Una señal de vitalidad política
A nominación de Tim Walz, gobernador de Minnesota, como compañero de la vicepresidenta Kamala Harris en la fórmula del Partido Demócrata, terminó por configurar el plantel que disputará los comicios presidenciales de noviembre en Estados Unidos.
La dupla —que debe ser ratificada, en su procedimiento que debiera ser puramente formal, en la convención demócrata que comienza el lunes 19 en Chicago— se enfrentará al expresidente Donald Trump y su compañero de lista, el senador por Ohio J. D. Vance, por el Partido Republicano.
Para los demócratas, la nominación de Walz pone fin, aparentemente, a cinco semanas de vértigo, marcadas por la renuncia a su candidatura del actual mandatario, Joe Biden, luego de su pobre desempeño en el debate presidencial del 27 de junio, y la evidencia, cada vez más node su falta de vitalidad para enfrentar una campaña demoledora.
Harris no era la única postulante a tomar el relevo, pero logró conjurar rápidamente las ambiciones de otros aspirantes, consiguió el respaldo de los principales líderes del partido —como los expresidentes Clinton y Obama—, aceleró la recaudación de “La configuración de la disputa política en EE.UU. Ofrece un nítido contraste a los electores, más allá de los aspectos personales”. Fondos y, lentamente, ha ido acortando la ventaja de Trump en las encuestas, tanto nacionales como en los estados clave. Este jueves, por primera vez en lo que va del año, un sondeo de alcance nacional dio a la carta demócrata por delante.
La elección de Walz parece arriesgada en ese contexto: se daba por sentado que Harris buscaría un acompañante que atrajera a los electores más moderados, pero el gobernador —profesor de secundaria y reservista de la Guardia Nacional— está, en aspectos de política, a la izquierda de la vicepresidenta. Desde que tomó el mando en su estado, en 2016, ha aumentado consistentemente el gasto en educación y otras acciones consideradas progresistas. Recibió, además, la bendición de Bernie Sanders y el ala izquierda del partido.
Sin embargo, su origen, su imagen pública y su trayectoria de vida le permiten a Walz conectar con la llamada América profunda —rural, blanca, desconfiada de las élites— tal vez mejor, incluso, que la propia abanderada. Un detalle significativo: es el primer candidato demócrata, desde 1980, que no es abogado.
La contundencia con que los demócratas lograron reconfigurar su oferta presidencial; la identificación de ambas duplas con las bases dominantes en sus respectivos partidos; la configuración de una disputa política que ofrece un nítido contraste a los electores, en lugar de una controversia basada sólo en la edad o el prontuario de los candidatos; y la energía inyectada a la competencia —principalmente por parte de Harris— son una muestra de la vitalidad de la política estadounidense, más allá, incluso, de si el resultado de noviembre favorece finalmentea Trump.
No es distinto, por cierto, a lo que ha ocurrido recientemente en Francia o el Reino Unido, en circunstancias disímiles y con diferentes regímenes de gobierno: sistemas políticos dinámicos, con líderes hábiles y enérgicos, son capaces de adaptarse al vértigo de la sociedad moderna y sortear, de momento, las previsiones más apocalípticas sobre el futuro de la democracia.