Autor: DIEGO SCHALPER SEPÚLVEDA Diputado, integrante de la comisión de RR.EE.
Una renuncia poco diplomática
Señor Director: Días atrás hemos conocido la noticia de que el embajador de Chile ante la OEA, Sebastián Kraljevich, habría renunciado a su cargo para asumir otro en la entidad.
Para estos efectos, el secretario general del organismo, Albert Ramdin, habría pedido una dispensa de la norma que impide a los delegados diplomáticos de los países asumir estas funciones antes de transcurrir seis meses desde que han dejado sus cargos. Lo anterior configura una renuncia muy poco diplomática, por decir lo menos. Es sabido que el señor Kraljevich jugó un rol muy activo en la candidatura del señor Ramdin para el cargo de secretario general.
Así, son esperables las dudas que ha despertado este repentino cambio de cargo, inédito, además, en la diplomacia chilena. ¿Es posible sugerir que sería una vuelta de manc por la promoción de la candidatura? ¿ Cuánto movían al diplomático los intereses de Chile y cuánto sus anhelos personales? Por lo demás, el momento en el que el señor Sebastián Kraljevich renuncia al cargo de embajador pone a nuestro país en una posición compleja. Primero, porque renuncia la semana anterior de la celebración de la Asamblea General de la OEA, implicando que Chile tenga que participar sin un embajador que nos represente. Y segundo, y más importante, a nuestro país le correspondería presidir el Consejo Permanente de la OEA durante el último trimestre de este año.
Dicha obligación puede ser cumplida solo por un embajador, por lo que la renuncia del señor Kraljevich nos pone en la situación de tener que gastar importantes sumas de dinero para enviar a un nuevo embajador, o simplemen. Te no asumir la responsabilidad que le corresponde a nuestro país. Como si lo anterior fuera poco, en diciem: bre (sí, en uno de los meses en los que Chile debería presidir el Consejo Permanente), se celebrará la Cumbre de las Américas. Demasiadas preguntas y muy pocas respuestas para una muy poco diplomática renuncia. El canciller Alberto van Klaveren tiene mucho que explicar