Siria y la incertidumbre
Siria y la incertidumbre E N F O Q U E S I N T E R N A C I O N A L E S ¿ Una nueva relación Trump-Kim? Tras su regreso a la Casa Blanca, Donald Trump ha expresado su intención de retomar el diálogo con Kim Jong-un, generando reacciones mixtas en la comunidad internacional. Mientras algunos observan con interés la posibilidad de evitar una escalada de tensiones, otros, como Corea del Sur y Japón, siguen con inquietud cualquier señal de acercamiento entre EE.UU. y Norcorea. El primer mandato de Trump estuvo marcado por un vaivén diplomático con Pyongyang. En 2017, la relación alcanzó un punto crítico, con amenazas mutuas y descalificaciones personales. Sin embargo, el 12 de junio de 2018, en Singapur, ambos líderes sorprendieron al mundo al sostener un histórico encuentro, el primero entre un presidente estadounidense en ejercicio y un líder norcoreano. Le siguieron dos reuniones más: en Hanói, Vietnam, en febrero de 2019, y un breve encuentro en la Zona Desmilitarizada entre ambas Coreas, en junio del mismo año. Pero a pesar de la pompa y el simbolismo, estos encuentros no produjeron resultados concretos en cuanto a la desnuclearización de Corea del Norte y la relación entre Trump y Kim se enfrió. Ahora, en 2025, la Corea del Norte con la que Trump intentará negociar no es la misma de hace seis años. Pyongyang ha avanzado considerablemente en el desarrollo de su programa de misiles balísticos, incluyendo armas hipersónicas capaces de evadir sistemas de defensa. Además, ha fortalecido sus vínculos con Rusia, vendiendo municiones y piezas de artillería a Moscú a cambio de tecnología militar de punta.
Incluso, Kim ha ido más allá, al enviar 10.000 soldados a apoyar a Rusia en la guerra de Ucrania, de los cuales 3.000 ya han combatido en la zona de Kursk, capturada por las fuerzas ucranianas. Este nuevo escenario hace que la estrategia de Trump para retomar el diálogo sea mucho más compleja que en 2018. Corea del Norte ya no busca exclusivamente un alivio de sanciones, sino ser reconocida como una potencia nuclear y, a partir de ese punto, avanzar hacia un eventual tratado de paz. Sobre todo, porque Kim ha encontrado en Rusia un aliado estratégico que le proporciona tecnología y apoyo político. Esto no solo complica las negociaciones con Washington, sino que también altera el equilibrio de poder en la región, generando preocupación entre los aliados históricos de EE.UU. en la zona.
La caída del régimen de Bashar al Assad, en diciembre pasado, y la consolidación en el poder del grupo islamista Hayat Tahrir al Sham (HTS) han alterado profundamente el panorama político y geoestratégico de la región. Sin embargo, lejos de representar una transición hacia un escenario de mayor estabilidad, la nueva realidad parece envuelta en la incertidumbre, tanto para los actores internos como para la comunidad internacional. Uno de los principales factores de preocupación es el pasado de HTS. Originalmente vinculado a Al Qaeda bajo el nombre de Frente Al Nusra, el grupo --y su líder-afirman haberse distanciado formalmente de la organización terrorista en los últimos años, en un intento por obtener legitimidad política. No obstante, sus raíces islamistas y su historial de violaciones a los derechos humanos generan desconfianza en Occidente.
En este contexto, el levantamiento de las sanciones internacionales, originalmente impuestas al régimen de Bashar al Assad, está condicionado a garantías concretas de que no habrá represalias contra minorías y disidentes políticos, y de que se respetarán los derechos de las mujeres.
Varios países europeos --como Francia, Alemania y Ucrania-han enviado a sus cancilleres a Damasco para evaluar de primera mano la viabilidad de una normalización progresiva de las relaciones con el nuevo gobierno, pero las dudas persisten. La toma del mando por HTS también ha alterado los planes originales de la coalición rebelde que derrocó a Al Assad. Mientras que varios grupos opositores aspiraban a un gobierno más amplio y plural, la centralización del poder en manos de Al Golani ha generado fricciones internas. Si bien HTS controla la mayor parte del territorio, aún existen zonas fuera de su dominio; en particular, las regiones bajo control kurdo en el noreste del país. Estas áreas, gobernadas por las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS), fueron claves en la lucha contra el Estado Islámico.
Sin embargo, los kurdos se sienten traicionados por Estados Unidos, luego de que --tras años de apoyo en el combate contra los yihadistas-durante el primer gobierno de Donald Trump se redujo significativamente su respaldo ante las presiones de Turquía y la propia dinámica en Siria. La presencia kurda en el noreste es un punto de conflicto no solo con el nuevo gobierno en Damasco, sino también con Ankara. Esta ha respaldado a milicias opositoras a las FDS, con el objetivo de debilitar la influencia de grupos que considera una amenaza para su seguridad nacional. Es que el Presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, busca consolidar su influencia en Siria, tanto para contener cualquier posibilidad de insurgencia kurda como para ampliar su esfera de poder en la región. En este frágil equilibrio, la Unión Europea ha tomado una postura pragmática, demandando las referidas garantías antes de evaluar el levantamiento progresivo de sanciones.
Esto, en un contexto donde la estabilidad en Siria es clave no solo para la región, sino también para Europa, que teme una nueva oleada de refugiados si el país colapsa en otro ciclo de violencia y represión.
Siria y la incertidumbre El reciente nombramiento de Ahmed al Sharaa, más conocido como Abú Mohamed al Golani (su antiguo "nombre de guerra"), como presidente de transición en Siria, ha marcado otro giro en la convulsionada historia del país..