Los nidos del comando
Este es un extracto del libro «Comando Conjunto» (Catalonia-UDP), de la periodista Mónica González y del abogado Héctor Contreras, que muestra la historia del grupo represivo que se organizó en torno a los servicios de inteligencia de las FF.AA. Y Carabineros. Octubre-de 1974. Una vez que Carol Flores estuvo en libertad no buscó trabajo y no habló con su mujer ni con sus hermanos, tampoco con sus padres, de su experiencia en prisión. Se le veía como esperando algo que nadie sabía precisar. No había transcurrido un mes cuando un día Jeannette, su mujer, miró hacia la calle y un grito de pánico salió de su garganta, alertando a su marido. Frente a su modesta casa de la población Villa El Olivo, en San Bernardo, vio a uno de los hombres que había participado en la detención de Carol.
Este miró por la ventana y, con voz que no dejó traspasar emoción alguna, exclamó: “¡ Ah! Es el Pelao”. (El soldado Guillermo Bratti “A partir de ese momento —dice Jeannette— el Pelao Lito pasaría a ser la sombra de Carol, siempre esperándolo afuera”. En esos días Bratti se preparaba para los grandes cambios que afectarían su vida al incorporarse a la nueva DIFA [Dirección de Inteligencia de la Fuerza Aérea]. Todos decían que ahora las cosas serían diferentes. Se transformarían en verdaderos profesionales.
Su grupo se instalaría en la nueva Comunidad de Inteligencia, un solo temor lo inquietaba: no conocía al nuevo jefe de la DIFA, el general Ruiz Bunger. el general había vivido el golpe de Estado en Washington, donde cumplía una misión oficial. Volvió en febrero de 1974 y después de un breve descanso se fue directamente a Quintero, como comandante de la Base Aérea.
Allí permaneció nueve meses, hasta que lo notificaron de que su amigo Gustavo Leigh Guzmán, comandante en jefe de la FACh, lo había designado jefe de la recién creada Dirección de Inteligencia de su rama. ruiz Bunger le pidió a su joven ayudante, el teniente Germán Pimentel, de veinticuatro años, que lo siguiera a Santiago. Sin dudar el teniente Pimentel aceptó. Era una gran promoción.
Los hombres se prepararon para asumir sus nuevos puestos El edificio “JAR 6” Muy ajenos a la ansiedad y al optimismo de los dos oficiales de la FACh, los miles de santiaguinos que diariamente transitaban por Alameda y Santa Rosa en 1975, jamás supieron que al interior del sombrío edificio situado en el número 6 de la calle Juan Antonio Ríos se encontraba rigurosamente custodiado un voluminoso archivo en el que muchos de ellos aparecían bajo el rótulo “Extremistas sospechosos”. A partir del momento en que figuraban en el documento, su vida, su libertad y la posibilidad de conservar u obtener un puesto de trabajo dependerían de la facultad discriminatoria de unos pocos hombres. Pero nada de eso dejaban traslucir las gruesas puertas de seguridad que impedían el paso de extraños al edificio de nueve pisos, cuyo primer nivel estaba destinado exclusivamente a la guardia de protección. Enel segundo piso seubicó el recién creado Servicio de Inteligencia Naval Ficha de autor Mónica González Fundó y dirigió Ciper, la revista Siete+7 y el diario Siete. Fue subdirectora de La Nación y Cosas. En 2019 obtuvo el Premio Nacional de Periodismo.
Héctor Contreras Abogado, fue jefe de la Unidad de Investigación de Desapariciones Forzadas de la Vicaría de la Solidaridad y jefe de la División de Acciones Legales e Investigación en la misión de la ONU en El Salvador, entre otros. (SIN), al mando del capitán Manuel Barra von Kretschmann. En el tercero, la Dirección de Inteligencia del Ejército (DINE), a cargo del coronel Odlanier Mena. En el cuarto se repartieron las dependencias la DIFA y la DINE. El quinto piso lo ocupó exclusivamente la DIFA; el sexto, la Inteligencia del Estado Mayor de la Defensa Nacional. En el séptimo se ubicó la también recién creada Dirección de Inteligencia de Carabineros (DICAR), al mando del general Rubén Romero Gormaz, y en el octavo piso se habilitó un casino para oficiales. En cada nivel se instalaron sofisticados controles. Para ingresar o salir del edificio era preciso traspasar puertas electrónicas a cargo del servicio de seguridad de Carabineros.
Cada miembro de la Comunidad de Inteligencia estaba provisto de una tarjeta de identificación que debía llevar permanentemente en la solapa, en la que se leía “JAR 6” (la abreviatura de Juan Antonio Ríos y la numeración del inmueble), la sigla del servicio al que pertenecía, sus iniciales o su chapa, m: una foto en colores en el costado. Esa fue la tarjeta que Andrés Valenzuela Morales recibió el día que debió instalarse en las nuevas oficinas como ma= yordomo del segundo hombre de la DIFA: el comandante Sergio Linares. En su currículo no oficial acumulaba ya más de 150 allanamientos. El área de inteligencia de la di DIFA siguió dependiendo del Á coronel Horacio Otaíza, el que se trasladó allí con parte del equipo que operaba en [una] casa de Apoquindo. Pieza clave del grupo fue el comandante Luis Campos Poblete, a pesar de ser el único oficial al que sólo un accidente había llevado a ese tipo de tareas.
De treinta y cinco años en 1975, había sido destinado a los servicios de inteligencia que operaban en la AGA [Academia de Guerra Aérea] después de que en noviembre de 1973 sufriera un accidente aéreo que lo dejó temporalmente inhabilitado para volar. Tras un año de intenso trabajo de recopilación de documentación en la AGA, el aviador convertido en analista se trasladó con su valioso archivo y rumas de papeles sin clasificar. El coronel [Edgar] Cevallos lo ayudó durante algún tiempo a poner al día las fichas de datos, tomando como fuente los documentos que él mismo había incautado en numerosos allanamientos. La necesidad imperiosa de contar con el archivo actualizado antes de iniciar un nuevo objetivo operativo llevó a la dirección de la DIFA a buscar nuevos analistas. César Luis Palma Ramírez, hombre de confianza de Roberto Fuentes Morrison, que había participado en los operativos de seguridad realizados en la AGA, fue con= tratado.
Cuando en 1986 lo interrogó el ministro Carlos Cerda, Palma se negó a revelar el nombre de la persona que lo introdujo en la FACh, argumentando: “Tengo un juramento con la FACH de no revelar nada que la pueda perjudicar”. Cerda le preguntó la razón por la cual ese nombre podría perjudicar a la FACh.
Sin titubear, Palma replicó: “En este momento cualquier persona que haya trabajado en inteligencia aparece como malo”. Muy distinto pensaba en julio de 1973, cuando tenía veintidós años y formó parte del comando de Patria y Libertad que asesinó al edecán naval de Salvador Allende, comandante Arturo Araya Peeters.
Palma Ramírez, Fifo para los amigos, se escondió algunos días y el 13 de septiembre se presentó con su grupo a las autoridades navales de Valparaíso, confesando el crimen y explicando su motivación: “Lo hicimos por el bien de la Patria”. Era tal la alegría que experimentaba en esos días que se decidió a contraer matrimonio, el que se materializó en plena euforia el 6 de octubre de 1973.
Muy pronto estuvo de vuelta en el garage de propiedad de su madre y su cuñado, ubicado en Avenida Santa María, para retomar los contactos con Roberto Fuentes Morrison y la atención de los vehículos de inteligencia de la FACh. En 1974 Fifo Palma fue visto en numerosos operativos realizados desde la Academia de Guerra. Al general Enrique Ruiz Bunger no le importó que César Palma hubiera formado parte del comando terrorista que asesinó a un oficial de la Armada.
Si la Armada lo había dejado en libertad... Así, la FACh contrató a dos miembros de grupos paramilitares ilegales, Fuentes Morrison y Palma Ramírez, y les asignó la delicada misión de investigar a los miembros de la institución y a cientos de miles de chilenos militantes o simpatizantes de partidos de izquierda.
Fuentes Morrison apareció en JAR 6 como un oficial de reserva de la FACh a cargo de la sección DHP (sigla de “declaración del historial del personal”, que alude al formulario que cada miembro de las Fuerzas Armadas y de Carabineros debía llenar para evitar eventuales infiltraciones de personas contrarias al régimen). El general Ruiz Bunger explicó en qué consistía el trabajo del DHP: “Consistía en averiguar todo lo relacionado con el individuo: parentesco, amistades, ideas, costumbres, círculos de relaciones, etcétera. Este trabajo obligó a muchos a abandonar la FACh por desarrollarse en ambientes o culturas inconvenientes para la institución”. Pero la sección que dirigía Fuentes Morrison no sólo investigó a los integrantes del cuerpo.
Él mismo se lo explicó al ministro Cerda: “A raíz de la documentación reunida en los procesos de la AGA, los analistas estábamos en conocimiento del grave peligro de infiltración de las Fuerzas Armadas por parte de gente especializada y entrenada en Moscú.
Fue importante para la FACh, que estaba encargada jurisdiccionalmente de la parte sur de Santiago en lo militar, organizar una estrategia destinada a obtener información de los organismos militares del PC que funcionaban en esa zona. Esa campaña la encaró fundamentalmente el coronel Otaíza.
Fue asignado a esa misión el soldado Bratti, conocido también como Lito”. Se entiende entonces que la aparición del soldado Bratti en la casa de Carol Flores obedeció a la decisión de la DIFA de trabajar un nuevo objetivo: el Partido Comunista. A esta decisión no estuvo ajeno Roberto Fuentes Morrison.
El propio general Ruiz Bunger se lo informó al ministro Carlos Cerda: “Fuentes Morrison trabajaba la infiltración comunista”. “Actuaban como profesionales” Una mañana, pocos días después de que el soldado Bratti hiciera su primera aparición en la casa de Carol Flores, este llegó muy nervioso a casa de su padre pidiéndole con cierta premura que salieran afuera a conversar. Fue la única vez «Comando Conjunto. El grupo de exterminio más secreto de la dictadura» (editorial Catalonia-Escuela de Periodismo UDP, 2023). que Carol le habló de lo que había vivido en la AGA durante su cautiverio.
Con los dientes apretados, el padre escuchó detalles sobre las torturas [... ] y el trato final que le ofreció un coronel de apellido Cevallos: “Dijo que me ayudarían y le salvarían la vida a mis dos hermanos, dándoles la libertad, si aceptaba colaborar. De no acceder, toda mi familia sufriría las consecuencias”. Carol también le contó que Fuentes Morrison, a quien llamaba Wally, le había asegurado que si aceptaba el trato nada le pasaría a su familia. El padre de Carol afirmó: “Ya en ese entonces Carol era un preso al que le daban permiso para ir a ver a su señora, a sus hijos y a nosotros.
A veces, cansado, llegaba a mi casa y me decía: Papá, soy un secuestrado, me ven libre, pero estoy secuestrado”. Andrés Valenzuela estuvo nueva= mente entre los seleccionados para trabajar el nuevo objetivo, desarticular al Partido Comunista en la zona sur de Santiago: “Un día, estando en el edificio de Juan Antonio Ríos, llegó Edgar Cevallos y reunió al personal que venía de la AGA.
Seleccionó a cuatro: a mí, a Robinson Suazo Jaque (Jonathan), a Juan Chávez Sandoval (Peque) y a Roberto Flores Cisterna (Huaso). Se nos dijo que iríamos a hacer guardia a un nuevo lugar que no se nos indicó. Se trataba de un nuevo centro de torturas y detención de prisioneros, un hangar ubicado en la Base Aérea de Cerrillos”. Valenzuela prestó atención en el primer viaje. Muy cerca de una torre de control del aeropuerto de Cerrillos y del cuartel de bomberos de Seguridad Aeroportuaria se encontraba aquel hangar. “Era una construcción toda de concreto, con piso de cemento, de unos 30 metros de largo por 8 de ancho. En su interior, al costado nor= te, tenía cuatro bodegas, es; cerrados con tabiques que no llegaban al techo y sin puertas. Allí se torturaba a los detenidos. En el interior había dos banquillos donde se adosaba un fierro utilizado para poner corriente eléctrica. En una de las bodegas había una mesa para tomar café”. “En las bodegas principales se colgaba a los detenidos usando los tijerales de la construcción. Eso ocurría principalmente en la bodega número 2, más baja y prefabricada, con piso de tierra y techo de zinc.
El patio era de baldosas y pastelones de cemento y usábamos la parte delantera como estacionamiento”. AMí Valenzuela se encontró con el Pelao Lito (Guillermo Bratti Cornejo), el Chirola (Fernando Patricio Zúñiga Canales) y Eduardo Cartagena Maldonado, todos soldados provenientes de la Base El Bosque que también habían estado en la AGA. El grupo de choque estaba una vez más reunido en torno a Cevallos y Fuentes Morrison. Se les unió, esta vez de manera estable, César palma Ramírez, Fifo, quien no llegó solo. Un grupo de jóvenes que había pertenecido a Patria y Libertad se incorporaron como especialistas en seguimiento y captura. Ellos serían conocidos por los apodos de Yerko, Lutti y Talán.
Pese a ser civiles, Valenzuela los recuerda muy experimentados: “Actuaban como profesionales y sólo reconocían a un jefe: Roberto Fuentes Morrison”. En tanto, [Otto] Trujillo había llegado como nuevo empleado civil de la división de Contrainteligencia de la DIFA, incorporándose de inmediato al grupo antisubversivo. Fue en esos días que sostuvo una reunión con el coronel Horacio Otaíza en el casino de la Comunidad de Inteligencia y recibió una misión especial. Debía ocuparse personalde la seguridad de un tal Juanca [Carol Flores], un informante comunista que trabajaba con el soldado Guillermo Bratti. Para cumplir su misión Otaíza le pasó una furgoneta, una pistola y una ametralladora AKA con dos cargadores de 25 balas. También le proporcionó una casa de cerca de mil metros cuadrados de terreno y 250 construidos en el Paradero 18 de Vicuña Mackenna. La dirección de la casa era avenida Perú 9035 y había pertenecido al dirigente del MIR Humberto Sotomayor, quien había logrado eludir el cerco que la DINA y la SIFA le habían tendido para capturarlo. Fue el coronel Cevallos quien se quedó a la postre con la casa, lo que aumentó la rivalidad de su servicio con la DINA. Allí llegó a vivir Otto Trujillo con su mujer Antonia y tres hijos. Tanto hombre que iba y venía, tantos vehí Culos entrando y saliendo, alertaron al vecindario, ávido en muchos sectores por denunciar extremistas. La Policía de Investigaciones allanó la casa, pero Trujillo alertó de inmediato a sus jefes. Fuentes Morrison y Cevallos debieron concurrir rápidamente al lugar para solucionar el problema. A partir de ese momento los vecinos supieron quiénes eran los ocupantes de la casa. Ya nadie se intranquilizó. Todo estaba en orden.
Diariamente salía Otto Trujillo en el vehículo entregado por la FACh a buscar a Carol Flores y luego al soldado Guillermo Bratti, quien vivía en una casita de ladrillos en un conjunto habitacional de San Bernardo, y los llevaba hasta la Comunidad de Inteligencia. Flores se instalaba en una mesa al lado del coronel Otaíza y se le veía sin pausa escribiendo o clasificando fotos.
En agosto de 1975, con los datos entregados por él más el archivo del comandante Campos Poblete actualizado y en orden, el grupo estuvo preparado para dar su primer golpe en la zona sur de Santiago.