CARMEN GLORIA Larenas "EL TEATRO MUNICIPAL NECESITA HACER UN ESFUERZO MAYOR POR CONECTARSE CON CHILE"
L lunes 18 de noviembre, Carmen Gloria Larenas asumió oficialmente como directora del Teatro Municipal de Santiago. En su primer día a cargo del centro más emblemático de las artes musicales del país, ella decidió hacer algo inesperado.
Llegó a las diez de la mañana y en lugar de irse directamente a su nueva oficina en el segundo piso del edificio, Larenas enfiló sus pasos al escenario, donde en esos momentos se probaban las luces de la ópera “La italiana en Argel”, que se estrenaría unos días después. Ahí estuvo durante varios minutos conversando con Rodrigo Navarrete (régie del montaje), con Ramón López (diseñador de escenografía e iluminación) y parte del equipo técnico.
Solo después de esa improvisada reunión subió al segundo piso, conversó con sus colaboradores cercanos, recibió la bienvenida del director saliente, el francés Frédéric Chambert, y terminó el día con una larga conversación con algunos integrantes del staff del Ballet de Santiago como Marcia Haydée, Luz Lorca y Luis Ortigosa. La decisión de visitar primero el escenario, reconoce que fue meditada.
El día anterior, mientras repasaba mentalmente cómo sería su jornada de trabajo, se convenció de que era lo más lógico. —El alma del teatro está en el escenario... ahí se presentan los artistas, ahí trabajan quienes dan vida al espectáculo, en sí mismo. Creo que fue lo mejor haber pasado por ahí antes de ir a encerrarse en una oficina.
Además, fue muy bonito porque me encontré con gente que no veía hace años y que me daban la bienvenida y me felicitaban... Fue como volver a casa, no te voy decir que fue una sensación extraña, para nada, fue como si me hubiera ido del teatro ayer. Una hora después, mientras camina por el escenario del teatro, para las fotografías, dirá nuevamente: —No hay nada como este lugar. Solo aquí se dimensiona el Teatro Municipal en su real significado. Dodo Carmen Gloria Larenas de la Fuente es la primera mujer que toma el liderazgo del Municipal en sus 162 años de historia.
Más allá de lo significativo en términos del avance femenino en la escena cultural del país, para ella el nombramiento tiene un significado personal: su vida —tanto artística como profesional— prácticamente se ha construido en el escenario y los pasillos de este edificio. Aquí llegó a los 13 años para formarse como bailarina de ballet profesional y luego integró el elenco estable del Ballet de Santiago donde estuvo hasta los 24 años. Tras ocho años en la compañía se retiró, estudió Periodismo, trabajó en medios y regresó al teatro primero como parte del equipo de prensa y luego como directora de comunicaciones. Estuvo seis años en el cargo y en En 1998, durante un viaje a Londres, sufrió un accidente cerebrovascular: *Me 'ambió la manera de entender la vida. Tuve que aprender a caminar de nuevo y recuperar la vista”. 2007 decidió dar, otra vez, un nuevo giro.
Asumió la gerencia general de la Corporación Cultural de Lo Barnechea. —Pensé: “Puedo estar aquí muchos años más si quiero, pero yo no quiero verme aquí diez años más”. Y yo amaba mi cargo, amaba el teatro, esa fue otra decisión también difícil. Ya habían nacido mis dos hijas (Emilia hoy de 16 y Colomba de 14), me había casado y me había separado; habían pasado cosas y sentí que profesionalmente necesitaba algo distinto. Y ahí me fui dos años a Lo Barnechea a gestión. Y ahí trabajé con Drina Rendic, quien fue muy generosa. Fue un período donde pude abonar mucha cantidad de gente para conocer, entender mecanismos de la gestión cultural. Dos años después vino un nuevo cambio. En 2009 la convocaron del Teatro del Lago que recién se estaba construyendo. En este teatro, ubicado en Frutillar y propiedad de la familia Schiess, le ofrecieron la subgerencia artística. Lo meditó y en octubre de ese año aceptó el desafío. Tiempo después asumió como directora artística. —Fue una experiencia transformadora. Creo que ha sido el lugar donde trabajé —después de dejar el ballet— que probablemente más me influyó, porque aprendí a mirar las cosas de otra manera, aprendí a trabajar en el largo plazo. Me abrió un montón de puertas, me dieron espacios para ser más creativa e innovadora en lo que yo hacía.
Tuve un convencimiento profundo, hasta el último día que estuve allá, de que era importante lo que estábamos haciendo y podíamos generar un cambio cultural; primero en el lugar en el que estábamos insertos, después en la región y después, ojalá, en el país; que nuestra vocación era tanto nacional como internacional. Y con un componente educativo muy importante. En agosto de este año, mientras tomaba un avión a Puerto Montt, Larenas recibió una llamada de Felipe Alessandri.
El alcalde de Santiago, dice, le comentó que estaba pensando hacer un cambio en el Teatro Municipal y le preguntó si estaba dispuesta a postular en la selección de la nueva dirección. —Le contesté que sí, que para mí sería un honor.
Y ahí me habló brevemente sobre la situación del teatro y me dijo que estaba conversando... No me dio a entender que era yo la persona, sino que él estaba explorando, me imagino, a diferentes personas. Esa fue la conversación, no fue más que eso. Cuando colgué, me dije: “Me voy a olvidar en este momento de esta conversación”. En ese tiempo yo estaba trabajando muy firmemente en la temporada 2020 del Teatro del Lago y su décimo aniversario. Carmen Gloria postuló al cargo y quedó. A fines de agosto fue ratificada en el cargo. Regresaba otra vez al Teatro Municipal: esta vez como su directora, pero compartiendo labores con Leonardo Pozo, el nuevo gerente general del teatro.
Todo un cambio: antes solo existía la figura del director general plenipotenciario en todas las áreas. —ó Le acomoda esta nueva estructura? —Me acomoda y me encanta este sistema, porque el Teatro recibe fondos públicos importantes, fondos privados también importantes, auspiciadores, y la gestión en ese sentido tiene que ser lo más eficiente y transparente posible.
Yo no vengo del mundo de las finanzas, por supuesto que sé manejar un presupuesto y sé mirar un estado de resultado, lo he aprendido y lo sé; pero creo que es mucho mejor tener al lado a una persona que domine plenamente eso, porque la gestión para el teatro va a ser mejor.
Yo no creo que esto se trate de mí o de nadie en particular; yo creo que uno viene acá para hacer la mejor gestión posible, para un teatro que es el más importante de Chile, que tiene 405 trabajadores y que merece tener las mejores condiciones de trabajo, los mejores desafíos artísticos, la mejor reputación, la mejor condición de conectarse con la gente, y para eso, dos hacen mucho más que uno. Es una decisión inteligente. El Teatro Real de Madrid tiene una estructura así, y la verdad es que les ha funcionado muy bien. Estos ya no son pequeños reinos, ya no estamos en esos tiempos. Ahora hay que hacer de otra manera las cosas. —El Teatro lleva un largo tiempo arrastrando una crisis financiera. —Es cierto. Y necesitamos trabajar en equipo para revertirla. Ahora, con la crisis social que vive el país, para todas las organizaciones culturales está complicado.
Nosotros tenemos un cálculo, hemos tomado acciones para poder palear parte de eso que nos ha golpeado; Al ballet entró a los 5 años, después de ver “El lago de los cisnes”. Pero yo estoy segura de que vamos a salir de esto, porque ahí viene la planificación bien hecha, han llegado aportes... Está difícil, pero no creo que sea imposible. La vocación de Larenas por la danza partió desde niña.
Recuerda que a los cinco años vio por televisión “El lago de los cisnes” y anunció a los cuatro vientos: “Esto es lo que quiero hacer”. Entonces vino una lucha para que la aceptaran en las clases de ballet que daba una profesora de su colegio (la Alianza Francesa). —Se llamaba Virginia Hellman, había sido bailarina del Teatro Colón y todos la llamaban “Miss Bijoux”. Como yo era muy niña para iniciar mi formación en esta disciplina, ella se negó a aceptarme. La edad ideal es a los siete u ocho años, antes tus huesos están muy blandos y en formación. Pero mi insistencia y la de mi madre (que me apoyó siempre) fue tanta que la maestra terminó aceptándome. Y me encantó. Miss Bijoux se convirtió en una personaje fundamental en el futuro de Carmen Gloria Larenas. Dice que ella no solo la formó en el ballet, también le abrió el panorama en el mundo de las artes escénicas. Ella la acercó al mundo de la ópera, de la música. “Mis conversaciones con ella fueron mi aprendizaje”, comenta. De hecho, al cumplir los 13 años, cuando cursaba segundo medio, Hellman la convenció de que diera las pruebas para Junto a “Miss Bijoux”, su profesora de ballet. Formarse como bailarina profesional en la escuela de ballet del Municipal. La aceptaron y empezó una nueva rutina. Por las tardes, después del colegio, tomaba una micro para puntualmente llegar a los ensayos al teatro. Partió como aspirante a bailarina y superó una larga etapa de formación para avanzar en su carrera. Tras varios años de apariciones de apoyo y reemplazos, en 1985, pasó a formar parte del cuerpo de baile del Municipal de Santiago. Esa etapa de bailarina la competencia entre pares era fuerte? —Siempre fuerte, pero no viví la competencia como algo incómodo, venenoso, porque veía las cosas de otra forma. Yo tenía mis fortalezas y debilidades, siempre trabajaba para estar lista por si llegaba otra oportunidad.
Eso es lo que siempre hice después en otros ámbitos. —¿Cuál cree que fue su gran momento en el ballet? —Un gran momento, que me enseñó para toda la vida, fue ser ratón de “Cascanueces” cuando aún estaba en la escuela, como a los 15-16.
También cuando me tocaba sostener una lámpara con una capucha negra y una máscara, o sea, cero posibilidad de que alguien supiera quién era yo, en “La fierecilla domada”. No puedo decir que estaba consciente en ese minuto, pero sí te puedo decir que yo sentía una gran importancia sobre lo que hacía.
Lo que sí pienso es que hoy día no sé si me siento Muy distinta... He recorrido un camino, por supuesto, pero yo no sé si me siento muy distinta a cuando era ratón, porque tengo la sensación de que todo lo que uno hace, sea chiquitito o grande, es importante; y yo lo aprendí en esa época; yo te diría que nadie me veía mucho en el escenario.
Hoy que tengo tanta tensión encima, de alguna manera, por ser mujer y estar en este cargo y todo, yo sé qué es que a uno “nadie la vea”, y aun así, sé que lo que hacía era importante, y lo hacía feliz y con mucha conciencia. Y por supuesto, que me sentí muy valorada cuando tuve roles más llamativos. Lo disfruté y los tomé tan en serio como cuando era ratón y como cuando andaba con la lámpara. En 1992, después de 8 años en el elenco estable del Ballet de Santiago, Carmen Gloria dejó los escenarios. —¿ Por qué tomó esa decisión? —Fue una mezcla de cosas.
Empecé a sentir que toda la rutina del ballet y la exigencia se me hacía pesada, desde los horarios hasta la dieta que tenía que seguir... Yo me tuve que cuidar mucho; aunque nunca fue un trauma para mí, pero era una cosa presente.
Entonces me pregunté cosas: ¿ qué pasaba si yo quería tener hijos? Fui inmensamente feliz bailando y nunca me interesó tener vacaciones ni nada; quería bailar 12 meses del año, los 7 días a la semana. Siempre pensé que iba a ser bailarina, luché mucho por estar en una compañía, lo disfruté, tengo los mejores recuerdos y amistades. Y por respeto a lo que había hecho con tanta pasión, me dije: “No estoy a mil... a lo mejor tengo que hacer un cambio”. Así fue. Carmen Gloria pidió primero una licencia sin sueldo. Dejó el departamento que tenía en el Parque Forestal y volvió a la casa de sus padres. Y se aisló. Dice que estuvo 6 meses en su pieza de infancia, mirando películas todo el día (“me sirvió para aprender de cine”) y leyendo. “No salía, no hacía nada.
Estaba deprimida, yo creo”. Hasta que repentinamente su padre le dijo: “Bueno, yo creo que tienes que decidir algo... ¿Por qué no estudias Periodismo? A ti que te gusta leer y escribir... ”. Carmen Gloria aceptó la idea sin demasiada convicción y entró a la Universidad Andrés Bello. Y, reconoce, se fue encantando con la carrera. —Empecé a trabajar como en tercer año en una revista que hizo Cristian Warnken, que duró como un par de números. Después me integré a revista Hoy, donde escribía de márketing y publicidad. Y vinieron Las Últimas Noticias y entremedio en El Mercurio: hice critica de ballet. Costó analizar el trabajo de sus compañeros? —Fue raro al comienzo y difícil. Alguna vez alguien dejó de hablarme. Pasaron esas cosas. Pero con la crítica aprendí a no ser moneda de oro y a tratar de ser lo más honesta posible con delicadeza. Eso me guio. Así aprendí a vivir el hecho de que lo que tú dijeras no le gustaba a todo el mundo o que alguien te criticara de vuelta. Ese ejercicio fue bueno. En abril de 1998, mientras se tomaba una vacaciones en Inglaterra, Carmen Gloria sufrió un accidente vascular. Caminaba por el parque Canterbury en Londres cuando sintió que el lado izquierdo se le paralizaba y Perdía la visión.
Tomó todo con calma, se las arregló para abordar el primer avión a Chile: “No me quería morir sola en Inglaterra”. Cuando llegó a Santiago fue internada en el hospital de la Universidad Católica, donde el diagnóstico fue preciso: había sufrido un infarto cerebral que afortunadamente se le había disuelto. —¿ Cómo fue esa recuperación? ¿ Qué aprendió de eso? —Aprendí a tener paciencia conmigo y me cambió, yo creo, la manera de entender la vida en general. Piensa que una persona como yo, que desde los 5 años ha tenido ejercicio físico, de repente tiene que aprender a caminar de nuevo y recuperar la vista. Estuve meses sin trabajar ni nada. Yo te diría que empecé a levantar cabeza en septiembre de ese año. Retomé el trabajo, pero ya no era la misma. Me dije: “Chuta, parece que no tengo resistencia de estar en el diario todo este rato”. Te juro que medité eso y suena el teléfono. Era Paz María Ricart, quien era la jefa de prensa en esa época acá en el teatro y me ofreció trabajar medio día como periodista del departamento de prensa. Imagínate. Nada mejor, porque yo físicamente sentía que tenía que trabajar menos y además acá, imagínate, volvía a mi casa. Con su nombramiento en el Teatro Municipal, Carmen Gloria Larenas se inserta en el reducido grupo de mujeres que lideran grandes teatros en la escena Latinoamericana.
Un listado en el que están María Victoria Alcaraz, directora general del Teatro Colón de Buenos Aires; Daniela Bouret, en el Teatro Solís de Montevideo, y Flavia Furtado, en el Teatro de Manaos. —Sí, son excepciones, claramente. Este es un mundo bastante masculino.
La mujer siempre ha sido invisibilizada, hoy no te puedo decir que en el teatro y la música, pero en los cargos de dirección son pocas para todos los teatros que existen. —¿ Usted ha notado el machismo en el ámbito cultural?—Sí. En la gestión de los espacios también lo hay. Yo creo que se pone en cuestión la capacidad de una mujer para liderar, por ejemplo, un espacio como este, en el que se pondría a un hombre. De todas maneras. Yo creo que eso es algo que lamentablemente está muy normalizado... A mí me encantaría que el día de mañana eso cambiara. Pero sí, está, existe.
Por personalidad, yo no me quedo demasiado pegada en esas cosas, honestamente, pero lo siento y siempre lo percibo bien. —Sus cambios profesionales siempre han sido de menos a más. —Sí, yo siento que ha sido harto mérito. Excepto que estudié en un colegio privado, eso es cierto; pero mi camino, en general, para todas las cosas, ha sido un camino largo, en lo profesional y lo personal. Y esa ha sido mi historia, me parece fantástico. Y en lo profesional, he trabajado súper duramente no solo para hacer bien mi trabajo, sino que para ir creciendo y poder ir tomando nuevos desafíos. Y siempre estoy buscando cómo hacerlo mejor. Soy bien autocrítica y autoexigente. No ando compartiendo lo que pienso de mí con todo El mundo, ni diciendo todo lo que hago mal o lo que hago mejor. Pero veo rápido dónde me he equivocado, y no me quedo pegada mucho rato en los errores.
Me gusta mucho el trabajo en equipo y escuchar a las personas, las personas son súper generosas en sus ideas, tienen buenas intuiciones, y son muchas veces capaces de ver algo que uno no ve, porque es imposible que uno vea todo, eso es mentira. —¿ Y cómo toma los éxitos? —Tampoco. Me gusta, lo disfruto, pero rápidamente paso a lo que sigue. Trato de mantener los pies bien pegados a la tierra, porque o si no, uno se puede perder bien fácil.
Mi historia de vida es distinta a eso, y si me ha ido bien, es porque he tenido la cabeza bien centrada para todas las cosas. —Asumió su cargo en plena crisis social, ¿cómo le ha afectado? —Creo que con la crisis, si hay algo —entre comillas— “positivo” que ha dejado entre quienes estamos en el Municipal, internamente hicimos más cuerpo.
Nosotros organizamos una mesa todos los días a las 11:00 de la mañana, que ahora ya la estamos distanciando un poquito más, porque ya no es necesario ir tomando las decisiones día a día, pero fue así durante casi un mes. Fue la forma en que tomamos las decisiones de horario, entrada y salidas de ensayos.
Yo creo que todos se sintieron muy incorporados en las decisiones que estábamos tomando. —Entre las demandas se que la cultura no llega a toda la gente. ¿Han meditado sobre el rol del Teatro Municipal y los cambios que deberían hacer? —Mira, antes de la crisis, había hablado de eso con distintas personas. Yo creo que el Teatro Municipal necesita hacer un esfuerzo mayor por conectarse con Chile. Punto (... ) Yo te voy a hablar por el Teatro Municipal, que es donde estoy, pero en general la cultura conecta de manera bien transversal a las personas. La cultura tiene un rol súper importante hoy día, como para ser uno de los pilares de un nuevo desarrollo para Chile. Tiene un fuerte componente educativo y para conectarnos. Ahí hay un rol del Teatro Municipal, pero también del mundo cultural en general, de tener una voz y de proponer mucho más.
Y en ese sentido creo que tenemos que revisar todo lo que estamos haciendo y ver si estamos haciendo los esfuerzos suficientes respecto a las barreras de acceso, que puede significar el edificio como los precios, y vamos a revisarlo todo para el 2021.
Yo recibí en 2020 un presupuesto aprobado, que yo no puedo intervenir, y sería irresponsable hacerlo ahora... Pero para el 2021 sí vamos a revisar el número de funciones que estamos haciendo, el tipo de propuestas que estamos presentando. Tenemos que ver cómo conectarnos en otros espacios. Sacar el teatro no es solamente llevar el ballet a tal lugar o llevar la ópera a otro. El Teatro Municipal no es solo ver la magia del espectáculo (aunque la gente busca eso), también somos danza genérico, también somos voz, canto genérico, somos música. Yo creo que podemos interactuar con otras personas, en otros espacios y de distintas maneras.