Autor: CRISTIÁN CASTILLO E. Arquitecto, Premio Nacional 2024
Germán del Sol y un mundo de muy pocos
Señor Director: Lamento profundamente que nuestro Premio Nacional de Arquitectura 2006 siga viviendo en un país que no es el suyo. Y lamento, leyendo su nota (ayer), no haber tenido los recursos económicos y las relaciones empresariales que le permitieron hacer una obra en la cual todos los chilenos quisiéramos vivir, trabajar o vacacionar.
Si hubiésemos tenido las condiciones de trabajo que él tuvo, que no le quepa duda que en nuestro país la vivienda social tendría la cantidad de m? de las casas que diseña, usaríamos, en ellas, las inmensas posibilidades tecnológicas que se permite, y mirarían hacia los valles desde esos grandes ventanales tan comunes a su obra.
Lamento, también, que no reconozca la lucha de los que nada tienen por lograr un lugar digno donde vivir, y el inmenso esfuerzo que hacemos y el compromiso que tomamos, tanto desde el Ministerio de Vivienda como desde los empresarios y constructoras, de los profesionales y trabajadores y de los sin casa de este país para, todos juntos, mejorar los diseños y la construcción de la vivienda social en Chile.
Le bastaría con bajar a los territorios en los cuales se desarrollan estos proyectos para entender el cambio profundo que existe en la mirada de lo que debemos y dejamos de hacer para cooperar en la construcción de un país que nos pertenezca a todas y todos. Su opinión sobre el Proyecto Maestranza no vale la pena contestarla, con seguridad no lo conoce.
Como un arquitecto dedicado a la tarea de buscar una ciudad y un barrio compartido y una vivienda digna donde vivir, el reconocimiento amplio que nuestra obra ha tenido, el apoyo irrestricto de quienes la habitan y de quienes luchan por lograrlo, el Premio PAU entregado por la CCHC en 2022 como el mejor aporte urbano de ese año en Chile, la distinción que me dan mis pares con el Premio Nacional de Arquitectura, este año 2024, son para mí razón suficiente para saber que mi trabajo tiene la utilidad y la dignidad necesaria.
Invito a Germán, con el respeto y cariño que nos tuvimos en nuestra época de estudiantes de la Escuela de Arquitectura de la Universidad Católica, a visitar juntos el Proyecto Maestranza, a conversar con las familias que lo habitan, a recorrer la explanada cívica y las plazas, a caminar por los corredores que generan vida comunitaria, a subir y bajar por sus escaleras y a entrar a los distintos departamentos para que escuchemos la opinión de sus habitantes sobre el lugar que habitan y veamos, entre ambos, qué puede hacerse mejor y qué errores debemos evitar.