El Presidente, la DC y el cardenal: última oportunidad de diálogo
El Presidente, la DC y el cardenal: última oportunidad de diálogo En agosto de 1973, se dieron espacios de diálogo públicos y secretos entre el presidente de la República, República, Salvador Allende; y el presidente de la Democracia Democracia CrIstiana, Patricio Aylwin, en medio de meses críticos de ingobernabilidad, donde ningún político quiso ceder, dejando al país encaminado a un control militar En 1973, el país avanzaba sin frenos hacia el desastre. Pareciera Pareciera que todos sabían que estaban sentados sobre el polvorín, pero nadie actuaba para evitarlo.
Ese año, la inflación llegó al 600%. La falta de alimentos era tan grave, que las importaciones llegarían a 512 millones de dólares (200 millones más que el año pasado). La emisión de billetes llegó al 450% y el circulante creció al 363%. Las remuneraciones bajaron en un 50%. Todas señales mostraban que la crisis era irreversible.
Allende tenía claro que, para la Unidad Popular, el objetivo de las elecciones del 4 de marzo de 1973 era asegurarse de impedir que la oposición tuviera los dos tercios necesarios para destituirlo a través de una acusación constitucional.
Por eso, cuando la UP obtuvo el 43,3% de los votos, el resultado (7 puntos menos que la elección de abril del 71) fue considerado como una victoria, pese a que la oposición unida en la Confederación Democrática alcanzó el 54,6%. Mantenían una mayoría en el parlamento, pero no con suficientes votos votos para acusar al Presidente. Sí permitía a la oposición evitar que la legislación de Allende pudiera favorecer la vía chilena al socialismo. Pasada la elección, los militares estaban en el Gobierno dejaron el gabinete. Volvieron a sus cuarteles con la sensación de la misión cumplida, luego de terminar con el paro de octubre, resguardar al Presidente para que saliera del país y garantizar elecciones limpias. Pero la inestabilidad permanente del gabinete se iría convirtiendo convirtiendo un problema. Allende llegó a designar 71 ministros en sus 35 meses de gobierno. Un promedio de dos ministros al mes. Hubo casos como el Ministerio del Interior, donde hizo 9 cambios. Minería tuvo 7 ministros. LA ENU Y LOS ULTRAS DE LA UP Uno de los proyectos más resistidos por la oposición fue el de la Escuela Nacional Unificada (ENU). Una vez pasadas las elecciones, elecciones, el Gobierno insistió. El rechazo de la oposición se basaba en su idea de que -al igual que el racionamiento de alimentosera otra forma de control sobre la población, concientizando en el marxismo a los estudiantes. El proyecto generó gran revuelo y sólo fue retirado después del férreo rechazo que presentaron la Iglesia Católica y la Armada. Allende tenía debilitado el frente interno. Su propio partido, el PS, no lo apoya y busca intensificar el proceso revolucionario, junto con el MAPU y el MIR, porque ya no creen posible la vía legal al socialismo.
Su líder, Carlos Altamirano, planteó que las elecciones no servían y que debían pasar al olvido, diciendo: “El socialismo leninista leninista tuvo y tendrá sólo un riel que carece de todo parentesco con comicios libres, secretos e informados. Esa monserga queda para los archivos”. Todos los “ultras” de la UP reiteran que ellos están por “avanzar sin transar” y esa conducta invariable producirá un quiebre del sistema, sistema, que no tendría remedio. El PC lanza una campaña para advertir sobre una posible guerra civil, pero insiste en mantenerse en la vía legal.
La frase: “Compañero, “Compañero, lo más revolucionario es cumplir el Programa”, refleja que ellos querían seguir ceñidos a un plan y a una estrategia menos confrontacional, con la cual entendían que el país desembocaría en una guerra civil. Un vocero de esta advertencia fue el Premio Nobel de Literatura, Pablo Neruda, miembro del PC, quien declaró en su última entrevista, entrevista, en julio de 1973: “Estamos en una situación bastante grave. Lo he llamado, a lo que pasa en Chile, un Vietnam silencioso, en que no hay bombardeos, en que no hay artillería. Se están usando todas las armas, del exterior y del interior, en contra de Chile.
Estamos ante una guerra no declarada”. En julio se declara un nuevo paro nacional, que al igual que en octubre de 1972, va comprometiendo a diversos sectores de la población población y generando una visión de caos y desorden a nivel de todo el país. El principal objetivo de los huelguistas es derechamente pedir la renuncia al Presidente.
Es el momento en que la Contraloría General de la República, el Colegio de Abogados, la Cámara de Diputados y la Corte Suprema de Justicia, emiten fundadas declaraciones en las que aseguran que el gobierno ha incurrido en graves y reiterados quebrantamientos del orden constitucional, que ponen en peligro la seguridad interna y externa del país. Todas esas declaraciones abren paso o respaldan de modo tácito, la intervención militar.
LOS ÚLTIMOS INTENTOS DE DIÁLOGO En los próximos capítulos de este ciclo de reportajes, entraremos en profundidad en lo sucedido el 29 de junio, con un frustrado alzamiento que es recordado como “el tanquetazo”. Este hecho se suma a todos los problemas económicos y políticos de Allende, a quien le van quedando pocos caminos para buscar soluciones. Entiende que hay solo tres opciones claras para salir de la crisis.
Buscar el diálogo con la Democracia Cristiana para equilibrar las fuerzas políticas; aliarse con los militares para obtener su respaldo y asegurarse que por participar ellos en el gobierno no le harán un golpe: y llamar a plebiscito para que aprueben o rechacen su gestión. A continuación, analizamos la primera de ellas.
EL CARDENAL COMO ARTICULADOR DE DIÁLOGO El problema central que tiene la DC con la UP es que no comparte comparte la ilegalidad (expresada en los “resquicios legales” analizados en reportajes anteriores) que aplica el gobierno para estatizar en el campo y a las empresas. Muy lejos están del año 70, cuando los programas de Tomic (DC) y Allende tenían ciertas similitudes. El tema de fondo se vincula al cambio de la propiedad privada por tres tipos de propiedad: estatal, mixta y privada. Para consolidar ese cambio se necesitaba una reforma constitucional. Los senadores senadores DC Renán Fuentealba y Juan Hamilton, habían realizado dicha propuesta en 1972. Con la mayoría que la DC y el PN tenían en el Congreso, aprobaron aprobaron y despacharon el proyecto de las tres áreas de la economía. El Presidente tenía que promulgarlo o vetarlo. El Ejecutivo, entendiendo que tenía que saltarse el Congreso donde era minoría, se negó a aprobarlo e intentó promulgar la reforma reforma en forma parcial. Primero quiso usar al Tribunal Constitucional, pero cuando éste se declaró incompetente, intentó que la Contraloría General de la República le permitiera promulgarla parcialmente. Pero el organismo contralor aseguró que ese modo era inconstitucional y Allende debía promulgar completamente la reforma o saltarse la Constitución. Así las cosas, dialogar con la DC era un camino para buscar una cercanía con el centro que aislara a la derecha y fortaleciera a la Unidad Popular. El 9 de julio de 1973, el nuevo ministro del Interior, Carlos Briones, Briones, se dirigió al país para tranquilizar a la opinión pública después del tanquetazo.
Al hacerlo, dijo: “La aceptación de la tesis del Congreso Congreso significaría terminar con el sistema presidencial y caer en un nefasto régimen de seudo parlamentansmo (... ). La Contraloría, en un sorprendente dictamen, se ha atribuido facultades que, constitucionalmente constitucionalmente no tiene”. Finalizó abriendo un espacio a negociar con la DC, al decir que creía en un “fructífero diálogo con la oposición democrática”. Dos días después, la respuesta del presidente de la DC, Patricio Aylwin, fue categórica.
En una sesión especial del Senado, para debatir debatir las denuncias sobre grupos armados y el hallazgo de explosivos y elementos bélicos en manos de militantes de la Unidad Popular, declaró: “No hay diálogo posible bajo amenaza o intimidación. Nadie dialoga con la pistola al pecho.
Yo no puedo sentarme a negociar con un interlocutor que me recibe con una metralleta sobre la mesa”. Cinco días después, el Presidente Allende contestó: “Es una insolencia, insolencia, porque el diálogo no implica exigencias previas”. Pero, más allá de esta reacción, el gobierno necesitaba ese diálogo diálogo con la DC. El 23 de julio, el presidente del Partido Radical, Anselmo Sule, fue el encargado de anunciar que el Presidente Allende conversaría conversaría con la directiva de la falange. En esta instancia, había sido clave la intermediación de la Iglesia Católica. Se hicieron dos la mañana y la noche del día 30 de julio, pero no hubo consensos ni menos acuerdos. Participaron el ministro del Interior, Carlos Briones: y el vicepresidente de la DC, senador Osvaldo Olguín. Como una forma de sellar las conversaciones, el 2 de agosto se publicó un intercambio de cartas entre Aylwin y Allende. En ellas, quedaron claras las posiciones de cada uno.
Patricio Aylwin, presidente del PDC, planteó cuatro puntos que eran las condiciones condiciones ante cualquier entendimiento: necesidad de afianzar el orden institucional y la plena vigencia del Estado de Derecho: necesidad de cumplir el mandato constitucional de que las Fuerzas Armadas y el Cuerpo de Carabineros son los únicos depositarios de la fuerza y no pueden existir otros grupos armados paralelos; necesidad de terminar con las “tomas” y otros medios ilegítimos de imponer de hecho y por la fuerza la voluntad de grupos minoritarios que se arrogan representación representación del pueblo o de los trabajadores, y; necesidad de definir de una vez por todas el régimen de propiedad de las empresas delimitando legalmente el área social, la mixta y la privada y regulando el régimen de participación de los trabajadores. Como el diálogo no prosperó, el 2 de agosto las partes aceptaron aceptaron hacer públicas las cartas que se intercambiaron después de las conversaciones. En ellas, Aylwin deja en claro que su participación se debe al llamado del Espiscopado Católico para “crear las condiciones de un diálogo que haga posible un entendimiento”. Sin embargo, el acuerdo no se produce.
El 3 de agosto, la directiva directiva del Partido Demócrata Cristiano determinó que el diálogo había terminado, en una declaración pública donde afirma que “es penoso constatar que el Presidente de la República y su Gobierno tienen una percepción diferente de la mayoría de los chilenos sobre la gravedad y la urgencia de los problemas que aquejan al país”. Desde la Iglesia, el cardenal Raúl Silva Henríquez había sido clave en la generación de este diálogo. Años más tarde, haría una profunda reflexión sobre lo sucedido y la responsabilidad de los políticos en lo que vivió Chile en esa ápoca. En sus memorias, cuenta detalles de las conversaciones. Dice que una noche de mayo de 1973 tenía invitado a cenar a Eduardo Frei Montalva. Allende se enteró de esta reunión y le pidió que fuera a verlo antes. Allí le dijo que quería conversar en privado con Frei. Estaba convencido de que “frente a frente, ambos podrían resolver resolver todos los malentendidos y los desacuerdos que estaban haciendo ingobernable al país”. Frei se negó, porque consideraba que Allende tenía posiciones ambiguas. ambiguas. Allende volvió a llamar al cardenal después que fracasaron los diálogos con la DC, para pedirle que lo ayudara a restablecer las conversaciones conversaciones con dicho partido. Le dijo que estaba convencido de que quedaban unas pocas semanas antes de que sobreviniera una revolución revolución violenta. Las memorias del Cardenal describen que, la noche del 17 de agosto, Aylwin y Allende volvieron a conversar, pero en secreto. Hubo respeto y cordialidad. Aylwin le dijo: “Presidente: usted tiene que definirse, tiene que tomar una decisión política. No se puede estar bien con Dios y con el diablo. Usted no puede estar con Altamirano y con la Marina. No puede estar bien con el MIR y pretender estarlo con nosotros. Hasta ahora, Usted parece querer conciliar lo inconciliable y, con su capacidad de persuasión, persuasión, cree ir superando los obstáculos; pero eso es sólo transitorio.
Para lograr soluciones reales, tiene que definirse”. Allende le contestó que todo le resultaba complicado: “Pelear con la burocracia es muy difícil”. El Cardenal escribe que Allende, a la hora de los bajativos con “agüita de cebada” (ingenioso término del sacerdote) declaró orgulloso: orgulloso: “Esto es Chile: el Presidente de la República, masón y marxista, se reúne con el jefe de la oposición, en la casa del cardenal. ¡Esto no ocurre en ningún otro país!”. Como conclusión de la reunión, el Cardenal cree que ya no había había espacio para la paz y entrega un antecedente final: “Allende envió un mensaje a Aylwin, diciéndole que estaba dispuesto a promulgar la reforma a las áreas económicas del país, dándose un plazo de tres meses para resolver qué se haría con las industrias y las empresas ocupadas de facto. La DC no aceptó eso”. En todas las oportunidades de diálogo descritas, la realidad hacía muy difícil los acuerdos.
Era mucho más peligroso que los políticos no se entendieran y que cada uno quedara en su espacio, dando paso a una crisis que abría las puertas a la llegada de los militares para poner orden. Los civiles fueron incapaces de lograr la mínima gobernabilidad y dejaron abandonadas sus responsabilidades políticas, cuidándose de no dar ningún paso en falso que pudiera complicar su imagen a futuro. No hubo futuro. Debieron quedarse 17 años fuera del proceso político por no correr el riesgo de buscar una solución a los requerimientos del país.
LA Desde HISTORIA la incapacidad de DEL los políticos 11 DE SEPTIEMBRE DE 1973 para gobernar hasta la desgracia de la dictadura ¡ El destino de Chile estuvo en las manos de estos dos personajes de Salvador Allende y Patricio Aylwin, el Presidente de Chile y el presidente del partido más importante del país en ese momento. Pero lamentablemente no llegaron a ningún acuerdo, dejando al país encaminado al control militar. Era una lección repetida en la historia de nuestro país: cuando los civiles no resuelven los problemas y la crisis es muy grande, gobiernan los militares al gobierno. El Presidente, la DC y el cardenal: última oportunidad de diálogo.