COLUMNAS DE OPINIÓN: Biden-Trump: debate inquietante
COLUMNAS DE OPINIÓN: Biden-Trump: debate inquietante F rustración generalizada y alarmas logró provocar el debate televisivo entre Joe Biden y Donald Trump. Las excepcionales reglas del evento resultaron útiles y fueron respetadas. Para evitar distracciones y facilitar el intercambio de ideas se omitió la asistencia de público.
También se impusieron medidas técnicas que impidieron interrupciones extemporáneas y transgresiones en el uso de los tiempos asignados, y se prohibió a los expositores llevar textos para facilitar respuestas a las preguntas de dos experimentados periodistas. Había pocas expectativas, a pesar de tratarse de un enfrentamiento sin precedentes: nunca antes un Presidente de Estados Unidos había debatido con su predecesor por el cargo más importante del mundo. Por primera vez se disponía de los elementos para comparar la gestión de los mandatarios en competencia. El enfrentamiento tenía la relevancia de efectuarse en medio de una reñida campaña.
Los promedios de las encuestas más importantes registran apenas algo más de un punto de diferencia en favor de Trump, que a la vez supera por estrechos márgenes a Biden en cinco de los siete estados decisivos para la victoria o derrota. Era una buena oportunidad para que el Presidente diera un nuevo impulso a su postulación. Ocurrió lo contrario. Biden no solo no logró disipar, sino que profundizó las dudas sobre sus limitaciones para conducir a Estados Unidos por los próximos cuatro años. Decenas de millones de votantes fueron testigos directos de sus confusiones, balbuceos y dificultades para expresarse, las que Trump, solo tres años menor, aprovechó astutamente con su energética agresividad y osado desplante. Los hechos, por encima de las ideas, desencadenaron el primer y gran impacto del debate, por el evidente deterioro del liderazgo de Biden y las presiones a los demócratas para sustituir a su candidato.
Biden descartó ayer su renuncia y, rápidamente, el eventual favorito para reemplazarlo, el gobernador de California, Gavin Newsom, rechazó el cambio, coincidente con varios dirigentes demócratas que temen el surgimiento de divisiones internas que lleven a una derrota presidencial y parlamentaria. Tampoco Trump logró despejar la principal preocupación, su compromiso con las instituciones democráticas. En dos oportunidades eludió contestar si respetaría los resultados de las elecciones, y en la tercera dio una ambigua respuesta, que Biden no aprovechó debidamente. Esperable era el desparpajo del exmandatario respecto de su condición de criminal convicto y el caos judicial en que se encuentra envuelto. Reaccionó nuevamente alegando inocencia, victimizándose, repitiendo teorías conspirativas y distrayendo con la mención a Hunter Biden, hijo del Presidente, también convicto. Pobre en sus contenidos resultó el resto del debate, sin agendas de futuro, con planteamientos predecibles, conocidos y sin novedades, más las descalificaciones y falsedades propias de Donald Trump. Las inquietudes por la polarización de las posiciones de los candidatos trascienden a Estados Unidos. Agendas contrapuestas en políticas interna y exterior, y prácticamente ninguna coincidencia, salvo un proteccionismo compartido, resultan preocupantes para la seguridad, economía y comercio mundiales. Determinar si el debate fue decisivo para el desenlace de la elección puede ser prematuro.
El tiempo que falta para la nominación formal de los candidatos por las convenciones de sus partidos --en julio la republicana, en agosto la demócrata-y para la propia elección del 5 de noviembre podría permitir cambios significativos en el curso de los acontecimientos. Biden no solo no disipó, sino que profundizó las dudas sobre sus limitaciones para conducir a su país por cuatro años más. Biden-Trump: debate inquietante.