Autor: Alejandro San Francisco
Alessandri, el esperado regreso
En esta tercera entrega del historiador Alejandro San Francisco, en la que analiza hitos clave de hace 50 años, pone su mirada en el lanzamiento de la campaña de Jorge Alessandri.
El entusiasmo que generaba su figura en el sector contrastó con la impresión que generaría en sus cercanos: “Apareció un hombre abrumado, cansado, triste”. Por rge Alessandri Rodríguez solía que tenía gran interés en la actipolítica y en la cosa pública, que no gustaba de muchas de las propias de esa vida: las candiday la vida de los partidos, la dey las promesas que no se n cumplir, así como la falta de ración de los hombres públicos daís. Sin embargo, había estado cado desde niño —por tradición, amilia y por sus propias decies— a ser parte de algunos momentos relevantes de la vida chilena en el siglo XX. Nació en 1896 en una familia de varios hermanos, muchos de los cuales destacaron en la vida profesional y política.
Su padre era nada menos que Arturo Alessandri Palma, el famoso León de Tarapacá, quien sería dos veces Presidente de la República (1920-1925 y 1932-1938), un personaje central en el paso del parlamentarismo al presidencialismo y en la incorporación de los sectores medios a la actividad pública. Pero también sufrió el golpe militar de 1924 y después el exilio bajo Carlos Ibáñez del Campo (1927-1931), por lo cual los sinsabores de la política no le fueron ajenos y permearon en su familia. Y, posteriormente, fue uno de los ministros de Hacienda del gobierno de Gabriel González Videla. Además —como puede revisarse en el libro de Patricia Arancibia, Gonzalo Vial y Álvaro Góngora, «Jorge Alessandri 1896-1986.
Una biografía» (Santiago, Editorial Zig-Zag, 1996)— Hace 50 años (TIT): En 1957 dio el gran salto a la política, cuando asumió la candidatura a senador por Santiago, resultando elegido, y al año siguiente fue el candidato presidencial de los partidos Liberal y Conservador, que le permitieron llegar a La Moneda y gobernar entre 1958 y 1964. Ya entonces se transformó en la figura indiscutible de la derecha, como Eduardo Frei lo era de la Democracia Cristiana y Salvador Allende de la izquierda. Fue la elección en que se enfrentaron los “tres caudillos” de la política nacional desde entonces hasta 1973, como hemos explicado en «Historia de Chile 1960-2010». Tomo 1. Democracia, esperanzas y frustraciones.
Chile a mediados del siglo XX (Santiago, Universidad San Sebastián/ CEUSS, 2016). El “Paleta” como le llamaban sus partidarios, desarrolló un gobierno con éxitos y problemas —no logró controlar la inflación y perdió la mayoría en el Congreso—, pero el propio Alessandri conservó un gran prestigio personal —según demostraban las incipientes encuestas de opinión pública—, por su calidad, honestidad y austeridad, e incluso por su estilo personal, que incluía las tradicionales caminatas hasta La Moneda, desde su céntrico departamento en la calle Phillips. El tema lo hemos desarrollado bajo sus distintas aristas en nuestra «Historia de Chile 19602010». Tomo 2. El preludio de las revoluciones.
El gobierno de Jorge Alessandri (1958-1964) (Santiago, Universidad San Sebastián/CEUSS, 2016). Lo interesante respecto de la elección presidencial de 1970 es que Jorge Alessandri dejó el gobierno en 1964 en el preludio de las revoluciones: para entonces seguía teniendo un gran respaldo popular, aunque con una FICHA DE AUTOR Alejandro San Francisco es profesor de la Universidad San Sebastián y la Universidad Católica de Chile. Director de Formación del Instituto Res Publica. Director general de «Historia de Chile 1960-2010» (Universidad San Sebastián). Democracia Cristiana en alza y unos partidos de derecha —Conservador y que iban a la baja. Adicionalmente, comenzaba a sentirse en forma creciente el impacto de la Revolución Cubana y la marea de cambios que inundó a América Latina y a Chile.
Con todo, desde ese mismo año surgió un mensaje tan breve como claro entre los partidarios del gobernante que dejaba La Moneda: “Alessandri volverá”, que sería la aspiración suprema de sus seguidores en los años siguientes.
Para el alessandrismo, había comenzado la campaña de 1970. - Y “Alessandri volverá” Durante el gobierno de Eduardo Frei Montalva (1964-1970), la derecha vivió un proceso doble, de cara a los comicios decisivos de 1970: en el ámbito de los partidos y en el plano del posible candidato.
En cuanto a lo priMero, en 1965 los partidos Liberal y Conservador obtuvieron su peor resultado histórico —una verdadera debacle— que les significó conseguir apenas 6 y 3 diputados, respectivamente, lo que implicaba prácticamente desaparecer del escenario político nacional.
Esto los llevó a formar al año siguiente el Partido Nacional, que incluía además a grupos nacionalistas —como Acción Nacional, de Jorge Prat— y a sectores independientes, lo que permitió recuperar fuerzas, renovar el estilo político de la derecha e incluso experimentar un alza electoral, como mostraron los positivos resultados en las elecciones municipales de 1967 y en las parlamentarias de 1969. El segundo aspecto se refería al posible candidato, aunque en realidad Jorge Alessandri aparecía como la única carta con una adhesión transversal en la derecha y con posibilidades Reales de victoria.
El gran problema era la resistencia del propio Alessandri, que parecía no estar disponible para una nueva postulación, aduciendo diversos problemas: su edad (tendría 80 años al terminar su segundo período presidencial); serias reservas hacia el régimen institucional chileno —que le hacían reclamar profundas reformas a la Constitución—, a lo que se sumaba su propia personalidad y paradójica distancia con la política activa.
La operación retorno, que describe Eduardo Boetsch, uno de los amigos más cercanos del expresidente, resultó finalmente exitosa («Recordando con Alessandri», Santiago, Universidad Andrés Bello, 1996). Cada año, al cumplirse un aniversario más desde que Alessandri dejara el poder, sus partidarios se concentraban frente a su Jorge Alessandri,. cuando depositó su voto para las elecciones de 1970. Departamento, le escribían cartas o le manifestaban su adhesión a través de la prensa (con cientos o miles de firmas de adhesión), para animarlo a responder positivamente.
En esas jornadas llegaban a saludarlo delegaciones de provincias y había manifestaciones de apoyo de grupos específicos de la sociedad (mujeres, jóvenes universitarios, alguna provincia). Hacia 1968 el exgobernante parecía tener claro su eventual postulación presidencial, según lo comentó con un diplomático británico, quien informó sobre esa reunión: “En última instan= cia, [Alessandri] aceptaría la candidatura solamente como “aceptaría ser reclutado para las guerras” Pero él lo haría solamente bajo una condición: estipularía que su elección implicaría una reforma drástica a la Constitución, para otorgar al Presidente los poderes necesarios para superar las frustraciones causadas por los políticos y el Congreso. Esto en los hechos equivaldría a un plebiscito, y mencionó la analogía del General de Gaulle” (F.
C. Mason a Foreign Office, n de septiembre de 1968, FCO7/346). En realidad, existía una gran confianza entre sus partidarios, ciertamente excesiva, en que Alessandri terminaría con la politiquería, la inflación, el gasto público desmesurado, la crisis del principio de autoridad y la demagogia, en un momento de manifiesta descomposición de la democracia y de las instituciones. Para sus partidarios, Alessandri representaba una especie de figura providencial, que comenzaría una nueva etapa en la historia de Chile. Finalmente, había otro elemento que los partidarios y promotores de su candidatura ponderaban especialmente y que les permitía mirar con optimismo la empresa en que estaban empeñados: eran las encuestas.
Los diversos estudios encargados mostraban, en 1969, que Jorge Alessandri contaba con una sólida mayoría para enfrentar a los candidatos alternativos, con seguridad alguno de continuidad de la administración democratacristiana y otro representativo de la izquierda. Solo faltaba una cosa: el sí del propio Alessandri. Jorge Alessandri, candidato presidencial Finalmente, a comienzos de noviembre de 1969, el expresidente Jorge Alessandri aceptó la candidatura que le permitiría regresar a La Moneda. Su discurso comenzó de la siGuiente manera: “Amigas y amigos. Yo os agradezco desde el fondo de mi alma, que hayáis llegado una vez más, igual que en otras oportunidades, pese a las reiteradas solicitudes para que no se me imponga este sacrificio. Obedeciendo a vuestro llamado, he echado sobre mis hombros, con sacrificio muy grande, esa responsabilidad.
Solo puedo responder a vuestro afecto entregando todas mis energías a la lucha electoral que se avecina, para que ella se traduzca en un resultado favorable a vuestras aspiraciones” (El Mercurio, 4 de noviembre de 1969). Una de las tareas más importantes era sumar a los grupos políticos de derecha, entre los que destacaba el Partido Nacional (PN), que desde muy temprano había asumido que apoyaría a Alessandri.
El PN representaba, junto al gremialismo, la expresión de una derecha renovada, cuando el curso de la historia marchaba exactamente en la dirección inversa (Verónica Valdivia, «Nacionales y gremialistas: El parto de la nueva derecha política chilena 19641973», Santiago, LOM, 2008). Los nacionales no querían contribuir simplemente con un apoyo pasivo a la candidatura de Alessandri, sino que contribuirían durante la campaña con su propio proyecto político, que denominaron La Nueva República (Santiago, 1970), programa de casi 100 páginas que abarcaba una serie de temas de interés nacional: la nutrición, la vivienda, salud y educación, seguridad social y desarrollo regional, lo que denominaban “la nueva empresa” y el papel de las Fuerzas Armadas. El documento contenía una dura crítica a la izquierda y al “mito del mundo socialista del futuro”, así como un llamado a la renovación política del país. El programa culminaba describiendo “El espíritu de La Nueva RepúBlica”, destacando el espíritu nacional como fundamento para la nueva etapa.
Afirmaba que era necesario “sustituir la lucha de clases divisionista por una vigorosa conciencia nacional, eminentemente unitaria y solidaria”. A su vez, se manifestaba convencido de que el espíritu chileno que propiciaban, “enraizado profundamente en nuestra vocación de libertad y democracia, provocará la unidad espiritual del país y liberará su imaginación y audacia creadoras.
Ello hará posible construir un régimen que modernice el Estado, transforme gastados hábitos políticos, haga realidad la expansión económica [e] incremente un desarrollo social estable”. Su proyecto político y el alza electoral daban fuerzas y vitalidad al PN.
De ahí que en la primera reunión con el comando alessandrista, su presidente, Sergio Onofre Jarpa, fuera muy claro y directo para manifestar lo siguiente: “Antes de sentarnos a conversar, queremos saber si el Partido Nacional es recibido aquí como se merece”, Se le dieron las seguridades del caso, aunque en la práctica la campaña tuvo el sello independiente, que lideraba Ernesto Pinto a petición del propio candidato a La Moneda (en Eduardo Boetsch, «Recordando con Alessandri»). Las reacciones a la postulación de Alessandri no se hicieron esperar.
El Diario Ilustrado tituló, con espíritu ganador, “Alessandri a La Moneda” (3 de noviembre de 1969). Por el contrario, el periódico Clarín ironizó contra el candidato, al afirmar: “En una vieja “cuentera' quedó convertida anoche “La señora”” (3 de noviembre de 1969). El diario de Darío Sainte Marie —quien era mejor conocido como Volpone— mantuvo ese estilo, más odioso que jocoso, durante toda la campaña electoral. La derecha pasaba a contar con su mejor candidato, un hombre honesto y respetado, pero quizá poco convencido de la tarea que tenía por delante.
Con posterioridad, lo resumió claramente, y con dureza, uno de los hombres más cercanos al expresidente y nuevamente candidato en 1970: “En vez de un líder dispuesto a conquistar la victoria, apareció un hombre abrumado, cansado, triste” (Eduardo Boetsch, «Recordando con Alessandri»). Era una reflexión sobre el día de aceptación de la postulación por parte de Jorge Alessandri, lo que indicaba uno de los problemas cuesta arriba que existirían durante la campaña. Por lo mismo, 1970 sería un año difícil, con una campaña intensa, larga y muy polarizada. Durante ella, el equipo dirigente y el propio Alessandri —quien enfrentaba nada menos que a Radomiro Tomic y a Salvador Allende— cometerían errores que resultarían muy caros electoralmente.