¿Podrá el Senado frenar a Trump?
Unque todavía en algunos condados de Estados Unidos se siguen contando votos, a casi un mes de la elección, no hay dudas de que la victoria de Donald Trump fue contundente. Consiguió 76,9 millones de votos (por 74,4 millones de Kamala Harris) —es el primer republicano en ganar el voto popular desde 2004— y acumuló 312 votos en el colegio electoral, por 226 de Harris. Una diferencia amplia, aunque lejos de los 365 electores que consiguió Barack Obama en 2008, los 332 del mismo Obama en 2012 o los 525 de Ronald Reagan en 1984.
De hecho, es cada día más evidente que la insistencia de Trump y sus asesores por hablar de un mandato “poderoso y sin precedentes” no essólo una cuestión de vanidad, sino también una forma de preparar el terreno para tomar acciones radicales una vez en la Casa Blanca.
Para ello, el Partido Republicano consiguió también una sólida mayoría en la Cámara de Representantes (220 escaños, por 214 de los demócratas) y también en el Senado (53 escaños frente 45). No está claro, sin embargo, que la cámara alta vaya a ser un simple buzón de los deseos del presidente. La primera señal la han dado dos nombramientos.
Primero, el “El control de los nombramientos será la primera medida de la capacidad del Congreso de mantener su rol como balance del poder”. Senado se resistió a confirmar al primer candidato de Trump para fiscal general, Matt Gaetz, acusado de tráfico sexual y consumo de drogas, hasta que finalmente debió retirar su postulación Luego, el bloque republicano en el Senado rechazó la elección como líder de la mayoría del senador Rick Scott (Florida), un acérrimo aliado de Trump impulsado por el sector MAGA, e instaló en su lugar a John Thune, de Dakota del Sur. Este último ha dicho que, si bien Trump tiene derecho a elegir quién quiere para los altos cargos, piensa ejercer el papel del Senado de examinar y aprobar —o vetar— a los candidatos. El propio Trump llamó a los líderes del Senado a aceptaran los llamados «nombramientos en receso», un resquicio que consiste en nombrar cargos cuando el Senado no está en funciones.
El líder republicano saliente, senador Mitch McConnell (Kentucky), ha sido uno delos que ha abogado por mantener la potestad del Senado, al igual que Thune, Susan Collins (Maine), Lisa Murkowski (Alaska), John Cornyn (Texas) y algún otro.
Pero este grupo, de los denominados «institucionalistas», enfrenta no sólo el poder del Ejecutivo, sino también a una facción nu'merosa, pujante y vociferante de seguidores de Trump, dispuesta a darle carta blanca en el mismo Senado. Algunos legisladores, de hecho, han avalado los deseos del mandatario electo para que sus nuevos funcionarios no tengan que cumplirlos habituales controles del FBI. El presidente electo ha dicho también que esperar que los republicanos en el Congreso también se sometan a sus deseos en el ámbito de las políticas públicas y el control sobre el gasto federal.
La lucha del puñado de legisladores republicanos por preservar su función constitucional de «asesoramiento y consentimiento» durante las próximas semanas puede ser la primera medida de la capacidad del Senado de mantener su rol como balance del poder presidencial o si, por el contrario, Trump consigue burlar la autoridad del Congreso, pasar por encima delos controles y, con ello, desplegar un poder prácticamente sin límites.