista, excadémico ufro/uach
COLUMNAS DE OPINIÓN: No estamos en dictadura, pero, “cuidado con lo que decimos/escribimos”.
COLUMNAS DE OPINIÓN: No estamos en dictadura, pero, “cuidado con lo que decimos/escribimos”. Por: Omer Silva Villena, profesor/Lingüista, excadémico ufro/uach Como unidad léxica de la lengua, la palabra es objeto de estudio de la Lingüística. Es la unidad de significación que como hablantes poseemos para referirnos al mundo de las cosas, acciones y atributos o características. En el Génesis ya vemos vemos su valor al indicar el “poder creativo” desde la divinidad.
Clayton (2004) en “El Lenguaje de Dios” escribe que es el medio por el cual “el Creador proyectó los mandatos del Eterno”. Así, la palabra tiene el poder de curar, enfermar, enseñar, dañar, amar u odiar. La palabra todo lo puede, por ende, tenemos que cuidarla. Debemos siempre prestar atención al uso, más allá de las simples estructuras estructuras verbales yio posiciones políticas, económicas, sociales, o religiosas.
La palabra debiera ser un prototipo de perfección perfección en la armonía al pronunciarla, convenciendo, felicitando, expresando acuerdo o desacuerdo y no convertirla en un “arma de doble filo” (verdad! mentira). Como hablantes tenemos la responsabilidad responsabilidad de exaltarla o elevarla hasta lo más alto, y no convertirla en un “infierno de difamación”, dice Clayton. Es el asiento del Ser, dice O. Uzcátegui (1999) en el “Hombre Absoluto” por lo tanto; debemos debemos aprender a usarla para hablar de lo bello, lo justo y verdadero.
De lo contrario éstas las palabras pueden llegar a convertirse en “monstruos “monstruos destructivos” cuando una mentira se hace verdad o viceversa; la palabra contiene siempre un valor interno y otro externo: lo primero es lo que conocemos como significado, substancia o contenido, contenido, y, lo segundo hay que buscarlo siempre en las dimensiones superiores del espíritu. Por alguna alguna razón en el campo del Derecho nos hablan del espíritu de la ley. Así, cuando hablamos, tenemos el poder de seducir, seducir, convencer invocando una vivencia, imagen o experiencia, dimensión desde donde emana nuestra naturaleza psicológica.
Las palabras pueden pueden llegar a ser rosas ígneas de nuestras formas de pensar o sentir que chisporrotean entre los laberintos laberintos de eso que denominamos “entendimiento humano”. Las mismas puede ser verdaderas lancetas lancetas venenosas de quien las emite. Es lo que nos sucede cuando leemos el titular de un medio o una obra literaria. Ahora más en tiempos de amenazas de pandemias, guerras y discursos políticos. El poder del verbo polarizado negativamente, enfatiza enfatiza Uzcategui, nos puede conducir a “los brazos de nuestra propia destrucción”..