COLUMNAS DE OPINIÓN: Enseñar la cosmovisión de nuestros Pueblos Originarios para sanar el alma y fortalecer nuestra identidad. La asignatura de Lengua Indigena
COLUMNAS DE OPINIÓN: Enseñar la cosmovisión de nuestros Pueblos Originarios para sanar el alma y fortalecer nuestra identidad. La asignatura de Lengua Indigena Miguel Ángel Rojas Pizarro. Psicólogo Educacional Profesor de Historia Psicopedagogo. @Soy_profe_feliz El latido de la tierra en el aula: Enseñar la cosmovisión de nuestros Pueblos Originarios para sanar el alma y fortalecer nuestra identidad. La asignatura de Lengua Indígena La educación es mucho más que la simple transmisión de conocimientos. Es un espacio donde los estudiantes descubren quiénes son, de dónde vienen y hacia dónde van. Para muchos niños y jóvenes indígenas, la escuela se ha convertido en un territorio ajeno, un lugar donde su cultura, su lengua y su historia quedan en segundo plano.
Cuando un estudiante no ve reflejada su identidad en su educación, el mensaje implícito es claro: `Tu historia no importa'. Pero, ¿qué pasaría si, en lugar de invisibilizar la riqueza de las culturas originarias de nuestra tierra, la escuela se transformara en un espacio de encuentro? Si la cosmovisión de nuestros pueblos originarios no solo se enseñara en fechas conmemorativas, sino que fuera parte integral del aprendizaje diario. No se trata solo de justicia histórica, se trata de identidad, de autoestima, de permitir que cada estudiante crezca con orgullo de sus raíces. La cosmovisión indígena no es solo una serie de relatos o rituales antiguos. Es una forma de entender el mundo, de mirar el cielo, de leer la naturaleza, de convivir en armonía con el entorno. Es un conocimiento vivo que, cuando se valora y se transmite en la escuela, tiene un impacto directo en la autoestima de los estudiantes. Los niños y niñas que aprenden sobre sus raíces en la escuela desarrollan un sentido de pertenencia más fuerte. No es lo mismo estudiar la historia mapuche desde un libro que escucharla de un Educador Tradicional, alguien que ha vivido y sentido esa historia, que la transmite con la fuerza de la oralidad ancestral. No es lo mismo leer sobre el WeTripantu que participar en su celebración dentro de la escuela, sintiendo en carne propia el renacer del sol y el nuevo ciclo de la vida. Cuando un estudiante se reconoce en su educación, no solo mejora su rendimiento académico, también se siente más seguro, más valorado, más íntegro. Y esto no solo beneficia a los niños indígenas. La educación intercultural es un regalo para toda la comunidad escolar. Enseñar la cosmovisión de los pueblos originarios nos ayuda a todos a comprender la diversidad, a respetarla y a enriquecernos con ella.
Uno de los grandes avances en la educación intercultural en Chile ha sido la incorporación de los Educadores Tradicionales en las escuelas a través del Programa de Educación Intercultural Bilingüe (PEIB). Ellos, son la voz de su pueblo dentro del aula, los guardianes de la lengua, los transmisores de la cosmovisión indígena. Su presencia es vital, porque llevan consigo un conocimiento que va más allá de los textos escolares: la sabiduría de generaciones, la memoria de su comunidad. Pero, para que su labor tenga un impacto real, es fundamental que los Educadores Tradicionales no sean figuras aisladas dentro del sistema escolar. Deben trabajar articulados con los docentes, construyendo juntos estrategias pedagógicas que integren la cultura indígena en el currículo de manera natural y cotidiana.
Las escuelas deben abrir sus puertas a la interculturalidad de manera estructural, incorporando la enseñanza de la cosmovisión indígena dentro del Plan de Mejoramiento Educativo (PME). Esto, significa que no basta con invitar a un Educador Tradicional a dar una charla una vez al año. Se requiere una planificación real, con objetivos claros, formación docente en interculturalidad y metodologías activas que permitan a los estudiantes aprender a través de la experiencia. A veces, olvidamos que la educación no es solo un conjunto de asignaturas y pruebas. La educación es el alma de un pueblo. Es lo que nos define, lo que nos da sentido. Si queremos una educación que fortalezca la autoestima de nuestros niños y jóvenes, que los haga sentir seguros de quiénes son, debemos partir por reconocer y valorar su historia, su cultura, su cosmovisión. La enseñanza de los pueblos originarios en la escuela no es un favor ni una concesión. Es un derecho. Un derecho a ser vistos, a ser escuchados, a ser parte del relato común de este país. Si realmente creemos en una educación inclusiva y equitativa, debemos comprometernos a transformar nuestras aulas en espacios donde todas las identidades tengan cabida. Los y las Educadoras Tradicionales, los docentes y las comunidades educativas tienen en sus manos una oportunidad única: hacer de la educación un acto de justicia, de dignidad y de amor por la diversidad.
Porque una escuela que reconoce y valora a sus estudiantes en toda su riqueza cultural es una escuela que educa no solo la mente, sino también el alma. «Una escuela que abraza la cosmovisión de sus pueblos originarios no solo educa la mente, sino que nutre el alma y fortalece la identidad de cada estudiante. Enseñar desde las raíces es sembrar dignidad, pertenencia y futuro. » MAR. -