Autor: José Manuel Rodríguez, profesor de literatura y coordinador Ediciones UFRO
María Teresa Adriazola en la huella de Lucila Godoy Alcayaga
Elvira Hernández, Premio Nacional de Literatura 2024. Tuvieron que pasar 73 años para que otra mujer ganara el premio.
Comentario que la bandera “se hizo extranjera en su propio país”; que ha sido despedaza repartida a “los cuatro vientos del exilio”. Luego, y en un hermoso ejercicio de recuperación del símbolo afirma “es increíble la bandera”. Ella flamea ante“lacordilleramaravillosasumiéndose en la penumbra”. Bellos versos, pero hay otros muy lúdicos “la bandera de Chile es exhibicionista por naturaleza”, claramenteusauntonomuypro-pio de Parra.
Finalmente, y en tono muy serio afirma “la bandera hoy la usan de mordaza” de ahí que ella allá arriba en su mástil declara “su silencio”. Esto es muy lindo, pues no la destruye, como algunos trataron de hacerlo hace muy poco, sino que simplementeladejatranquilaesperandomejores tiempos. Los que afortunadamente han llegado y hoy ese símbolo nos une. Comprendimos su importancia, incluso has-ta quienes intentaron apropiarse de ella o los que se pensaron con derecho a vejarla. Tal como lo comprendió la opera prima de Hernández. Ahora, entre sus varios libros hay uno que nos toca muydecerca, Excavaciones, pues fue impreso por nuestra editorial enelaño2022. Eltexto, poseedos prólogos, uno de la extraordinaria crítica y maestra doctora María Nieves Alonso.
Alonso, y a propósitodelseudónimo, afirma:“La que escribe, como dice Rimbaud, no es María Teresa Adriasola, pero tampoco Elvira Hernández” (109). Ante ello, recordamos unas palabras de la autora donde sostiene que el poeta es una especiedemédium, esunaintensidad porlaquepasaellenguajedemuchos, incluido el de los pájaros. Leamos: “Entonces me desvisto vuelo al punto de partida el aireymedeshago”(64). Elsegundo prólogo es de Bernardita Bolumburu, académica y crítica de la UDP.
Ella se fija en el título del texto y recuerda una excavación famosa: “El descubrimiento en 1871 de la ciudad de Troya gracias al trabajo arqueológico de HeinrichSchliemann”(120). Luegosostienequeestehechoprodujo una profunda grieta en el pensamiento racionalista del siglo XIX, puesTroyayanoerapurainvención; el caballo, Aquiles y Elena eran ahora posibles. De ahíque, Bernardita afirme lúcidamente: “Mito e historia se fundieron al desenterrar la tierra y las ciudades, desdedondesedesenterraba también la poesía”, es decir, desenterraron también La Ilíada.
Hernández dialoga con estas ideas y sostiene “todo poeta es un arqueólogo por excelencia y entiendo que esta es una tarea sin fin” (106). La diferencia con los que buscan y encuentran las ciudades del mito, es que la poeta busca, y encuentra, versos hermosos como “dejemos que hable el viento” palabras que recuerdan a la escritora que tiene nombre de viento, Mistral unida, ya lo dijimos, a Elvira Hernández, gracias al Premio Nacional. No sé si al lector le parece, pero creo que la próxima vez que veamos flamear la bandera de Chile, podríamos recordar en homenaje íntimo y secreto a estas dos poetas tremendas.
Para escribir, launaprefirióelegir el femenino del nombre de arcángel, Gabriela, seguidoporMistral, denominación de un viento que azota las llanuras y que al llegar a las montañas elige las brechas, los desfiladeros, que las separan para atravesarlas y llegar hasta el mediterráneo. La otra prefirió un seudónimo cualquiera. Un nombre de señora, Elvira, seguido de Hernández. Apellido de amplia presencia en nuestras tierras. Ambas están unidas por que han sido las únicas mujeres en ganar el Premio Nacional de Literatura. ConElviraHernández se hizo una doble justicia, reparar en algo la histórica postergación femenina y destacar la calidad de su obra. Obra velada por cierto secreto, por un ánimo de hacerse imperceptible, tal como su seudónimo.
Veamos que dice sobre ello: “Los seudónimos aparecen como una cosa poética, pero tienen una función sirven sencilla mente para no dejarse atrapar” (Revista Pájaro Pardo, 1992). La pregunta cae de cajón ¿ Atrapar por quién? La respuesta es sencilla: “Por el poder la poesía no puede ser funcional a ningún sistema.
Debe ser plenamente libre”... Y el ansía por la libertad será lo que marca su primer libro, La bandera de Chile, escrito en 1981 y que circuló en copias mecanografiadas por temor a la feroz e implacable censura que sufrimos durante esos años tan duros. Elpoemariodestacaporsuvisión de la bandera, símbolo secuestrado por el régimen que la hizo propia, quién no comulgaba con el aquél no era chileno. Frente a ello la voz de la poeta sostiene.