¿Octubrismo?
A través de entrevistas a líderes como Karina Delfino, Camila Vallejo, Karol Cariola, Giorgio Jackson y el propio Presidente Boric, los cientistas políticos Juan Pablo Luna y Gloria de la Fuente exploran en este libro, publicado por editorial Catalonia y del cual ofrecemos un extracto de las conclusiones, las motivaciones, logros y dificultades de la generación que alcanzó el poder en Chile en 2021.
A modo de conclusión 'Las ideas y miradas que dan vida a este libro son difíciles de sintetizar en una breve conclusión. [... ] Por esa tazón, nos limitaremos aquí a puntuasiéte observaciones que creemos fundamentales para entender el presente político de Chile y algunas de sus vertientes. Unidos por la capacidad de movilizar Primero, las biografías de nuestros entrevistados reflejan trayectorias de vida y orígenes sociales diferentes, jalonadas por instancias de encuentro y acción común a lo largo de los años. Dichas instancias generan un sentido común que, más allá de divergencias tácticas y estratégicas, construyen vínculos que cruzan espacios de inserción institucional.
Esto último se produce más marcadamente en la generación de 2011 (Boric, Cariola, Jackson, Vallejo) que en la generación de 2006 (Delfino y Valenzuela) [... ]. La capacidad de movilizar, en una época en la que los partidos políticos tradicionales pierden progresivamente participación, es probablemente la principal instancia de encuentro de esta generación [... ]. Habiendo llegado desde la periferia urbana a colegios del centro de Santiago en busca de la promesa de movilidad ascendente, la generación de 2006 se conoce y politiza su demanda contra la desigualdad educativa en los encuentros organizados por el Ministerio de Educación a fines de la presidencia de Ricardo La= gos (2005). Esa generación termina de cristalizar luego en la movilización estudiantil de 2006 a la que se vincula también desde una i ción al menos incipiente con orgánicas partidarias (el Partido Socialista en el caso de nuestros dos entrevistados, otras orgánicas partidarias, incluso de derecha, en el caso de otros líderes [... ]). La generación de 201, en tanto, cristaliza en torno a las movilizaciones estudiantiles de ese año en las que convergen liderazgos autónomos respecto de los partidos tradicionales (Boric y Jackson, provenientes de distintas vertientes) con dos liderazgos Lecturas 4 Documentos de la Juventud Comunista (Cariola y Vallejo). Esta trayectoria refleja, desde sus inicios, una relación problemática con el sistema político tradicional Reemplazar a la élite o incorporarse a ella Segundo, en esa relación problearece claramente el germen de las disputas generacionales que han venido a tensionar, en los últimos años, la relación entre los liderazgos nacidos de la movilización social de 2006 y 201 y los liderazgos de los partidos tradicionales [... ]. La relación problemática con el sistema político tradicional queda de manifiesto, de modos diferentes, en apuestas que terminan combinando, descoordinadamente, pujas por el reemplazo (de) o la incorporación (a) las élites políticas tradicional: la búsqueda de espacios de acción social originalmente lejanos a la política al alero de plataformas como la de Un Techo para Chile, a la fuerte tensión que por momentos emerge entre el PC y las Juventudes Comunistas, la negociación de cupos electorales dentro de la orgánica socialista [... ] o la búsqueda de una izquierda autónoma, revolucionaria y con fuerte inspiración latinoamericanista en la Sur Da.
Estos esfuerzos descoordinados culminan con la formación, primero, de la alianza electoral Apruebo Dignidad (entre el Frente Amplio y el Partido Comunista), y luego, a poco de comenzado el gobierno de Gabriel Boric, con la in ión (aún problemática) del Socialismo Democrático (PS y PPD) en el gobierno [... ]. Pragmatismo juvenil, impericia adulta Tercero, la relación crítica respecto al sistema político tradicional es también fruto de sucesivas instancias en las que el pragmatismo del liderazgo juvenil choca con la impericia de algunos de los liderazgos adultos. Si bien las referencias a ambos gobiernos de Sebastián Piñera son numerosas, la (Continúa en la página 14) relación con los gobiernos de la Concertación también construye frustraciones sucesivas.
A esas frustraciones contribuyen, por supuesto, la falta de comprensión respecto a las complejidades de gobernar, pero también una serie de episodios que van radicalizando, mediante la frustración que produce el “ninguneo”, a movimientos que en principio nacen en torno a demandas sumamente acotadas. En esta trayectoria el pragmatismo deviene, progresivamente, en un ánimo más destituyente.
Sin embargo, ese ánimo se canaliza por las vías institucionales, sea compitiendo por cuotas de poder al interior de partidos tradicionales o vía la creación de nuevos colectivos que disputan electoralmente su participación en la arena institucional.
La emergencia de la “bancada estudiantil” en 2014, con la elección de Boric, Cariola, Jackson y Vallejo como parlamentarios simboliza el éxito de esa apuesta [... ]. No obstante, esa apuesta no encuentra tampoco canales unívocos. En el caso de Jackson y Bo, su propuesta fue más bien insistir en la creación de un referente político distinto, en ese entonces, con un alto componente de disputa generacional.
Mientras tanto, en el caso de Cariola y Vallejo, la alternativa fue más bien sumarse desde sus propios partidos a la Nueva Mayoría [... ]. Espíritu autoflagelante Cuarto, existen continuidades evidentes entre los episodios de movilización ocurridos en 2006,2011 y 2019 [... ]. La continuidad fundamental radica en lo que podría denominarse la “brecha cultural” que genera primero el 2006 y que refuerza el 201.
Esa brecha cultural tiene relación con la posibilidad que abre, ante un sistema político que se percibía como impermeable, para avanzar demandas de cambio “desde las calles”. Además de la ampliación de los repertorios de acción política, en opoión aun 'ema que comete sucesivos errores al momento de acoger y procesar demandas en principio acotadas, la brecha cultural también co'mienza a abrirse en torno a la politización de desigualdades asociadas al “modelo”. Esa politización, al menos desde la narrativa que hoy plantean los líderes del movimiento estudiantil, parece similar a la crítica que desde dentro de la Concertación planteaban los “autoflagelantes”. Del mundo popular alos sectores medios Quinto, también existen importantes discontinuidades entre los tres mode protesta, El proceso de politización de las desigualdades se inicia con una reivindicación que para el movimiento del 2006 tiene un marcado caFicha de autor Juan Pablo Luna es profesor titular de la Escuela de Gobierno y del Instituto de Ciencia Política de la UC, e investigador asociado en el Instituto Milenio Fundamentos de los Datos y en el Instituto Milenio Viodemos. Gloria de la la Fuente es cientista política de la Universidad Católica y doctora en Ciencias Sociales de la Universidad de Chile. Expresidenta del Consejo para la Transparencia, actualmente es subsecretaria de Relaciones Exteriores. Rácter de clase. Quienes habían logrado llegar a colegios del centro de Santiago, desde colegios públicos de la periferia, politizan desde ese contraste la desigualdad educativa y sus efectos en reproducir la desigualdad más ampliamente entendida.
En 201, el movimiento pierde parcialmente esa entonación de clase, aunque amplía su convocatoria [... ]. La promesa de movilidad social ascendente por vía de la inversión en educación constituyó una piedra fundante de la narrativa autocomplaciente. Chile había logrado crecer económicamente y derrotar la pobreza; para mitigar la desigualdad estaba la educación de las nuevas generaciones.
La politización de esa promesa, crecientemente percibida como “falsa” por los jóvenes más educados, pero también más conscientes de la profunda desigualdad de Chile, termina politizando al “modelo”. Un rol central en este proceso lo tuvieron los resultados ambiguos de la política pública del Crédito con Aval del Estado implementada por el gobierno de Ricardo Lagos. [... ] Este se presentaba como una forma justa de hacer posible el sueño de familias de sectores medios bajos, respecto a que sus hijos alcanzaran un mejor nivel de vida que el de las generaciones previas.
No obstante, la promesa se vio parcialmente frustrada: un importante porcentaje de estudiantes egresó con abultadas deudas y accedió a empleos que no les permitían pagar los créditos que habían tomado para educarse [... ]. Las movilizaciones de 201 tienen, entonces, como un elemento muy importante la frustración de familias que vieron en la educación un portal hacia una vida mejor para sus hijos.
En ese contexto, las demandas también crecientes en torno a los déficits de los sistemas de salud y pensiones comenzaron a empaquetarse también en una visión crítica del “modelo”, habilitando la construcción de un movimiento social que logró convocar a sectores más amplios que el movimiento de 2006. Con los años, también se irán incorporando otras causas, como las del movimiento feminista y las del medioambientalismo, que ampliarán su convocatoria y transformarán definitivamente el carácter de la movilización social.
La “traición” a las demandas por parte del sistema político tradicional (reiteradamente referida como el episodio de la “foto de las manos arriba” durante el primer gobierno de Michelle Bachelet), así como los sivos casos de corrupción que involucraban a la élite política y empresarial terminan de perfilar el carácter destituyente del movimiento social que abreva en la herencia de 2006 y 2011. Si en la voz de los entrevistados la herencia principal de la dictadura es “el modelo”; lo que caracteriza a los “30 años” es la incapacidad de habilitar reformas que logren mitigar sus efectos.
Lo que los actores de los “3o años” pierden con los años es la capacidad de aplacar el descontento [... ]. Por otra parte, a diferencia de sus padres y abuelos, los liderazgos juveniles pierden el miedo a la represión violenta de la protesta.
En este doble movimiento parece estar la raíz de la capacidad de estos nuevos liderazgos de poner en entredicho al “modelo” y a las élites políticas que habían gestionado la transición [... ]. [... ] Tras un par de semanas de movilización estudiantil, el 19 de octubre de 2019 la movilización estalla y desborda la capacidad de cualquier liderazgo para encauzarla y tarla. Si bien el estallido de 2019 recoge muchas demandas surgidas de instancias de movilización anterior y termina por impugnar al “modelo”, se trata de una instancia diferente.
No hay voceros ni negociación posible, el repertorio de la protesta cede al repertorio de la violencia. [... ] Adiós a las masas Sexto, si bien la historia oficial sugiere que el Acuerdo por la Paz y la Nueva Constitución, firmado por la mayoría de las fuerzas políticas con representación parlamentaria el 15 de noviembre de 2019, propicia el fin del estallido, también es cierto que otros tres elementos contribuyen a ese resultado: el propio desgaste de un movimiento sometido a fuertes niveles de represión policial, la llegada del verano de 2020 y las restricciones de movilidad asociadas a la pandemia del covid-19 a principios de marzo de 2020. La incapacidad de los liderazgos de 20n de dialogar con quienes se vuelcan masivamente a la protesta en 2019 es decidora de una limitación fundamental de su construcción política. La brecha cultural que logran generar en la impugnación del modelo y de las élites políticas tradicionales no encuentra correlato en la articulación política de una organización alternativa.
En cierta medida, estos nuevos liderazgos, aunque se insertan en aparatos políticos tradicionales (el PS y el PC), y aunque crean nuevas estructuras políticas, no logran trascender un sesgo clave de la organización política chilena de la postransición: se trata de organizaciones que movilizan desde arriba, pero que carecen de enraizamiento profundo en la sociedad. En cualquier caso, el Acuerdo marca un hito importante para los liderazgos estudiantiles.
Por un lado, coloca en lados distintos de la mesa a los liderazgos comunistas (Cariola y Vallejo) y a los liderazgos frenteamplistas (Boric y Jackson) para resolver un conflicto político y social que tenía en crisis en ese entonces a la administración de Sebastián Piñera. Mientras los primeros deciden o firmar el acuerdo, los segundos lo hacen.
En el caso de Boric, a título personal y desafiando a su partido (Convergencia Social). Ese hito, terminará sentando las bases para la exitosa carrera presidencial que Gabriel Boric tendría en 2021, enfatizando su compromiso con la democracia y la moderación, y contraponiéndolo, especialmente en la elección primaria de Apruebo Dignidad, a la visión más dura y radical del Partido Comunista.
A pesar de este quiebre, nuevamente, los liderazgos nacidos de la movilización del 20n recomponen rápidamente relaciones y terminan «¿ Octubrismo? Como pensó y cooperando cercanamente en el con- ¡ perando € n el co país la generación texto de dicha elección presidencial. Que llegó prematuramente a gobernar Chile», Juan Pablo Luna y También terminan siendo piedras angulares del primer diseño político del nuevo gobierno que inicia en 2022 encabezado por Gabriel Boric Editorial Catalonia, octubre 2024. Quiebre generacional Séptimo, durante este ciclo largo de movilización política, los liderazgos entrevistados para este trabajo logran articular un proceso de socialización inversa.
Primero desafiando los miedos de sus mayores respecto a su involucramiento político y su participación en la protesta, luego logrando expandir el foco de sus reivindicaciones desde la demanda educativa a la impugnación del modelo y de la clase política tradicional. Este proceso termina, tras años de relación problemática con ese sistema político tradicional, por cristalizar en un conflicto generacional. Por un lado, las nuevas generaciones juzgan la actuación de la élite de la transición desde una perspectiva fuertemente moralizante. Por otro, los liderazgos tradicionales resienten la impugnación y señalan la falta de experiencia y la frivolidad de la nueva generación que llega a ejercer el poder en 2022.
Un Gloria de la Fuente, primer año difícil y plagado de contratiempos en el gobierno, así como la derrota del plebiscito para aprobar el proyecto de nueva Constitución emergido de la Convención Constitucional, el 4 de septiembre de 2022, abren una nueva etapa en dicha relación. [... ] Cualquiera sea ese derrotero, concluimos este trabajo con dos certezas: Por un lado, la articulación e incorporación política de los sectores populares sigue siendo una materia pendiente para la izquierda chilena y la contribución de esas generaciones que se movilizaron en el pasado logró correr el cerco de lo que era posible poner en discusión durante los 30 años de democracia en Chile desde 1990.
En ausencia de dicha articulación es posible seguir ganando elecciones en el futuro, pero seguirá siendo muy difícil impulsar transformaciones estructurales, a no ser que existan cambios institucionales relevantes y conciencia de la necesidad de articular un proyecto político que colabore en superar o más bien administrar las diferencias.
Recurriendo nuevamente a la manida metáfora de la guitarra, en ausencia de una capacidad real de vertebrar el descontento social se podrá aprender a tocar la guitarra, pero no se logrará cambiar la música que se toca con ese instrumento. L.. ] Parece claro que esta generación que habla con mucha honestidad en estas entrevistas mantendrá su centralidad y relevancia política en las próxilas.
Pero también es claro que su destino se juega en articular que una crítica al “modelo”. El desembarco en el gobierno ha coincidido con una crisis de seguridad sin precedentes, asociada a fenómenos complejos relativos a la economía política de los mercados ilegales, el descontrol migratorio y al recrudecimiento de conflictos históricos como el de La Araucanía. Desde el gobierno, al que arribaron sin programa articulado sobre estos temas, esta nueva geneDocumentos ración ha debido tomar conciencia de la centralidad de los problemas de seguridad para sectores que decían venir a representar. Y han debido asumir, no sin ambigúedades, la centralidad del Estado de derecho para empujar transformaciones sociales que beneficien a los más vulnerables. También han descubierto, en el segundo año de gobierno, los límites de la superioridad moral. En término; programáticos y pensando nuevamente en su proyección futura, se trata también de una generación que ha pensado poco todavía, y con poca profundidad, sobre los desafíos que hoy debe enfrentar Chile.
Si el modelo está agotado, ¿cómo crecerá Chile en las próximas décadas? ¿ Cómo lo hará de modo sus tentable? ¿ Qué capital humano requiere ese modelo de crecimiento e inserción en un mundo en rápida transformación, en que la hegemonía estadounidense ha cedido espacio a una centralidad creciente de poderosos desafiantes como China? ¿ Qué riesgos sociales y qué desafíos estratégicos generará ese modelo, más allá de eslóganes todavía superficiales como el de un “sistema de cuidados” y una sociedad “feminista”? Dicho de otro modo, esta generación que supo oír e interpretar bien los reclamos de 2006 y 2011, ¿qué puede decirle al país que aparece en 2019, al que rechazó dos muevas propuestas de reforma constitucional (una de ellas fuertemente ligada a sus reivindicaciones históricas)?, ¿qué relación tiene con ese electorado que, en un breve plazo, otorgó resonantes (aunque evanescentes) victorias electorales a los independientes (muchos de ellos de izquierda) en 2021 y a la ultraderecha republicana en 2023?