No olvidar a Ucrania
No olvidar a Ucrania El inminente regreso de Donald Trump a la Casa Blanca ha reavivado la incertidumbre global, especialmente respecto de la guerra en Ucrania.
Sus declaraciones de campaña, en las que aseguraba poder terminar el conflicto en solo 24 horas --sin explicar cómo-contrastan con sus recientes afirmaciones en una conferencia de prensa, donde reconoció que podría tomar meses resolver la situación. Pero este cambio de tono no disipa las dudas. El temor central radica en la posibilidad de que Trump presione a Ucrania a aceptar la pérdida de los territorios conquistados por Rusia a cambio de una paz inmediata. Ello no solo sería dev a s t a d o r p a r a Ucrania, sino que impactaría sobre la estabilidad global.
Aceptar la cesión de territorio bajo la presión de una potencia agresora sentaría un precedente muy peligroso: la idea de que invadir a otro país no conlleva consecuencias reales y que la prolongación de un conflicto es suficiente para doblegar la voluntad internacional.
En otras palabras, si en 2014, cuando Rusia anexó ilegalmente la península ucraniana de Crimea, la comunidad internacional hubiese reaccionado con más decisión y las sanciones impuestas hubiesen sido más contundentes, es posible que Putin no hubiera invadido Ucrania, hace casi tres años. Datos recientes del Instituto para el Estudio de la Guerra (ISW) señalan que Rusia ha mantenido presencia en más del 20% del territorio ucraniano desde el inicio de la invasión, en febrero de 2022. La ayuda militar de EE.UU. a Ucrania ha superado los US$ 75 mil millones, destacando la importancia de este apoyo en la resistencia ucraniana. Un giro debilitaría principios fundamentales del orden internacional basado en reglas, donde la integridad territorial y la soberanía nacional son pilares esenciales. Así, otras potencias con ambiciones expansionistas podrían verse alentadas a actuar de manera similar, desestabilizando aún más regiones como el Indo-Pacífico o el Medio Oriente.
Además, presionar a Kiev para aceptar concesiones podría dañar las relaciones entre EE.UU. y sus socios europeos, particularmente dentro de la OTAN, donde países como Polonia y los Estados bálticos han manifestado su firme apoyo a la integridad territorial de Ucrania.
Una estrategia de este tipo por parte de Trump podría ser interpretada como un debilitamiento del compromiso estadounidense con sus aliados y con el principio de defensa colectiva que ha definido la seguridad global desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. Y es que Ucrania no solo lucha por su propia supervivencia, sino por la vigencia de un sistema internacional que proteja a los Estados frente a la agresión externa. El mundo no puede permitirse una paz negociada a costa de la justicia y la integridad territorial. Permitir que Rusia se quede con territorios conquistados por la fuerza no solo traicionaría a Ucrania, sino que abriría la puerta a un futuro más inestable y peligroso para todos.
Por eso, la incertidumbre que genera el regreso de Trump no radica solo en su retórica, sino en el mensaje que sus decisiones podrían enviar al resto del mundo si es que esa retórica se traduce en acciones: que la fuerza y la prolongación del conflicto pueden ser suficientes para forzar concesiones inaceptables. El mundo no puede permitirse una paz negociada a costa de la justicia y la integridad territorial..