Autor: Rosabetty Muñoz
La Paz, ciudad maravillosa
Así dice un gran cartel nada más salir del a e r o p u e r t o adentrarse y Alto, en El una ciudad expansión en desde los cerros, bajando a la hondonada en que está La Paz. La capital de Bolivia ubicada a 3.600 metros sobre el nivel del mar golpea con su belleza y los efectos de la altura en el organismo que reacciona alarmado. Habíamos tomado precauciones y el cónsul de Chile, Juan Carlos Fernández, nos esperaba en el aeropuerto con una dosis de la pastilla que ayuda en esta primera incursión en la cima de Los Andes.
La ocasión del viaje es la participación en la vigésima octava Feria del Libro de La Paz y el Festival de Poesía Jauría de Palabras, organizado por la poeta Valeria Sandi; ambos eventos desarrollados en el campo ferial Chuquiago Marka, un espacio enorme que convoca editoriales regionales, y independientes librerías más que grandes firmas internacionales.
Hubo mucho público, se veían familias con bolsas de joven, libros, gente adultos mayores participando de las mesas, conversatorios, presentaciones de libros y autores; un bullir de comunidad expectante frente a las palabras / los libros.
Ese mismo espíritu curioso y atento, estuvo presente en los jardines del Consulado general de Chile, en un encuentro con el Club de Lectores de La Paz que el año pasado estuvo leyendo a Pablo Neruda.
Encabezado por el embajador Fernando Velasco y el cónsul Juan Carlos Fernández, hubo ocasión de entregar los diplomas de participación y el libro Crepusculario, recién editado por la Dirac; la mañana clara y los cálidos diálogos dan cuenta de una forma bella y buena de hacer diplomacia: una apuesta por afianzar los lazos culturales a través de la palabra poética.
Emociona y sorprende el enorme interés por la lectura del pueblo boliviano que se prueba en la existencia de este Club de lectores con más de 800 miembros funciona en registrados, que varios departamentos de Bolivia; autogestionado, no cuenta con más recursos que la pasión de Ariel Claro quien coordina y las voluntarias / voluntarios que animan las distintas propuestas de lectura, entre todos amarranse mueve bajo tierra, el de La Paz nos permite recorrer desde las alturas mirando las formaciones rocosas que parecen esculturas lunares y las casas terracota que se van fundiendo con los cerros, trepando cada vez más alto hasta llegar a El Alto, un asiento poblacional que llega al millón de habitantes y está prácticamente unida a La Paz. Cada cabina del teleférico es para diez personas que se ubican frente a frente. Nada más entrar, se miran y empiezan a conversar mientras se balancean sobre terrazas y ferias (la Feria 16 de julio se extiende por kilómetros abarcando una avenida central instala laterales.
Se y calles cada jueves y domingos con coloridos toldos) En los techos de las construcciones se secan los vestidos brillantes de las Cholitas que se ven en todas partes, en los cubículos voladores nos encontramos con varias que ofrecían sus sonrisas cargadas de oro. Bajamos en una estación de la línea morada para caminar el Mercado de las Brujas que, haciendo honor a su nombre, ofrece para elementos sahumerios, pócimas amorosas, sacrificios, ofrendas para mejorar las siembras. En la entrada de los puestos de venta, se ven llamitas, cabras, neonatos chanchitos disecados que sirven para quemar en algunos ritos. Es también un enorme espacio de venta de artesanía y tejidos de alpaca.
Desde las primeras horas en la ciudad, llama la atención el informal, de cholitas en las calles, el olor de comercio la cantidad las penetrante comidas callejeras, los colectivos que son furgonetas donde la gente acostumbra a bajarse cada vez que un pasajero llega a su destino y volver a subir con paciencia.
No se ven agresivas tiendas o centros comerciales; el colorido, la actitud de las personas al andar la ciudad, la profunda vitalidad que se observa en sus construcciones como colmenas con laberínticos pasajes hacen pensar en un modo propio de habitar. A pesar de tan pocos días como tuve para tantear esta materia viva, pienso que si algo queda de Latinoamérica, está aquí, en La Paz. El Guardián del Mitoalianzas con instituciones que les prestan espacios o algunacolaboración como la donación de libros, descuentos en librerías y otros beneficios.
El arco de edades es amplio, conocí jóvenes de 14 años compartiendo con adultos de la tercera edad; todos comentando experiencias que ilustran la dificultad de acceder a los bienes culturales, pero tambiénel empeño en la búsqueda de oportunidades para vivir el goce estético en comunidad. El Illimani nevado gobierna el paisaje paceño e invita, con su señorial presencia, a recorrer los cielos en el sistema de teleféricos que permite atravesar en distintas direcciones la ciudad. La líneas y colores nos recuerdan el metro de Santiago, pero mientras el nuestro.