Autor: POR JUAN CRUZ GIRALDO
Profesoras CONTRA LA SEQUÍA
Profesoras CONTRA LA SEQUÍA Ya en 2017, cerca del 15% de la población de Monte Patria, una comuna ubicada en la provincia de Limarí, se habían ido debido a la sequía.
Los primeros en partir en busca de trabajo fueron los hombres adultos, luego las mujeres y después los jóvenes, dejando atrás a los niños, quienes enfrentan el estrés hídrico, el deterioro de su pueblo y también la soledad. Sin embargo, un grupo de incondicionales profesoras los acompaña, ayudándolos a sobrellevar la escasez y la pérdida de confianza en el futuro. “Hay muchas necesidades, pero somos una comunidad y no deben sentirse solos”, dice una de ellas. “La sequía lleva más de quince años en esta zona. Son niños que heredaron de sus padres la rabia, pero al no conocer otra realidad han cosechado una frustración muy injusta”. En Monte Patria se han cerrado fundos, lecherías y pequeños comercios. También se han secado los huertos y en las montañas agrietadas y amarillentas han muerto animales famélicos y deshidratados. Sin muchas opciones, los jefes de hogar han migrado para trabajar en minas o en ciudades que todavía no han sido afectadas por la megasequía. Algunos vuelven, pero otros no.
Actualmente, hay una certeza: son 655 los estudiantes matriculados en el Colegio República de Chile, el liceo con enseñanza completa más antiguo del pueblo, pero no está claro cuántos de ellos se han quedado sin la compañía de un adulto, al cuidado de un hermano que muchas veces también es menor o bajo la supervisión de algún vecino. En esta comuna del Limarí, hay hogares donde niños de apenas diez años se encargan de cocinar, organizar y manejar su vida cotidiana sin que nadie los note. Según la Organización de Naciones Unidas, esta localidad es la primera del país en tener una población de desplazados por el estrés hídrico. Un fenómeno que se conoce como migración climática. En 2017, cerca del 15% de los habitantes de Monte Patria dejó su pueblo en busca de mejores condiciones de vida y abandonaron sus casas. El pronóstico no es auspicioso: de acuerdo con la Organización Internacional para las Migraciones, para 2050 el cambio climático podría forzar el desplazamiento de unos 140 millones de personas en todo el mundo. Se calcula que 17 millones de ellas estarían en nuestro continente. Pero el desafío no solo afecta a quienes se van, sino también a los que se quedan: la población atrapada. Sheylan Villegas (50) es docente de Lengua y Literatura, vivió su adolescencia en Monte Patria y se fue a estudiar a Arica para ser profesora de básica. Volvió a la comuna en 2002, porque añoraba la vida rural, el silencio de las montañas, la frescura del río Grande y ver a los burros y cabras apareciendo por sorpresa entre las calles. Es cono-cida por su personalidad efervescente: tiene una voz amable, una sonrisa amplia y es entusiasta.
La profesora jefe de quinto básico comenta que una de las mayores consecuencias de la sequía en los niños es la soledad, pero antes de llegar a esa conclusión enumera algunas de las privaciones que enfrentan sus alumnos por la escasez hídrica: uno de ellos, de doce años, solo se baña una vez a la semana cuando el celador del canal da el agua y aparece un débil riachuelo en el patio de su casa. Entonces, en ese momento, él y sus hermanos se agachan en el canal y se tiran agua con las manos. La que sale por el grifo o la que les entregan en los camiones aljibe, la usan para lavar la ropa y los platos.
Hay 1.199 hogares que dependen de un camión aljibe para acceder a agua potable y que se encuentran registrados en la Ficha Básica de Emergencia Hídrica (FIBEH), según datos proporcionados por el Ministerio de Desarrollo Social y Familia al Gobierno Regional de Coquimbo para octubre del 2024. Sheylan regularmente saca de su bolsillo y compra toallas higiénicas, paños desechables, desodorantes, jabones, talco y otros productos de aseo personal, que acomoda en un canasto dentro de la sala. Los deja a disposición de todos, especialmen-te para aquellos que, debido a la falta de agua y recursos, no pueden ducharse en casa. “La sequía lleva más de quince años en esta zona. Son niños que heredaron de sus padres la rabia, pero al no conocer otra realidad han cosechado una frustración muy injusta”, cuenta. “Cuando los veo llegar enojados, los hago hablar. Como soy profesora de Lenguaje, uso la expresión oral como herramienta. Nos sentamos, escuchamos y si explotan en tristeza, lloramos todos. Involucro estas emociones en los procesos de aprendizaje, porque hay muchas necesidades, pero somos una comunidad y no deben sentirse solos.
La mayoría de estos dolores los compartimos”. A la presión cotidiana que sienten quienes viven en lugares donde las condiciones climáticas son adversas, se suma la tristeza y la rabia, advierte Rodolfo Sapiains, uno de los expertos chilenos que han estudiado de manera temprana este fenómeno socioclimático. “Surgen conceptos como la solastalgia, una nostalgia por el lugar tal como era antes de la sequía. Esa comparación provoca malestar en las personas. Se vive un duelo ecológico, marcado por el dolor ante la pérdida de ese entorno que nunca volverá a ser el mismo.
A esto se suma la ecoansiedad, caracterizada por el miedo a un futuro aún más adverso y la sensación de que no se podrán afrontar los desafíos”, dice el investigador principal del Centro de Ciencia del Clima y la Resiliencia (CR2) y también miembro del comité asesor científico de Cambio Climático del Ministerio del Medio Ambiente C4. El colegio está en el centro de la ciudad, no tiene racionamiento de agua y recibe a niños de Chañaral Alto, Tulahuén, Central Los Molles, Cerrillos de Rapel, Carén, entre otras localidades cordilleranas. Es una construcción amplia, de 26 salas, y la de la profesora Sheylan llama la atención, porque está llena de imágenes de Snoopy, que ella misma pegó en las paredes. Su metodología no es la convencional, sino una adaptada a los tiempos: bailan, cantan karaokes y hacen rimas de hip hop y trap para aprender la materia. “Quiero que sientan que el colegio es un espacio donde pueden ser felices y estar contenidos”. Liliana González (50) es profesora de Ciencias Naturales y la actual jefa de la Unidad Técnica Pedagógica General Bási-ZEDNÉLEMOINOTNASOLRACca.
Nació en Monte Patria, es hija de temporeros y a lo largo de su vida ha sido testigo de todas las modas agrícolas que se cosecharon en su tierra: la palta, los olivos, las mandarinas, los higos. Hoy, los fundos que no cerraron, apenas mantienen una nómina modesta de trabajadores mientras los campos se secan.
“Yo no me iré, me quedo: aquí nací, aquí nacieron mis hijos y aquí siguen naciendo niños que necesitan ir al colegio y encontrar profesoras que, con cariño, les digan que el futuro puede ser diferente”. Ella dice que la ausencia de los padres también ha ausentado las expectativas de los pequeños sobre sus propias vidas. “Cuando les preguntaba qué querían ser cuando grandes, veía dudas. Entonces, empecé a decirles que la meta era la universidad, que lo repitieran en voz alta, porque tenían que salir de aquí. Hicieron el ejercicio de imaginar. El cambio fue rápido: mejoraron sus notas y su comportamiento. Tener un objetivo moviliza. Creer en ellos hizo una diferencia”, relata.
“Yo sí quiero saber qué les pasa, cómo están, involucrarme y evitar la deserción, porque estoy segura de que un niño feliz aprende. ¿El profesor solo debe enseñar? La discusión sobre los alcances de la pedagogía se queda corta”. Según datos entregados por la Seremi de Educación de Coquimbo, para 2022, se registró solo un 1,3% de deserción escolar.
Es decir, 64 alumnos abandonaron la escuela, una cifra que se considera intermedia en comparación con el contexto general: en Río Hurtado, a 105 kilómetros del pueblo, la tasa llegó al 1,8%.La soledad de la sequíaJuana Aros (62) es la inspectora general y cuenta que hace unos meses una alumna de cuarto medio, quien apenas cumplió la mayoría de edad, reclamó la custodia de sus hermanas pequeñas. Su mamá dejó el pueblo para buscar trabajo y no volvió. “Son niños que quieren ser vistos.
Viven realidades duras, porque es otro tipo de pobreza, porque además de lo material y la falta de agua, están solos, ¿a quién le van a pedir ayuda? ¿ Cómo van a fortalecer su autoestima si no se sienten amados?”. Para la docente, la soledad es caldo de cultivo para los problemas de salud mental y el microtráfico.
“De a poco han aparecido en los relatos los nombres de drogas que antes no se escuchaban: de la marihuana, pasaron al clonazepam y ya se habla de tusi”. Liliana cuenta que, hace unos días, un pequeño de octavo básico estaba llorando en uno de los pasillos. Le dijo que en su casa se sentía como una pared: Invisible. “Le pregunté si quería que llamara a su apoderado, y aunque los niños generalmente responden que no, él me pidió que sí lo hiciera. Quería verlo”. Sheylan cree que las dinámicas en las familias se han resquebrajado. “Cuando los papás vuelven, traen todo lo material que no pudieron entregar antes, pero la contención, el respeto y la autoridad quedan pendientes. Los estudiantes tratan a sus padres como si fueran hermanos de visita, porque se independizan emocionalmente mucho antes”. Sheylan tiene un grupo en WhatsApp con todos sus alumnos, incluso con los que ya egresaron. Sabe que no es parte de sus obligaciones como maestra, pero recalca que para ella su meta es acompañarlos. “Quiero que cuando los niños vengan al colegio se encuentren con un lugar en el que pueden ser felices. No como una obligación, sino como una alternativa positiva para sus vidas. Para que puedan imaginar un mundo en el que no serán espectadores silenciosos”. Liliana plantó un par de pimientos afuera de su casa. Los muestra con orgullo, porque son los únicos árboles en toda la cuadra. Es una especie resiliente, de raíces tan profundas, que pueden acceder a la humedad en las capas más inferiores del suelo. Por esa cualidad se mantienen saludables, dan sombra y algo de esperanza en medio de las colinas áridas de Monte Patria. ZEDNÉLEMOINOTNASOLRAC.
Las profesoras Sheylan Villegas y Liliana González dicen que, a pesar de que las personas están dejando Monte Patria, ellas se quedan porqu y recibe a niños de localidades cordilleranas como Chañaral Alto, Tulahuén, Central Los Molles.