Autor: Benjamín Escobedo
Carta de un “libre pensador” que “vivió” en la escuela
Fueron casi dos años en que pude contribuir a la formación de alumnos de enseñanza media pertenecientes a un establecimiento educacional de nuestro país, lugar donde las peleas, riñas, tensiones y discreto nivel académico de algunos profesores suele ser parte del paisaje educativo sin el más mínimo escrúpulo profesional, claro, donde un “libre pensador” no logra encajar ante sus pares por la sencilla razón de hospedar un espíritu “disruptivo” en su metodología impartida, incluso, por “habitar” la escuela bajo un sentido de horizontalidad y libertad de pensamiento crítico, uno que hace de esta columna un ejercicio de memoria individual y, por consecuencia, interpela la gestión, formación y vicios que algunos colegios vulnerables del país se debilitan “viendo al muerto pasar”. Primero, dicho establecimiento educacional aludido se encuentra en la comuna de Puente Alto, cuyos inspectores generales son profesores en las áreas de historia, filosofía y literatura. El cuerpo docente se divide entre nivel “técnico profesional” de enseñanza media y profesorado de las asignaturas generales exigidas por el Ministerio de Educación.
Por otra parte, existe una UTP (Unidad Técnico Profesional) que resulta ser psicóloga y docente de historia, una ironía, ya que debiese ser una especialista en temáticas de currículo escolar, leyes del Ministerio de Educación y rudimentos a la vanguardia, bueno, tal vez es el primer vicio, una persona con precarias competencias en el cargo, muy buena profesional, aunque meramente designada al final del día.
Otro de los vectores que son visibles en esta escuela y como tópico de reflexión para el sistema educacional en Chile, encuentra lugar en los abundantes “departamentos” de cada asignatura impartida, donde muchos de sus llamados “jefes de departamentos” suelen ser “personitas” con buen carácter, “experiencia” profesional (como si la antigüedad laboral fuera sinónimo de excelencia y calidad), dicho sea de paso, una mentira que solo los sostenedores, psicólogos y asistentes sociales podrían avalar, ya que ningún control de calidad serio aplaudiría semejante aberración, más aún, entre más años se habite un cargo, más son los vicios que generalmente se suscitan, irónicamente en Chile la “antigüedad constituye grado”. Por ejemplo, en este colegio la “jefa del departamento de educación física”, alias la “colorina rabiosa”, suele mostrar su incompetencia al imponer, gritar y forzar el aprendizaje hacia el alumnado, claro, esta no conoce nada de las denominadas “habilidades blandas”, de lo contrario, sabría que el juego en la educación está en que los alumnos quieran estar, donde se pueda convencer, persuadir y aplicar una andragogía sustancial, probablemente, esta entienda andragogía como sinónimo de pedagogía, como ella, tristemente hay muchos en el sistema.
Cabe señalar que el jefe del departamento de religión tampoco se queda atrás, este desea más bien impar-tir una homilía religiosa por sobre preceptos laicos que, entre paréntesis, son la preciosa savia que el alumnado desea escuchar, aprender y ejecutar, insisto, de estos vicios hay bastantes y por doquier en gran parte de los departamentos inscritos.
No obstante, también haría bien destacar el esfuerzo sistemático que existe al interior de este recinto por dignificar las carreras “técnico profesional de educación media”, sin embargo, sería muy oportuno separar la paja del trigo, la cizaña de este último y los competentes de esos que debiesen ir a beber leche a su casa por incompetentes y deficientes sin el más mínimo temor.
Segundo, un “libre pensador” debe tener la capacidad de pesquisar el problema y realizar la sutura paulatinamente a través de una narrativa que se convierta en carne, no meramente dar respuestas y soluciones en abstracto, sino bajarlas y colocarlas a disposición de todas y todos.
Esto último resulta muy difícil, si, muy difícil cuando los docentes en un colegio no dominan sus materias y el vicio de las famosas “guías de aprendizaje”, nemotecnia (memorizar los contenidos estudiados de forma literal) y usar “bailecitos típicos” para colocar calificaciones, resultan ser el muerto que nadie quiere ver, o bien, conviene ignorar.
A todo esto, y como si ello fuera poco, docentes que parecen payasos en su vestimenta, mal olor, pésima dicción y recurrente sentido de cahuín en sus palabras, no puede sino, indudablemente convertir el espacio de trabajo en una pasarela de “moda”, o bien, en un resabio de mediocridad intelectual, claro, a nadie le importa, pero al final del día esto repercute en la calidad de un establecimiento educacional, donde profesores, inspectores, UTP, Director, TP, psicosocial y el listado podría continuar, sin duda, en su conjunto hacen la “escuela”, pues, hasta ahora, solo espasmos de “exigencia académica” son vislumbrados, ya que la ley del mínimo esfuerzo es el eslogan por excelencia de muchos profesionales del establecimiento educacional analizado. ¿Cómo repercute esto a la reflexión formativa del país? ¿ Es Chile un país de mediocres, donde muchos profesores forman parte de esa camada y se sienten orgullosos de estar más pendientes del “todes” que de perfeccionarse en sus áreas de trabajo? ¿ Cómo mejorar esto si la culpa es compartida, donde la administración de un colegio, Ministerio de Educación y entidades reguladoras suelen albergar vicios que no permiten tener un cambio sustancial? ¿ Cuál es la calidad de las “psicólogas laborales” en un colegio, dado que entrevistan y aceptan profesionales a rajatabla y en el tiempo estos dan constantes dolores de parto? ¿ Son estas psicólogas altamente calificadas o es lo que tiró la marea hacia la educación escolar? ¿ La realidad del colegio enunciado y la experiencia vivificada en sus rincones podría ser sinónimo de una realidad a nivel nacional en aquellos colegios vulnerables? Tal vez, estamos en presencia de una “carta personal” que se inscribe como columna de la semana, donde su contenido versa elegantemente sobre la base de un paupérrimo sistema educacional que vive Chile, donde, alumnos deficientes, estudiantes con prontuario delictual, profesorado muy discreto, lideres con falta de habilidades blandas y “referentes” con débil sustento intelectual, parecen ser parte del aula de un colegio tristemente vulnerable, ese que me hace pensar, reflexionar y “habitar”, por ahora, desde afuera, donde se debaten ideas y soluciones, no menudencias de forma, estilo y formato, categorías que parecen volver “loco” al jefe de UTP de turno y aquellos “lustrabotas” del sistema educacional; desastre que se vive en una parte importante de los llamados colegios vulnerables de Chile en pleno siglo XXI..