“Los niños trans son, por lejos, los más vulnerables del país”
Pablo Simonetti: El escritor, que celebra 20 años de «Madre que estás en los cielos» con una edición aniversario, habla aquí de literatura, política y las deudas con las diversidades sexuales. Constanza León A.
La novela me ha desbordado de regalos: amistades literarias, comentarios elogiosos, ediciones en otros países, pródigos testimonios de personas que se han sentido inspiradas, tocadas”. Así dice el prólogo de «Madre que esás en los cielos» (Alfaguara), la novela de Pablo Simonetti que lanzó su edición conmemorativa a 20 años de su debut. “Una primera novela es siempre difícil porque tiene un elemento de ciencia infusa. Es tener fe en uno mismo, tener la reciedumbre para cruzar una cordillera porque uno sube y baja y no vela otra vertiente. La novela tiene una brújula interior, pero igual uno puede perderse”, dice el escritor sentado en una cafetería cerca de su casa. Hoy, a las 18 horas, el autor conversará con Óscar Contardo en “Café con autor”, las charlas literarias de la Corporación Cultural de Vitacura que se r lizan en la Biblioteca de la comuna. Simonetti, ingeniero civil y magíster en Ingeniería Industrial de la UC, magíster en Ingeniería Económica de la U. De Stanford (EE. UU), es director fundador de Fundación Iguales y Espacio Público. “Lo que me ha impresionado es que la novela anticipa la brecha generacional.
La literatura de los hijos, hijos protestando contra el sistema de valores de sus padres, un fenómeno que se dio en las familias, en la política, en la literatura”. —Algunos en el movimiento estudiantil que cambió la política el 2011... —La novela salió antes incluso que el movimiento de los pingilinos de 2006. También al interior de las familias se ha perdido un lenguaje en común. Se quebró esa historia tan rígida en cuanto a valores, orientación sexual. Quedó una generan atrás sin entenderlo y una generación nueva que lo ha abrazado. Hay padres que siguen sufriendo a causa de la diversidad de sus hijos, pero se ha ido aminorando. En la novela está el hijo gay y su hermana, María Teresa, que se revela frente a una estructura machista que la oprime. Los hijos ya no soportan las situaciones que a la madre le tocó aguantar. —Dices que están presente el secreto y la negación, como factores que identi can a tantos. Y a tu familia, porque también te fue difícil salir del clóset cuando ya habías terminado tus estudios. —A mucha gente. Yo vivía en una familia machista y religiosa, en la que los secretos y la negación terminaban en el confesionario. Muchas veces la verdad oculta empieza a aparecer de forma enfermiza, son como gusanos que te van comiendo. Andrés se libera mucho antes. Se pelea con sus padres y se va; fue mucho más valiente que yo. Y María Teresa fue mucho más valiente que mi hermana. Nosotros fuimos más sumisos, aunque al final ambos nos liberamos, de otro modo. Arrepentiste de nunca haberle confesado a tu padre tu homosexualidad?—Mi papá estaba muy enfermo, tenía un Parkinson grave y mi madre me decía que si le contábamos lo íbamos a matar de pena. Hay preguntas que quedan en el aire, ¿ él me habría querido igual? Hubiera sido un camino muy difícil para él. No estaba educado en la tolerancia. Por ejemplo, en mi casa no entraban parejas separadas o vueltas a casar; un rigor que siempre me ha chocado. Éramos una familia descendiente de inmigrantes, y arrastraban esa cultura machista terrible desde Italia. “Encontré todas las formas de ser visible” Pablo es hijo de Eliana Borgheresi, paisajista, y Renato Simonetti, destacado industrial metalmecánico.
“Mi papá era un muy buen alumno del Instituto Hispanoamericano, pero estaba aburrido en el colegio y quería trabajar con sus tíos, partícipes de la creación de la mayoría de las instituciones italianas de Chile: el club italiano, el Stadio Italiano, la escuela italiana, el Audax, el Hogar Italiano, lo que se te ocurra... Además, habían creado Mademsa y Madeco. Él tenía 15 años y no volvió nunca más al colegio. A los 24 años, era director general de Mademsa”, relata. A ti te costaba ser visible ante ese padre? —Yo encontré todas las formas pa hacerme visible (risas). También resulté ser el mejor alumno del curso, el mejor de la universidad. Bueno, lo gay no lo vio o quizás lo vio secretamente también. Yo fuerzos para que mirara hacia hacía mis JO E PEDRO GODOY mi camino, pero él sentía que yo era diferente a él, Era el menor, pero opinaba a la par con los mayores. A los 8 años me leía el diario de punta a rabo. Sabía si las acciones subían o bajaban. Pero no me resultaba para nada esa búsqueda de atención. No era una matriz amorosa. La naturaleza de mi padre y la mía no se entendían. Mis hermanos sí tenían esa misma naturaleza. Nos queremos mucho, pero vemos la vida de manera totalmente distinta. —¿ Tú te movías desde la fragilidad? —Sí, yo tenía una fragilidad, pero también tenía mi poder, que era el poder femenino. Yo con mi madre me entendía sin hablar. Para mis hermanos, ella era una amenaza; para mí, un mar dulce y tibio. Tanto que yo pude escribir en sus palabras. Yo era el hijo de mi madre, pagaba las consecuencias del machismo, pero tenía un lugar de protección. —El libro comienza con la frase: “No deseo pasar por el final que me espera. Los doctores me indicaron un tratamiento de quimio para vivir un par de años en condiciones razonables... ¿ Cómo viviste el cáncer de tu madre? —Totalmente distinto a la novela. A mi madre le diagnosticaron un cáncer de páncreas un 3 de octubre y murió el 29 del mismo mes, de 2001. No hubo tiempo de reflexión. Cuando ella murió, tuve una sensación de alivio, me desesperaba verla en ese estado, sufriendo. Tenía ataques de dolor, incluso bajo sedación, se agitaba, se golpeaba contra la cama. Situaciones tremendas cuando es la persona que uno más ama. —Pasaron dos años hasta que empezaste a escribir. ¿Aprendes a vivir con ese dolor después? —Estuve dos años muy abajo. Sentía una desolación, un vacío muy grande, como si me hubieran sacado algo de adentro. Me ayudó mucho el pensar que hice por ella todo lo que pude. La acompañé en su proceso de muerte día tras día. Su memoria está en mí. Me acerco a la atmósfera que ella creaba con mucha facilidad. En mi jardín tengo sus plantas. “No la he perdido, nia ella ni a mi padre. Ni a mi hermana Cecilia, la que supuestamente es María Teresa en la novela, que murió hace dos años. Murió envuelta en sus creencias, con una fe sorprendente.
Cinco meses con cáncer al cerebro, casi sin síntomas, se desconectó un día y a las dos semanas estaba muerta”. —Citas a las «Memorias de Adriano», de Marguerite Yourcenar, para decir: “Tratemos de entrar en la muerte con los ojos abiertos”. ¿Cambió tu mirada ante la muerte? —Esta novela habla más sobre la vida que sobre la muerte. Yo antes le tenía mucho miedo a la muerte, lloraba en cua quier funeral, incluso de los que no conocía. Ya no. Ella me enseñó el camino hacia la muerte. Ahora la miro a la cara. “No tendríamos un retroceso en un gobierno de Matthei” Simonetti, junto a un equipo de investigadores de Espacio Público, realizó en pandemia estudios sobre el covid-19, Yo con mi madre me entendía sin hablar. Para mis hermanos, ella era una amenaza; para mí un mar dulce y tibio”, Antes le tenía mucho miedo a la muerte, lloraba en cualquier funeral, incluso de los que no conocía. Ya no”, tema que lo apasionó. “Yo sé de terremotos, tsunamis, de la Dana en Valencia, de todo. Para el terremoto de 2010, alas 5 am, yo ya sabía del tsunami. Debe haber sido un trauma infantil. Para el terremoto de 1971, mi madre me arrancó de la cama y me desperté en sus brazos, en medio del pasillo, oyendo los gritos de la vecina mientras todo se estremecía. En las noches siguientes no podía dormir de angustia. Creo que mi manera de enfrentar ese trauma fue saber”, explica. Desde su trabajo con Fundación Iguales, le preocupan varios frentes.
“Hace mucho que estamos impulsando la reforma a la ley Antidiscriminación, que permita un mejor proceso judicial y que tenga una institucionalidad dentro de la Secretaría de Derechos Humanos que se dedique, antes que nada, a que el Estado no discrimine”, sostiene, “Después, la Educación Sexual Integral, donde el problema es que las personas toman posiciones anticipadas, tipo Con mis hijos no se metan. Si a cualquier hijo o hija le enseñas a conocer su cuerpo, a respetarlo, a conocer sus espacios de intimidad, van a ser niños y niñas más felices, con posibilidades y menos traumas. Sobre todo más protegidos ante posibles abusos. La ley de Convivencia Escolar es otro tema pendiente.
Tenemos que erradicar el bullying de las comunidades escolares”. —¿ Te parece que avanzamos en términos de Educación Sexual Integral? La Cámara aprobó una indicación al Presupuesto 2025 que prohíbe al Minsal fi nanciar gastos relacionados con tratamientos de transición de género. —Tenemos problemas gravísimos como las pensiones, la salud y no somos capaces de salir de ese hoyo. En temas de seguridad necesitamos muchos datos para un mejor diagnóstico y no los manejamos tampoco. Y sobre el cuestionamiento dela niñeztrans, si les van a quitar el dinero sería poner el mundo al revés. Esas personas no tienen posibilidad de ira un psiquiatra o a un endocrinólogo privado y llegan al Estado en busca de ayuda en un camino que es difícil. Esa compañía muchas veces es la diferencia entre la vida y la muerte. Un país como el nuestro no se puede permitir ese dolor.
Los niños, niñas y adolescentes trans son, por lejos, los más vulnerables de nuestro país. —Probablemente, hay un problema grave sobre educación al respecto, porque hay muchos mitos alrededor de las decisiones que pasan por niños y de lo que puede significar un arrepentimiento transgénero más adelante. —En la comisión investigadora no invitaron a las personas trans que han sido beneficiadas por el PAIG (Programa de Acompañamiento a la Identidad de Género) y a Fundación Iguales no la dejaron presentar. Eso demuestra que no se quieren educar y prefieren seguir viviendo en su ignorancia. Este es un problema complejo, por lo que sugerimos acompañamiento psicológico y médico. La que era la hija de uno de mis mejores amigos le dijo, a los 11 años, que no era su hija, sino su hijo. Y ellos tuvieron que hacer todo ese camino solos, pero pudieron optar a la mejor fundación, al mejor psiquiatra y al mejor endocrinólogo. Ahora su hijo es un joven feliz, de 20 años. En la fundación tenemos un caso de un niño que hizo su transición de género a los 5 años. Porque este es un asunto identitario, no de orientación sexual. Esta identidad aparece muchas veces cuando recién aprenden a caminar. Claro, pueden pensar que está confundido, ¿pero si no tienen plata para llevarlo al psicólogo? Es muy angustiante.
Y es cierto que hay algunos niños que se arrepienten, pero igual los tienen que acompañar. —Cada vez estos casos parecen aparecer más recurrentes, ¿por qué? las personas trans parecían tener un único camino visible, ser travesti o transformista. No se hablaba de esto. La esperanza de vida de las personas trans era de 35 0 37 años, y eso es porque vivían una vida miserable. Prácticamente ninguno terminaba el colegio. A mí me tocó ira Talca, a conocer una comunidad de personas trans que viven en mediaguas desde el terremoto, y hay gente que fue a quemarles las casas. Lo mínimo que se puede perespetarla independencia y la dignidad de las personas. El PAIG no es mucho más que eso.
Tenemos que acompañar a estos niños para que no sufran, para que no se maten, para que tengan un futuro. —Fuiste bien crítico de José Antonio Kast en su momento, ¿qué opinas de cara a un nueva elección presidencial? Hay quienes dicen que está todo dado para un liderazgo autoritario. —Si uno ve las últimas elecciones municipales, el país se centró. El resultado de los dos plebiscitos constitucionales son también los de un país de centro que rechaza los extremos. Ahora veo a la derecha tradicional con más poder respecto de republicanos y también hay un crecimiento dela izquierda más de centro. Yo le tengo confianza a nuestro país. Para la diversidad sexual, estar bajo un gobierno de izquierda casi siempre significa más apoyo para las políticas de la diversidad, pero en un gobierno de derecha moderno también. Evelyn Matthei es muy abierta en estos temas, ha trabajado con nosotros en Providencia.
Creo que no tendríamos un retroceso en estas políticas si ella llega a gobernar. —En Estados Unidos, con Trump otra vez, vuelven a retroceder también los avances de la diversidad sexual. —Nosotros nunca hemos entendido a Trump y creo que es porque no entendemos muy bien al pueblo norteamericano. En Chile deberíamos tener un nuevo proceso constitucional, porque el país quiere un cambio y todavía lo necesitamos, porque nuestras instituciones están frágiles y estancadas. Están sometidas a corrupción, desde el sistema dejusticia, pasando por el Congreso, hasta las Fuerzas Armadas. Eso necesitamos para que no venga un Trump o alguna especie de neodictador y se coma las instituciones. Si logramos que los extremos no dominen el proceso constitucional, podemos lograr 100 años más de vida democrática