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INDUSTRIA ALIMENTARIA:
La Ley de Reciclaje de Alimentos de Japón, que entró en vigencia el año 2000, exige la reducción del desperdicio de alimentos y su recolección para crear un ciclo de reciclaje que deriva en piensos y fertilizantes.
ALTO IMPACTO EN EL MEDIO AMBIENTE
Según datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación (FAO), anualmente una tercera parte de los alimentos producidos para consumo humano (1. 300 millones de toneladas) se pierden por el manejo de las empresas o son desperdiciados por los consumidores.
En Chile existe poca información confiable acerca de la pérdida y desperdicio de alimentos. Sin embargo, estudios hablan un 30% de pérdidas.
A propósito de la modificación al código sanitario en materia de disposición de alimentos con el fin de evitar el desperdicio, discutido el 2 de septiembre de 2018 en la Comisión de Salud del Senado, sus integrantes revisaron el caso de Japón. En el país nipón los alimentos son reutilizados, tanto para el consumo (cuando están cerca de la fecha de vencimiento) como para la fabricación de compost y fertilizantes orgánicos. Japón es una de las economías desarrolladas con mayor cantidad de comida desperdiciada. Desde hace un tiempo, el Estado ha venido adoptando algunas medidas para mejorar las condiciones del tratamiento de los alimentos para considerarlos un recurso renovable. La iniciativa, contenida en la Ley de Reciclaje de Alimentos, está orientada a construir una sociedad recicladora que promueva la reutilización de los alimentos y, a su vez reduzca, el volumen de comida desperdiciada. La ley, que se enfoca en las empresas encargadas de manufacturar, distribuir y vender productos en supermercados y restaurantes, logró que, durante sus primeros cinco años de vigencia, se redujera el desperdicio de comida en un 48%. Ya para el 2006, el porcentaje de reducción rondaba el 60% del total acumulado anualmente. Tales resultados además se lograron gracias a que se establece como una obligación legal que todos los negocios que produzcan más de cien toneladas de desperdicios al año reporten la cantidad de desperdicios generados y su estatus de reciclaje al Ministerio de
Agricultura, Forestal y Pesca. Esta notificación no solo permite la entrega de información respecto de las cantidades dispuestas al reciclaje, también entrega dos incentivos: el primero es un permiso de transporte de desechos a través de las fronteras municipales; y el segundo es la exigencia para los emisores de residuos de la compra de productos alimenticios cultivados con compost y alimentación animal.
¿ QUÉ PASA EN CHILE?
Luis Sáez Tonacca, académico del Departamento de Gestión Agraria e investigador del Centro de Estudios en Ciencia y Tecnología de Alimentos de la Universidad de Santiago de Chile (USACH), explica que, en Chile, tenemos muy poca información confiable acerca de la pérdida y desperdicio de alimentos. “Los pocos datos los hemos generado en micro estudios de la USACH y publicados por FAO en los boletines sobre el tema. Los estudios fueron en pérdidas de lechugas, papas en productores agrícolas, arroz en la industria y desperdicios de pan en los hogares. Las cifras son impactantes: se habla, en general, de mínimo un 30% de pérdidas y, nuestras últimas investigaciones (aún en curso), nos indican que esas cifras van a aumentar”, delata. Según el experto, se trata de niveles enormes de pérdidas que no son reportados porque los productores los tratan de incluir en el precio que cobran al consumidor final, entonces ellos no lo consideran pérdida económica pero sí la pérdida de alimentos.
“Hemos realizado estudios respecto de recuperar alimentos mediante la venta de frutas y hortalizas con algunos defectos (de apariencia, deformaciones, calibre o tamaño más pequeño, lo que nosotros denominamos "las frutas y hortalizas feas") encontrando que los consumidores están dispuestos a comprarlos si se fija un precio menor de entre 20 a 30% menos, lo que no es problema de negocio”, indica.
DESAFÍOS
Sáez Tonacca dice que algunos de los retos en la materia son
Múltiples. Señala que, a nivel de productores, es necesario planificar bien el sistema de siembras y cosecha, en función realmente de los consumidores y del mercado al que cada uno de ellos accede. Añade que la forma de cosechar también es importante: debe ser escalonada, cosechando los productos según sus grados de madurez y no en forma masiva. Otro reto es aceptar vender los productos por
Kilo en vez de por unidad. Un ejemplo son las lechugas, que se pagan por unidad, entonces el cliente elige la lechuga más grande. De intermediarios, el académico indica que debería haber tantos puntos de venta como sea necesario para facilitar el acceso a las personas a la compra de los productos, evitando los denominados "desiertos agroalimentarios”. “También, por ejemplo, los restaurantes, podrían servir platos de tamaño adecuado, y ofrecer y tener implementos para que las personas se lleven a sus hogares lo que no lograron
comer”, apunta. Otros restos están asociados a los consumidores. El experto considera importante que este público planifique bien sus compras y no compre grandes cantidades sino, más bien, pocas en forma más frecuente; así como ordenar su frutas y hortalizas de forma correcta, es decir, lo que debe ir en refrigerador, lo que debe quedar al aire libre, lo que se debe congelar, etc.. . Finalmente está el Estado que, a consideración del académico, debe promover las mejoras en la distribución de los alimentos entre productores y consumidores finales, con el fin de que sea lo más eficiente posible. “El gran reto es valorar o respetar los alimentos por su importancia en la salud de la población y no como un negocio. Se ha perdido el respeto del alimento, se considera un bien de consumo como otros y, por lo tanto, desechable. Eso es posible cambiarlo, parece imposible pero se puede”, puntualiza.
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