AUMEN: A UN PASO DEL CINCUENTENARIO (7)
AUMEN: A UN PASO DEL CINCUENTENARIO (7) LA DICTADURA YSU REALIDAD VIGILADA ENLA POESÍA DE CHILOÉ n la mañana del 11 de septiembre de 1973 la única radio de la ciudad difundía que fuerzas del ejército Va t a c a b a n el Palacio Presidencial. Era el golpe de estado contra el gobierno de Salvador Allende y en Chiloé, como en todo el país, nuestra realidad cambió.
Juntando los recuerdos de aquel día uno de los poetas formados en el grupo Aumen, Nelson Torres, nacido en Castro en 1958, años después en uno de los poemas de su libro Juglarías escribió: “Mi amigo y compañero de banco! esta vez no llega tarareando a Cat Stevens! Intento escribir en un cuaderno! el nombre de la chica que me gusta. !! Y el Pocho sigue ahí! y no se escuchan! Ruby love, ! Oh Very Young! ni Moon Shadow. !/ La profesora entra y nos anuncia día libre. ! Dice que nos vayamos con cuidado! por el asunto del golpe militar.
” (Nelson Torres, 1982) Así, ese poeta recordaba el día cuando comenzó uno de los sucesos más dolorosos de la historia de Chile, el Golpe Militar de 1973, que fue el inicio de una dictadura que se extendió por largos diecisiete años y asumió el control absoluto de todas las actividades culturales, políticas y económicas de Chile, con la premisa de resguardar aquello que consideraban como “el orden establecido”, postergando o censurando toda expresión social o cultural contraria al orden que impusieron las fuerzas armadas.
En Chile, y también en estas islas, comenzó la incertidumbre y el miedo que se avisa en los versos: “Dice que nos vayamos con cuidado! por el asunto del golpe militar”. Castro en los años setenta era una pequeña ciudad de cinco mil habitantes con un ingreso per cápita de alrededor de 300 dólares.
El centro comercial de esa pequeña ciudad eran dos calles próximas al mercado de abastos que lunes, miércoles y sábados se instalaba cerca de la playa donde varaban las lanchas veleros que traían a las familias que desde los pueblos costeros llegaban hasta la principal ciudad del archipiélago a vender leña o el sobrante de su escasa producción agrícola. En la calle Lillo abundaban bares, restaurantes, carnicerías y almacenes. Otra calle importante era la llamada calle Blanco, una empinada cuesta que unía el puerto con el centro cívico. En ella había tiendas de ropa, zapaterías, ferreterías, casas de importaciones del agonizante puerto libre y más bares. Al caminar por estas calles uno se podía encontrar con lustrabotas, vendedores ambulantes y niños descalzos.
En esos años, Castro tenía un solo hotel para alojar turistas, tres escuelas básicas y dos establecimientos de enseñanza secundaria: La Escuela Industrial y el Liceo Coeducacional de Niñas que a pesar de su nombre era un colegio mixto. No existían universidades. Los pocos jóvenes que terminaban su educación media y cuyos padres tenían medios económicos para financiar estudios universitarios debían emigrar al continente. En plena dictadura, en esa ciudad rural surgió una generación de poetas que fue el origen del grupo literario Aumen.
Una generación afectada por las restricciones que impuso la dictadura militar, pues su producción debió muchas veces circular en la clandestinidad o en la marginalidad de las hojas literarias o hacerse realidad en recitales de poesía realizados en lugares y tiempos donde muchas veces adquirieron el carácter de oposición al régimen militar, sobre todo en los años del “Apagón Cultural”, cuando la dictadura promovió como cultura oficial el espectáculo de artistas ligados al gobierno pinochetista, marginando la creación como acto subversivo de romper los límites del orden institucional impuesto militarmente.
A veces, la poesía escrita en esos años se convierte en un juego de espejos y de irrealidad que se repite en el interior de sí misma, otras veces, los poemas se cargan de ironía y denuncian lo que sucede en la sociedad que a esos jóvenes poetas les tocó vivir, sin caer en lo contestatario, lo doloroso, ni en el panfleto político. Es una generación que recurre al lenguaje poético para expresar lo que sucede en un país sometido a la tergiversación y a los eufemismos del lenguaje oficial.
La trasgresión de los límites impuestos por una cultura militar construida con lugares comunes y la divulgación y publicación de obras de escasa profundidad intelectual, bien lo refleja el poeta Carlos Trujillo, asumiendo, sin perder la esperanza, lo dura que ha de ser la construcción de una nueva sociedad: “Nosotros los que no vemos debajo del agua! ni descubrimos América! con una carabela, ! los que no logramos distinguir una estrella! de otra tan distante como la A a la Z de los tiempos, ! Nosotros los que leemos los diarios! y buscamos mensajes escondidos! en las nubes del mediodía! estamos parados aquí! en la base de una historia que comienza! estamos enfierrando concretando! endureciendo los pilares! de la historía por venir! Pesados han de ser los tiempos venideros.
” (Trujillo, 1986) La persecución y represión que ejercieron los militares, cuando se inició la dictadura, contra militantes y dirigentes políticos de la Unidad Popular, la sufrió el poeta Aristóteles España, nacido en Castro en 1955, desde donde emigró con su familia a Punta Arenas donde fue dirigente estudiantil durante el gobierno de Salvador Allende, y por esa culpa, con 17 años, debió soportar la prisión y la tortura en la isla Dawson. En febrero de 1979, regresa a Chiloé, para integrarse a Aumen y crecer junto a ellos. Acá no sólo se dedicó a la poesía y al taller sino que también hizo una tremenda labor en el trabajo teatral.
Su libro de poemas Dawson es testimonio de una época de horror y violencia que quiso olvidar con los recuerdos de su infancia que lo acompañaban en la marginada soledad de ser prisionero en un campo de concentración: “... la celda es fría! Recuerdo mi infancia en Chiloé! Jugando al trompo cerca de la escuela! O comiendo manzanas en el camino a Llau lloo.
” (Aristóteles España, 1979) Queriendo mantener el control absoluto del país la dictadura militar utilizó el terror, la violencia y la censura para lograr mantener el silencio de los opositores del régimen y enmudecer cualquier manifestación contraria a la ideología gobernante. Ese terrorismo de estado sostenía el orden que imponía la junta militar y anulaba toda posibilidad de cuestionar los actos del poder.
La incertidumbre de vivir en un país donde el orden se sustenta en el terror lo refleja el poeta Sergio Mansilla, nacido en la isla de Quinchao, en el poema “Loncha con prisioneros”: Permanece la loncha anclada en medio de los prisioneros que ya no están. ! A veces, en las noches, cuando Dios levanta los brazos, me acuerdo! de esa loncha que venía llena de prisioneros. ! Cuando los desembarcaron, sólo pude ver un caballo ardiendo en medio del monte. ” Puede que ese caballo sea el deseo de recuperar una memoria que ha sido censurada y carece del recuerdo de los acontecimientos ocurridos en una época abominable. En este poema al hablante le es imposible cruzar los límites de la palabra para describir un mundo en el cual no hay ya objetos, ni seres, ni lugares que describir. Parece el hablante estar encerrado en un calabozo, sometido a toda clase de violencia. Todo desapareció con esa loncha llevando prisioneros: dirigentes de juntas vecinales, integrantes de sindicatos campesinos u otras organizaciones comunitorias. Las palabras que forman el poema de Mansilla nos llevan hasta el umbral de una inevitable ausencia que será un elemento de la literatura escrita en Chiloé aquellos años. Pero Mansilla no fue el único que escribió sobre detenidos, torturados y fusilados por los fuerzas armados.
Mario Contreras Vega recuerda al dirigente comunista Héctor Santana, detenido y ajusticiado en Quellón a pocos días de ocurrido el golpe militar: “Aunque hoy vosotros no sepáis quien fue Santana! o el mismo espíritu no sepa de Santana! porque no tienen cruces nuestros pequeños héroes! porque no hay cronistas que escriban esta historia! y aquí estamos! Esperando juntarnos de improviso... ” (Contreras, 1984) (Continúa el próximo martes) Luis t4ancilla Pérez -4.1 --:= ,.. l_. Por: Ca ríos Trujiíío.