COLUMNAS DE OPINIÓN: Generación ansiosa
COLUMNAS DE OPINIÓN: Generación ansiosa T omada a jóvenes de 15 años, la prueba PISA mide habilidades de comprensión lectora, análisis matemático y científico. El estudio se ha venido realizando cada tres o cuatro años y, al divulgarse sus resultados, son ampliamente comentados y debatidos desde Helsinki hasta Santiago, y en un total de 73 países. Menos conocida es la evidencia sobre otros aspectos que recoge la prueba por medio de cuestionarios dirigidos a estudiantes, padres, profesores y directores. La información es muy rica y hay antecedentes valiosos desde el año 2000 en adelante. Una materia de creciente estudio son las respuestas de los estudiantes sobre el clima escolar y, en particular, sus emociones en colegios y liceos.
Estos son algunos de los datos que ha tenido a la vista el académico estadounidense Jonathan Haidt para cuestionar la displicencia con que se ha tratado el uso de los celulares en colegios durante la niñez y la adolescencia. Sus análisis se han plasmado en el libro "La generación ansiosa", publicado recientemente en español.
Entrevistado por Artes y Letras, de "El Mercurio", ha confirmado sus aprensiones. "Estoy seguro, en un 90 por ciento, de que la infancia basada en el teléfono está bloqueando el desarrollo de millones de jóvenes en el mundo. Les provoca ansiedad y depresión en cantidades nunca vistas y está interfiriendo en su educación. Si alguien dice que está tranquilo pues las redes sociales son seguras para los niños, está loco", dijo. La pequeña duda seguramente tiene que ver con que los estudios existentes, por las metodologías empleadas, no pueden demostrar causalidad.
Con todo, las correlaciones son abrumadoras y parece imposible desligar la ansiedad, los trastornos alimentarios y también la depresión de niños y adolescentes actuales, entre otros problemas de salud mental, de la expansión de los teléfonos inteligentes y del acceso que brindan a las redes sociales. Desde luego, estos problemas emergieron con fuerza en los últimos 10 o 12 años, coincidiendo en dicho lapso la masificación de esos teléfonos con una creciente soledad de niños y jóvenes. Los datos de PISA son preocupantes y afectan a la gran mayoría de los países.
Por ejemplo, la proporción de los estudiantes que en la OCDE estaba en desacuerdo con la afirmación de que hacían amigos fácilmente en el colegio alcanzaba un 14% en 2000; en 2012, no había cambiado y se situaba en 13%, pero en 2018 subió a 25%, para mantenerse en ese nivel en 2022.
La evolución para Chile es aún más alarmante: un 16 y 14 por ciento estaban en desacuerdo con dicho enunciado en 2000 y 2012, respectivamente; en 2018 la proporción llegó a 32%, para situarse cuatro años más tarde en 37% (como se ve, el fenómeno emergió antes de la pandemia). En el caso de Chile, asimismo, la proporción de jóvenes de 15 años que se sienten solos en el colegio pasó de 9% en 2012 a 22% en 2018 y a 27% en 2022. El cambio en la misma década en el promedio de la OCDE fue de 9 a 16 por ciento. Es evidente que ha habido una evolución que no es sana. Otras cuatro preguntas indagan en factores similares.
Todos apuntan en la misma dirección, y en Chile el fenómeno es más pronunciado: combinando las seis respuestas y usando criterios metodológicos habitualmente aceptados, se puede elaborar un índice de soledad para nuestro país, que muestra que este habría pasado de un 13,6% en 2012 a un 31% en 2018, y luego habría tenido un pequeño aumento adicional, para situarse en 32,9% en 2022. Por cierto, es un fenómeno que impactaría con especial fuerza a los niños entre los 10 y 15 años. Haidt sugiere que el cerebro en este período hoy se "recablearía" de una manera distinta, por la presencia de las redes sociales. Aquí estaría la clave de la generación ansiosa que ha emergido y que, atendida la nueva modulación cerebral que ha desarrollado, tendría consecuencias de largo plazo. Se trata de un asunto que aún es fuente de gran debate, pero parece razonable ser prudente con el uso de estas tecnologías en la sala de clases.
Han existido muchas expectativas respecto de su contribución al proceso educacional, pero la evidencia de un impacto positivo es más bien mezquina, y los propios niños y jóvenes confiesan, en diversos estudios, que ellas han mostrado ser más bien una fuente de distracción antes que de aprendizaje. Las correlaciones entre problemas de salud mental en los estudiantes y la expansión de los teléfonos inteligentes son abrumadoras. Generación ansiosa.