La grieta de Lanata
La grieta de Lanata El día que ganó cuatro premios Martín Fierro en 2013, Jorge Lanata subió al estrado del Teatro Colón de Buenos Aires e introdujo un término que describiría como ningún otro la polarización de la Argentina kirchnerista: “Hay como una división irreconciliable, lo que yo llamo la grieta y creo que es lo peor que nos pasa”. La grieta no solo definió una era que se alarga hasta hoy en el país vecino, sino también a su autor. Porque Lanata, muerto el lunes a los 64 años, fue un profesional tan contradictorio como la sociedad que cubrió durante casi cuatro décadas. Por un lado, un periodista implacable, un auténtico perro guardián que cuestionó al poder con valentía y agudeza.
Sin embargo, por otra parte, al hacerlo fue construyendo un personaje cada vez más protagónico, una estrella mediática que a veces creyó valer más que las noticias que reporteaba y que, de esa manera, puso su inconfundible figura en el centro de su mensaje, perjudicándolo, a veces, de forma irremediable. Nacido en 1960, Lanata jugó un rol destacado en el periodismo argentino. Ya a los 14 años trabajaba como redactor de boletines radiales. Tenía solo 26 cuando fundó Página/12, el diario que dirigió por una década y desde donde disparó desde la izquierda contra el gobierno de Carlos Menem. La ironía, la creatividad y la denuncia fueron desde entonces marcas distintivas de su trabajo, que no tuvo contemplaciones con Menem, con la Alianza que lideró Fernando de la Rúa ni con el kirchnerismo. Acusó a Menem en Día D, el primer programa de TV que condujo.
Creó medios escritos (la revista Ego y Veintiuno y el periódico Crítica), digitales (Data 54) y estuvo presente en radio (Hora 25, Rompecabezas, Lanata sin Filtro). En 2004 dirigió el documental “Deuda” y luego produjo varios más. Escribió numerosos libros sobre una amplia serie de temas. En 2012 llegó a Clarín, donde publicó columnas hasta que la salud se lo permitió. Entre 2012 y 2023 condujo “Periodismo para Todos”, espacio televisivo de actualidad e investigación periodística.
Fue un innovador atrevido, un exitoso comunicador multiplataforma que se movió con destreza en todos los formatos porque entendió que no es el soporte el que define al periodista, sino el contenido que entrega a la audiencia. “Lo importante es decir algo, tener algo para decir”, sostenía. Un periodista que puso el dedo en la llaga sangrante de la corrupción. Era consciente de que la denuncia es una necesidad intransable en un país donde el que no llora no mama y el que no afana es un gil. Se ganó la lealtad de un público que lo siguió a lo largo de su carrera y el temor de los poderosos, que lo detestaban. “Quizás el poder me odie más que a nadie. Pero está bien, porque yo trabajo para eso”, afirmó. Un personajeInevitablemente, la exposición fue haciendo de él un personaje. Aunque se confesaba tímido, no rehuyó jamás la atención. El periodista devino en celebridad.
Surgió en él la grieta entre elsupieron de su infancia en la parte pobre de Avellaneda; de su madre enferma y su padre distante; de su adicción a la cocaína que duró diez años y la difícil desintoxicación en Estados Unidos; de que se enteró a los 55 años que fue adoptado; de sus múltiples problemas de salud (tabaquismo, diabetes, obesidad, apnea del sueño, problemas renales); de su desorden financiero (“ganás un fangote, pero gastás mucho más”, le dijo una vez a su representante); de su gusto por las mujeres (“cientos de chicas en cientos de lugares”, escribió) e incluso de sus intentos de suicidio.
Traspasó las barreras de su profesión y se hizo parte del espectáculo: alguna vez se entrevistó a sí mismo, participó en el teatro de variedades, dirigió el videoclip “La argentinidad al palo”, canción del grupo rebelde Bersuit Vergarabat (“Del éxtasis a la agonía/ Oscila nuestro historial/Podemos ser lo mejor/ O también lo peor/ Con la misma facilidad”), se vinculó con rockeros como Charly García, Andrés Calamaro y Fito Páez. Decía que su ego no era grande, pero es obvio que optó por convertirse en un personaje y hablar en primera persona.
Vestía trajes coloridos y a rayas; fumaba con desparpajo donde estaba prohibido hacerlo; usaba anteojos y pañuelos de diseño; pronunciaba palabrotas al aire (la cortina musical de “Periodismo para Todos” era la canción “Fuck you” de Lily Allen). Su vida sentimental (tres matrimonios, dos hijas), sus entrevistas que mezclaban intimidad con periodismo, los múltiples premios que ganó, sus cambiantes preferencias políticas, la rivalidad con Néstor Kirchner, Cristina Fernández y Javier Milei... Durante largo tiempo, Lanata fue un generador de noticias sobre el poder; al final, hizo de sí mismo una noticia. El protagonismo que adquirió le restó eficacia a su mensaje. Ello no significa, por supuesto, que no fuera hasta su último aliento un periodista formidable, dotado de un poco frecuente instinto para la noticia y una audacia única. Pero había iniciado una prolongada transición hacia la celebridad que lo perjudicaba. La muerte prematura le impidió completarla. Quizás fue mejor así. Argentina tiene un pacto de idolatría con las estrellas que se apagan temprano: Carlos Gardel, Diego Maradona, Eva Perón. Ahora Lanata ha ingresado al panteón. nAELOREIVAJOCSICNARFDIRECTOR DEL CENTRO DE ESTUDIOS DE LA COMUNICACIÓN (ECU) UNIVERSIDAD DE LOS ANDESinformador inclaudicable y la figura del showbiz porteño. Relató su intimidad a Luis Majul, quien en 2015 publicó “Lanata. Secretos, virtudes y pecados del periodista más amado y más odiado de la Argentina”. Un par de años después, él mismo lanzó “56”, un libro donde contó detalles de su vida. Los argentinosUn periodista que puso el dedo en la llaga sangrante de la corrupción. Era consciente de que la denuncia es una necesidad intransable en un país donde el que no llora no mama y el que no afana es un gil. Argentina tiene un pacto de idolatría con las estrellas que se apagan temprano (... ) Ahora Lanata ha ingresado al panteón”.. JUAN IGNACIO BRITO