Análisis
Análisis Hace un tiempo, una publicación mía en LinkedIn tuvo una reacción inesperada. Fue un comentario breve a propósito de una columna del embajador de Francia en Chile, en este mismo diario, quien destacaba lo mucho que este país tiene de admirable.
Lo llamativo no fue mi reflexión, sino la respuesta: una gran cantidad de reacciones y comentarios de personas que agradecían, casi con alivio, una mirada distinta. ¿Por qué nos sorprende tanto que un extranjero hable bien de Chile? Puede ser el sesgo pesimista de nuestra identidad, la cultura del "chaqueteo", la tentación de ver siempre el vaso medio vacío -incluso en medio de avances objetivos o la costumbre de subrayar lo que falta y lo que no funciona. Todo esto reforzado por la distancia geográfica, que nos imprime una mirada más bien "isle= ña" al relacionarnos con el mundo, El problema es que esta narrativa de derrota tiene costos. Chile atraviesa dificultades reales: económicas, políticas y sociales. Son hechos objetivos que nadie puede descono= cer. Pero tampoco podemos ignorar que el país cuenta con una institucionalidad resiliente =aun después de todo lo vivido que ya quisieran muchos otros.
Nuestro sistema democrático funciona, y el sector privado innova, se adapta y está firmemente comprometido con el desarrollo (la propuesta "Motores para impulsar el crecimiento" de la CPC es una prueba de ello). No reconocer lo bueno nos condena a un estado de ánimo negativo que afecta la confianza, desalienta la inversión, erosiona la cohesión social y provoca desespeplo ao da A ' EL si nos convencemos de que todo está mal y nada funciona. Con ese ánimo, los países no crecen. Existe consenso en que Chile tiene grandes opor-= tunidades gracias a sus recursos naturales, pero seguimos siendo reacios a reconocer lo que hemos construido con esfuerzo y no solo lo que la naturaleza nos regaló. Ser optimista no es ingenuo ni superficial. Es, más bien, un ejercicio de rigor: aplicar la misma vara con la que juzgamos a otros países y reconocer nuestras fortalezas. El optimismo consciente no niega los problemas, pero los pone en contexto. Y esa mirada abre espacio a la acción: a mejorar lo pendiente, a valorar lo construido, a generar cambios significativos. Chile no está condenado al fracaso. Con todos sus problemas, sigue ofreciendo oportunidades únicas. Cambiar el tono no es un gesto menor: puede ser el inicio de un círculo virtuoso en el que la confianza se convierte en motor de progreso y competitividad. No necesitamos más diagnósticos sombríos, sino más voces que, como la del embajador francés, nos ayuden a mirar lo bueno que también tenemos. Tenemos con qué avanzar; lo que falta es convencernos dle ello. que falta es convencernos dle ello.. - - - -