El fantasmal VOLCÁN BURNEY
El fantasmal VOLCÁN BURNEY PERFIL. Cara norte del Burney. Fue la primera vez que pudierPrimeros días de octubre, al suroeste de Puerto Natales, en un fiordo donde el cielo no da tregua. Nieve, granizo, baldazos de lluvia, vientos de más de 120 kilómetros por hora. La cordada del explorador y Harry Brito, compuesta por Camilo Hornauer y Tobías Hellwig, permanece en su carpa. “Protegidos”. Llevan largo tiempo esperando que despeje, pero no hay caso.
Entonces, uno de los dispositivos Inreach (de mensajería satelital) alerta: Sergio Sepúlveda, el soporte meteológico que los ayuda a la distancia, les informa que “en tres días el cielo se va abrir un poco, pero después de eso, las condiciones se cerrarán por diez días más”. La noticia determinó todo: era hora de volver. Fácil decirlo. Lo que en realidad partió ahí era “la otra odisea”: el trío tendría que acarrear más de 100 kilos de equipo del campamento en altura hacia el primer campamento, rumbo a la playa de bahíaAncón. “Tardamos dos días en bajar todo. Por las noches la carpa se azotaba con los vientos, pese a que estábamos en un lugar protegido. Yo quería seguir explorando, pero había que acatar la decisión del equipo. Nos quedaba esperar una ventana de buen clima para que la embarcación nos pudiera ir a buscar”, recuerda Brito. Y ahí quedaron, cuatro días, hasta que vieron a lo lejos el zódiac que, desde la embarcación principal, llegaba a su rescate. Pero las cosas no pintaban bien: había “mar boa”, olas gigantescas que vienen del fondo. El desembarco del bote era imposible y, rodeados de acantilados, no había margen de error. Cansados, lesionados, aun así nadaron para trasladar todo y subir. “Fue un rescate peligroso. Casi nos voló el viento mientras navegábamos. Cuando por fin llegamos al barco, nos tranquilizamos. Todo, absolutamente todo, estabasalvaje entorno. POR Marcela Saavedra Araya. lleno de agua Pude ver la cara de angustia del capitán. Pero ahí estaba: el fin de la expedición”, dice Harry Brito. ¿Valió la pena? “Claro que sí”. Era su primera incursión terrestre en laen busca del Burney, su volcán fantasma. Brito (35), grande, pelo hasta los hombros, algo tímido, dice con orgullo que su historia con la península Muñoz Gamero y el Burney comenzó gracias a su curiosidad en torno a mapas y librosde viajeros. De chico se sintió atraído por los fiordos y archipiélagos magallánicos, en especial los que están en la Patagonia Occidental, pues casi no hay registros fotográficos de sus islas interiores, explica.
Además, libros como Chile o una loca geografía de Benjamín Subercaseaux, losrelatos magallánicos recopilados por el historiador Mateo Martinic y crónicas viajeras clásicas como la de Pedro Sarmiento de Gamboa, lo hacían soñar con esos territorios intocados de la Patagonia. Así, la idea de hacer una expedición a Muñoz Gamero, específicamente al volcán Burney, comenzó a rondarle en 2006 y eso se tradujo en una larga recopilación de datos, lecturas e historias orales.
Entre otros, dice, registros que indican que hacia la década de 1850, el presidente Manuel Bulnes envió al explorador de la Armada Benjamín Muñoz Gamero a explorar la zona austral, en momentos en que se sabía de aspiraciones inglesas y francesas. A diferencia de la parte oriental de la región, el sector de los fiordos era prácticamente desconocido.
Por ejemplo, dice Harry, solo se sabía de la existencia del vol-GIWLLEHSAÍBOTcán gracias a relatos de navegación del inglés James Burney, quien aseguraba haber visto fumarolas y la cumbre puntiaguda del volcán que ahora lleva su nombre.
Así pasó el tiempo hasta que otro inglés, el explorador Eric Shipton, ya en el siglo XX, se adentró en Muñoz Gamero y, según sus registros, subió por la ladera oeste y llegó al penacho principal del Burney. “En la única foto que hay del lugar, el volcán parece una muela picada Es muy extraño. Shipton aparece vestido con un traje de goma, caminando por el glaciar del cráter. Él logró llegar a la cima sin determinar el punto mas alto del Burney ya que su morfología de varias puntas lo hace muy complejo de escalar. ”, dice Harry, que agrega que el inglés pasó 15 días en la carpa hasta que se abrió una ventana de buen clima. Era 1973, y el tercer intento de Shipton de ascenderlo. Ya había fallado en 1960 y 1963. Balance: hay muy pocos registros de la península, y qué decir del volcán. El sitio es tan aislado que no hay puerto cercano, ni bahía segura. Nada, dice Harry. Antecedentes que desalentarían a cualquiera, a él lo inspiran: “Este es un lugar raro. ¿Qué tiene de especial?”. Las ganas de explorar y hacer cumbre empezaron a crecer en él. “En estricto rigor, el Burney no debería tener gran dificultad, más allá del clima. Técnicamente no es complejo, pero sus condiciones son terribles: de camino hacia arriba todo esGIWLLEHSAÍBOTOIBMARAMEGROJglaciar y viento. Como una tormenta en Campos de Hielo Sur, pero permanente”, asegura. Aun así, “me llama esta geografía.
Comparar su topología con la que describen exploradores antiguos; entender y ver en vivo por qué los viejos cronistas hablaban del volcán de muchos penachos que se veía en la zona”. Ahora, explica, la península Muñoz Gamero es casi una isla: solo un ínfimo pedazo de tierra la une al continente. Es prácticamente una gran meseta que se eleva hacia el centro para albergar al volcán Burney.
Trabajando junto al Departamento de Observación y Vigilancia Volcánica del Servicio Nacional de Geología y Minería, Harry Brito estima además que este vendría siendo el volcán más austral de Chile, “gracias a su estructura de roca volcánica y su chimenea”. Con toda esta información a cuestas, en 2022 Harry Brito navegaba el seno Skyring, al este de la península y al norte de isla Riesco, y estaba obsesionado con la idea de ver el volcán. Aunque fuera de lejos. No hubo caso. “En la zona hay un gran campo nevado que se dispersa entre fiordos por donde es muy complejo navegar. Es un territorio cubierto por mucha turba y donde por todas partes se extienden lenguas glaciares”, dice.
“De esa geografía abrupta partió mi búsqueda: se supone que el volcán está activo y que ha tenido erupciones, ¿pero cómo se logra-OTIRB Y RRAHGIWLLEHSAÍBOTOTIRB Y RRAHOTIRB Y RRAHron mantener intactos esos glaciares?”. Tendría que llegar al lugar y ver esa chimenea de cerca. La biografía de Harry Brito sin dudas explica algunas cosas. Portomonti-no, “siempre me sentí muy atraído por la geografía.
Me causaba curiosidad saber qué había arriba de un volcán y cuando me encontraba con turistas suizos o alemanes que venían a la zona, soñaba con escalar con ellos. pero no con un afán deportivo sino para comparar los mapas que tenía en casa y ver si coincidían con los lagos o los fiordos que mostraban”. A los 16 años subió el volcán Osorno con un geólogo y quedó asombrado con lo que aprendió sobre rocas, glaciares, rimayas o vestigios de viejas erupciones. La experiencia lo llevó a ingresar a un club de montaña. Más tarde, ya fuera del colegio, aprendió de navegación y buceo. Y pasó un par de años navegando con un tío por los fiordos de la Región de Aysén y hasta por el Parque Nacional Laguna San Rafael. “Allí me sorprendí al ver cómo la cordillera se hunde para transformarse en islas, glaciares”, recuerda. Esta nueva experiencia lo inspiró para entrar a la carrera de Geología. Siempre leyendo, se sintió particularmente tocado por crónicas de Vicente Pérez Rosales sobre la colonización del lago Llanquihue. “Eso mismo me pasó en la Patagonia: tenía el ímpetu de acceder a ella, para conocer sus dimensiones desde la navegación, la lectura, la ciencia, la montaña”, dice. En esos años conoció al celebrado explorador chileno Cristián Donoso y empe-GIWLLEHSAÍBOTGIWLLEHSAÍBOTzó a trabajar con él, cada vez más enamorado de este mundo. “Con el tiempo, me vine a vivir a Patagonia. Me retiré de Geología y comencé a hacer montaña y guiaturas en volcanes en el Parque Nacional Torres del Paine. Desde pequeño mi visión apuntaba al sur, al mundo austral y finalmente estaba encontrando mi lugar”. Harry Brito es ahora un explorador experimentado.
Ha recorrido sitios como la cordillera Darwin, Campos de Hielo Norte y Sur, ha navegado al sureste de Tierra del Fuego, la isla Hoste, el canal Beagle, por sitios como el Estrecho de Magallanes, hasta las islas Riesco y Desolación, el seno Skyring y, claro, Muñoz Gamero. Seis años antes de comenzar la expedición, Harry convenció a sus amigos Camilo Hornauer y Tobias Helvig parala aventura. Él ya tenía claras las dificultades, y el grupo empezó a prepararse. “En esta zona, lejos el factor más desafiante es el clima. Los vientos del Ártico colisionan con corrientes atmosféricas provenientes del Oeste y del norte donde justamente el volcán Burney atrapa todo este choque, creando cambios climáticos extremos. Por eso, la posibilidad de encontrar una ventana de buen clima es bajísima en Muñoz Gamero”, dice. Por eso, el trío se apoyó en el trabajo meteorológico imprescindible de Sergio Sepúlveda, quien iba siguiendo masas de aire y frentes, y les enviaba constantes reportes climáticos. “Él hacía proyecciones sobre cinco días. Y cada día nos mandaba dos informes con datos sobre dirección del viento, nubes y tipos de nubes, porcentaje de humedad o la cantidad de nieve que iba a caer”, explica Harry. Luego de analizar profundamente la zona, y todo lo que sabían de ella, decidieron zarpar el 20 de septiembre desde Puerto Natales. Eligieron la fecha porque “en los fiordos de Magallanes, mientras más frío hace, mejor es la navegación y la exploración, porque las masas de aire no se mueven. Por eso elegimos la primavera. Sin embargo, en este septiembre el viento llegó antes de los esperado, pero decidimos viajar de todas formas”. El trayecto de Natales a Muñoz Gamero fue rápido. Amenazados por un posible sistema frontal, la embarcación rauda-mente cruzó el golfo Almirante Montt. “Una orca nos siguió en todo ese tramo”, recuerda Harry. El barco luego tomó el es-trecho Estero de las Montañas, dondeestán los escénicos cerros del Grupo La Paz, hasta que comenzaron a acercarse a destino. “Íbamos muy felices. En total fueronseis horas de navegación, donde fuimos comiendo centolla y la marea nos acompañó todo el camino”, dice Harry. “El desembarco en bahía Ancón fue fácil. Llevábamos sobre 100 kilos de equipo y nos detuvimos en un paisaje simplemente extraño: daba la sensación de estar en la sabana africana, pero en la Patagonia. Era un territorio abierto y amarillo, y el piso era junco, o algo como un pasto duro La turba era húmeda y, al pisarla, te hundías cinco centímetros, como si fuera una esponja”, recuerda. Pero lo que dominaba todo en ese punto era el frío. Él estima que la temperatura se aproximaba a los -3 o -4 grados Celsius. Y la sensación térmica que producían la humedad y el viento hacía que los tres aventureros se sintieran constantemente incómodos. Las condiciones además hacían imposible prender una fogata: solo se abrigaban con los sacos de dormir. “En las primeras tres noches que pasamos en el primer campamento, el de la playa, un día amaneció todo nevado y el volcán se dejó ver. Estábamoscontentos y de inmediato nos quisimos acercar, pero la ventana duró una hora. Después se tapó con mucha lluvia y nieve”, dice Harry. En la espera, la cordada se dedicó a indagar la zona. Al cuarto día, se instalaron a unos 180 metros sobre el nivel del mar. Ahí, dice Harry, estaba todo nevado y el entorno era extrañamente seco. “Cada vez que pisaba la nieve, encontraba una poza de agua abajo”, recuerda. Alrededor vieron cóndores, caranchos e indicios de la presencia de zorros. La primera noche en altura fue la del 24 de septiembre. Esperando. Pero el clima no daba respiro. Sumaron otros cinco días encarpados, y nada. Cuando llegó la notificación de una pequeña ventana de buen tiempo, calcularon que no sería suficiente. La visibilidad seguía siendo limitada para avanzar, así que se largaron a recorrer el sector. “Fue durante una larga caminata sobre la nieve cuando, como si fuera un espectro, vimos el volcán Burney por segunda vez. A esta altura, unos 200 metros sobre el nivel del mar, el paisaje era más seco. También más bonito. Felizmente retratamos la cima oeste del Burney, ubicada a 1.600 metros”, dice Harry, que luego utilizó un dron para retratar la cara oeste del volcán, “desde donde se ve el océano. Alrededor había un glaciar extendido, morrenas de glaciar y también estalactitas. Era hermoso. También llamativo desde el punto de vista científico”. Entusiasmados, el trío consideró la posibilidad de habilitar un tercer campamento, más cerca de la cumbre. Pero el meteorólogo había sido claro: se trataba solo de una ventana. Las siguientes dos semanas parecían terribles. ¿Cuál es el próximo paso?Tengo la intención de volver pronto. Quizá por otro sector. Ahora, ya no sé si mi objetivo es la cumbre. Si se da, se da. Lo que sí quiero es seguir la ruta del vestigio volcánico; seguir los pasos de Shipton.
En todo caso, como toda exploración, es un proceso largo que implica reunir la logística, tener el tiempo para esperar las ventanas de buen clima y tener paciencia porque en la Patagonia da igual la tecnología. Es la magia de esta zona: por su lejanía, todo se hace a la antigua. Como lo hacían los exploradores clásicos.
Dmisteriosa península Muñoz Gamero,. En la poco conocida península Muñoz Gamero, en la Región de Magallanes, una cumbre volcánica se ha convertido en objeto de deseo para viejos y nuevos exploradores, que sueñan con verla de cerca. Muy de cerca. Harry Brito es uno de ellos. Acaba de volver y acá cuenta su primer enfrentamiento con el temible Burney y su CAMPAMENTO 2. Aquí, a 200 metros de altura, en suelo extremadamente húmeno, esperaron el moment TURBA. Este suelo es como una esponja: almacena much VENTANA. Las condiciones meteorológicas dan un respiro, y Harry asciende por la arista norte. Es domingo y al fondo se despliega el s A LA DISTANCIA. El Burney observado desde el seno Unión. Es la cara n on verlo. GÉLIDO. Harry Brito cruza un río de agua glaciar y de gra COMIENZO. Acaban de llegar al sector de Ancón, y el clima parece ENTORNO. Vista desde la ladera del volcán hacia REGRESO. Ya en el zodiac, cuando pasaron lo peor y casi s El fantasmal VOLCÁN BURNEY PERFIL. Cara norte del Burney. Fue la primera vez que pudierPrimeros días de octubre, al suroeste de Puerto Natales, en un fiordo donde el cielo no da tregua. Nieve, granizo, baldazos de lluvia, vientos de más de 120 kilómetros por hora. La cordada del explorador y Harry Brito, compuesta por Camilo Hornauer y Tobías Hellwig, permanece en su carpa. “Protegidos”. Llevan largo tiempo esperando que despeje, pero no hay caso.
Entonces, uno de los dispositivos Inreach (de mensajería satelital) alerta: Sergio Sepúlveda, el soporte meteológico que los ayuda a la distancia, les informa que “en tres días el cielo se va abrir un poco, pero después de eso, las condiciones se cerrarán por diez días más”. La noticia determinó todo: era hora de volver. Fácil decirlo. Lo que en realidad partió ahí era “la otra odisea”: el trío tendría que acarrear más de 100 kilos de equipo del campamento en altura hacia el primer campamento, rumbo a la playa de bahíaAncón. “Tardamos dos días en bajar todo. Por las noches la carpa se azotaba con los vientos, pese a que estábamos en un lugar protegido. Yo quería seguir explorando, pero había que acatar la decisión del equipo. Nos quedaba esperar una ventana de buen clima para que la embarcación nos pudiera ir a buscar”, recuerda Brito. Y ahí quedaron, cuatro días, hasta que vieron a lo lejos el zódiac que, desde la embarcación principal, llegaba a su rescate. Pero las cosas no pintaban bien: había “mar boa”, olas gigantescas que vienen del fondo. El desembarco del bote era imposible y, rodeados de acantilados, no había margen de error. Cansados, lesionados, aun así nadaron para trasladar todo y subir. “Fue un rescate peligroso. Casi nos voló el viento mientras navegábamos. Cuando por fin llegamos al barco, nos tranquilizamos. Todo, absolutamente todo, estabasalvaje entorno. POR Marcela Saavedra Araya. lleno de agua Pude ver la cara de angustia del capitán. Pero ahí estaba: el fin de la expedición”, dice Harry Brito. ¿Valió la pena? “Claro que sí”. Era su primera incursión terrestre en laen busca del Burney, su volcán fantasma. Brito (35), grande, pelo hasta los hombros, algo tímido, dice con orgullo que su historia con la península Muñoz Gamero y el Burney comenzó gracias a su curiosidad en torno a mapas y librosde viajeros. De chico se sintió atraído por los fiordos y archipiélagos magallánicos, en especial los que están en la Patagonia Occidental, pues casi no hay registros fotográficos de sus islas interiores, explica.
Además, libros como Chile o una loca geografía de Benjamín Subercaseaux, losrelatos magallánicos recopilados por el historiador Mateo Martinic y crónicas viajeras clásicas como la de Pedro Sarmiento de Gamboa, lo hacían soñar con esos territorios intocados de la Patagonia. Así, la idea de hacer una expedición a Muñoz Gamero, específicamente al volcán Burney, comenzó a rondarle en 2006 y eso se tradujo en una larga recopilación de datos, lecturas e historias orales.
Entre otros, dice, registros que indican que hacia la década de 1850, el presidente Manuel Bulnes envió al explorador de la Armada Benjamín Muñoz Gamero a explorar la zona austral, en momentos en que se sabía de aspiraciones inglesas y francesas. A diferencia de la parte oriental de la región, el sector de los fiordos era prácticamente desconocido.
Por ejemplo, dice Harry, solo se sabía de la existencia del vol-GIWLLEHSAÍBOTcán gracias a relatos de navegación del inglés James Burney, quien aseguraba haber visto fumarolas y la cumbre puntiaguda del volcán que ahora lleva su nombre.
Así pasó el tiempo hasta que otro inglés, el explorador Eric Shipton, ya en el siglo XX, se adentró en Muñoz Gamero y, según sus registros, subió por la ladera oeste y llegó al penacho principal del Burney. “En la única foto que hay del lugar, el volcán parece una muela picada Es muy extraño. Shipton aparece vestido con un traje de goma, caminando por el glaciar del cráter. Él logró llegar a la cima sin determinar el punto mas alto del Burney ya que su morfología de varias puntas lo hace muy complejo de escalar. ”, dice Harry, que agrega que el inglés pasó 15 días en la carpa hasta que se abrió una ventana de buen clima. Era 1973, y el tercer intento de Shipton de ascenderlo. Ya había fallado en 1960 y 1963. Balance: hay muy pocos registros de la península, y qué decir del volcán. El sitio es tan aislado que no hay puerto cercano, ni bahía segura. Nada, dice Harry. Antecedentes que desalentarían a cualquiera, a él lo inspiran: “Este es un lugar raro. ¿Qué tiene de especial?”. Las ganas de explorar y hacer cumbre empezaron a crecer en él. “En estricto rigor, el Burney no debería tener gran dificultad, más allá del clima. Técnicamente no es complejo, pero sus condiciones son terribles: de camino hacia arriba todo esGIWLLEHSAÍBOTOIBMARAMEGROJglaciar y viento. Como una tormenta en Campos de Hielo Sur, pero permanente”, asegura. Aun así, “me llama esta geografía.
Comparar su topología con la que describen exploradores antiguos; entender y ver en vivo por qué los viejos cronistas hablaban del volcán de muchos penachos que se veía en la zona”. Ahora, explica, la península Muñoz Gamero es casi una isla: solo un ínfimo pedazo de tierra la une al continente. Es prácticamente una gran meseta que se eleva hacia el centro para albergar al volcán Burney.
Trabajando junto al Departamento de Observación y Vigilancia Volcánica del Servicio Nacional de Geología y Minería, Harry Brito estima además que este vendría siendo el volcán más austral de Chile, “gracias a su estructura de roca volcánica y su chimenea”. Con toda esta información a cuestas, en 2022 Harry Brito navegaba el seno Skyring, al este de la península y al norte de isla Riesco, y estaba obsesionado con la idea de ver el volcán. Aunque fuera de lejos. No hubo caso. “En la zona hay un gran campo nevado que se dispersa entre fiordos por donde es muy complejo navegar. Es un territorio cubierto por mucha turba y donde por todas partes se extienden lenguas glaciares”, dice.
“De esa geografía abrupta partió mi búsqueda: se supone que el volcán está activo y que ha tenido erupciones, ¿pero cómo se logra-OTIRB Y RRAHGIWLLEHSAÍBOTOTIRB Y RRAHOTIRB Y RRAHron mantener intactos esos glaciares?”. Tendría que llegar al lugar y ver esa chimenea de cerca. La biografía de Harry Brito sin dudas explica algunas cosas. Portomonti-no, “siempre me sentí muy atraído por la geografía.
Me causaba curiosidad saber qué había arriba de un volcán y cuando me encontraba con turistas suizos o alemanes que venían a la zona, soñaba con escalar con ellos. pero no con un afán deportivo sino para comparar los mapas que tenía en casa y ver si coincidían con los lagos o los fiordos que mostraban”. A los 16 años subió el volcán Osorno con un geólogo y quedó asombrado con lo que aprendió sobre rocas, glaciares, rimayas o vestigios de viejas erupciones. La experiencia lo llevó a ingresar a un club de montaña. Más tarde, ya fuera del colegio, aprendió de navegación y buceo. Y pasó un par de años navegando con un tío por los fiordos de la Región de Aysén y hasta por el Parque Nacional Laguna San Rafael. “Allí me sorprendí al ver cómo la cordillera se hunde para transformarse en islas, glaciares”, recuerda. Esta nueva experiencia lo inspiró para entrar a la carrera de Geología. Siempre leyendo, se sintió particularmente tocado por crónicas de Vicente Pérez Rosales sobre la colonización del lago Llanquihue. “Eso mismo me pasó en la Patagonia: tenía el ímpetu de acceder a ella, para conocer sus dimensiones desde la navegación, la lectura, la ciencia, la montaña”, dice. En esos años conoció al celebrado explorador chileno Cristián Donoso y empe-GIWLLEHSAÍBOTGIWLLEHSAÍBOTzó a trabajar con él, cada vez más enamorado de este mundo. “Con el tiempo, me vine a vivir a Patagonia. Me retiré de Geología y comencé a hacer montaña y guiaturas en volcanes en el Parque Nacional Torres del Paine. Desde pequeño mi visión apuntaba al sur, al mundo austral y finalmente estaba encontrando mi lugar”. Harry Brito es ahora un explorador experimentado.
Ha recorrido sitios como la cordillera Darwin, Campos de Hielo Norte y Sur, ha navegado al sureste de Tierra del Fuego, la isla Hoste, el canal Beagle, por sitios como el Estrecho de Magallanes, hasta las islas Riesco y Desolación, el seno Skyring y, claro, Muñoz Gamero. Seis años antes de comenzar la expedición, Harry convenció a sus amigos Camilo Hornauer y Tobias Helvig parala aventura. Él ya tenía claras las dificultades, y el grupo empezó a prepararse. “En esta zona, lejos el factor más desafiante es el clima. Los vientos del Ártico colisionan con corrientes atmosféricas provenientes del Oeste y del norte donde justamente el volcán Burney atrapa todo este choque, creando cambios climáticos extremos. Por eso, la posibilidad de encontrar una ventana de buen clima es bajísima en Muñoz Gamero”, dice. Por eso, el trío se apoyó en el trabajo meteorológico imprescindible de Sergio Sepúlveda, quien iba siguiendo masas de aire y frentes, y les enviaba constantes reportes climáticos. “Él hacía proyecciones sobre cinco días. Y cada día nos mandaba dos informes con datos sobre dirección del viento, nubes y tipos de nubes, porcentaje de humedad o la cantidad de nieve que iba a caer”, explica Harry. Luego de analizar profundamente la zona, y todo lo que sabían de ella, decidieron zarpar el 20 de septiembre desde Puerto Natales. Eligieron la fecha porque “en los fiordos de Magallanes, mientras más frío hace, mejor es la navegación y la exploración, porque las masas de aire no se mueven. Por eso elegimos la primavera. Sin embargo, en este septiembre el viento llegó antes de los esperado, pero decidimos viajar de todas formas”. El trayecto de Natales a Muñoz Gamero fue rápido. Amenazados por un posible sistema frontal, la embarcación rauda-mente cruzó el golfo Almirante Montt. “Una orca nos siguió en todo ese tramo”, recuerda Harry. El barco luego tomó el es-trecho Estero de las Montañas, dondeestán los escénicos cerros del Grupo La Paz, hasta que comenzaron a acercarse a destino. “Íbamos muy felices. En total fueronseis horas de navegación, donde fuimos comiendo centolla y la marea nos acompañó todo el camino”, dice Harry. “El desembarco en bahía Ancón fue fácil. Llevábamos sobre 100 kilos de equipo y nos detuvimos en un paisaje simplemente extraño: daba la sensación de estar en la sabana africana, pero en la Patagonia. Era un territorio abierto y amarillo, y el piso era junco, o algo como un pasto duro La turba era húmeda y, al pisarla, te hundías cinco centímetros, como si fuera una esponja”, recuerda. Pero lo que dominaba todo en ese punto era el frío. Él estima que la temperatura se aproximaba a los -3 o -4 grados Celsius. Y la sensación térmica que producían la humedad y el viento hacía que los tres aventureros se sintieran constantemente incómodos. Las condiciones además hacían imposible prender una fogata: solo se abrigaban con los sacos de dormir. “En las primeras tres noches que pasamos en el primer campamento, el de la playa, un día amaneció todo nevado y el volcán se dejó ver. Estábamoscontentos y de inmediato nos quisimos acercar, pero la ventana duró una hora. Después se tapó con mucha lluvia y nieve”, dice Harry. En la espera, la cordada se dedicó a indagar la zona. Al cuarto día, se instalaron a unos 180 metros sobre el nivel del mar. Ahí, dice Harry, estaba todo nevado y el entorno era extrañamente seco. “Cada vez que pisaba la nieve, encontraba una poza de agua abajo”, recuerda. Alrededor vieron cóndores, caranchos e indicios de la presencia de zorros. La primera noche en altura fue la del 24 de septiembre. Esperando. Pero el clima no daba respiro. Sumaron otros cinco días encarpados, y nada. Cuando llegó la notificación de una pequeña ventana de buen tiempo, calcularon que no sería suficiente. La visibilidad seguía siendo limitada para avanzar, así que se largaron a recorrer el sector. “Fue durante una larga caminata sobre la nieve cuando, como si fuera un espectro, vimos el volcán Burney por segunda vez. A esta altura, unos 200 metros sobre el nivel del mar, el paisaje era más seco. También más bonito. Felizmente retratamos la cima oeste del Burney, ubicada a 1.600 metros”, dice Harry, que luego utilizó un dron para retratar la cara oeste del volcán, “desde donde se ve el océano. Alrededor había un glaciar extendido, morrenas de glaciar y también estalactitas. Era hermoso. También llamativo desde el punto de vista científico”. Entusiasmados, el trío consideró la posibilidad de habilitar un tercer campamento, más cerca de la cumbre. Pero el meteorólogo había sido claro: se trataba solo de una ventana. Las siguientes dos semanas parecían terribles. ¿Cuál es el próximo paso?Tengo la intención de volver pronto. Quizá por otro sector. Ahora, ya no sé si mi objetivo es la cumbre. Si se da, se da. Lo que sí quiero es seguir la ruta del vestigio volcánico; seguir los pasos de Shipton.
En todo caso, como toda exploración, es un proceso largo que implica reunir la logística, tener el tiempo para esperar las ventanas de buen clima y tener paciencia porque en la Patagonia da igual la tecnología. Es la magia de esta zona: por su lejanía, todo se hace a la antigua. Como lo hacían los exploradores clásicos.
Dmisteriosa península Muñoz Gamero,. En la poco conocida península Muñoz Gamero, en la Región de Magallanes, una cumbre volcánica se ha convertido en objeto de deseo para viejos y nuevos exploradores, que sueñan con verla de cerca. Muy de cerca. Harry Brito es uno de ellos. Acaba de volver y acá cuenta su primer enfrentamiento con el temible Burney y su CAMPAMENTO 2. Aquí, a 200 metros de altura, en suelo extremadamente húmeno, esperaron el moment TURBA. Este suelo es como una esponja: almacena much VENTANA. Las condiciones meteorológicas dan un respiro, y Harry asciende por la arista norte. Es domingo y al fondo se despliega el s A LA DISTANCIA. El Burney observado desde el seno Unión. Es la cara n on verlo. GÉLIDO. Harry Brito cruza un río de agua glaciar y de gra COMIENZO. Acaban de llegar al sector de Ancón, y el clima parece ENTORNO. Vista desde la ladera del volcán hacia REGRESO. Ya en el zodiac, cuando pasaron lo peor y casi s