El ejemplo de Karl Jaspers
El ejemplo de Karl Jaspers Quisiera hacer un aporte un tanto tardío y quizás marginal --pero que considero de interés-a la polémica en torno al homenaje a los cien años del destacado filósofo chileno Juan de Dios Vial Larraín. El rector Carlos Peña hace una distinción entre los intelectuales que, habiendo colaborado de alguna manera con un régimen dictatorial, después de terminado este, se arrepintieron, y de los que no lo hicieron.
Como ejemplo de la primera actitud, de los que sí se arrepintieron públicamente, pone al médico y filósofo Pedro Laín Entralgo --quien en algún momento aceptó la Rectoría de la Universidad Complutense de Madrid durante el régimen de Franco-y al filósofo alemán Karl Jaspers, catedrático de Filosofía de la Universidad de Heidelberg, desde 1923 hasta 1938.
Como ejemplo de los que no pidieron disculpas menciona al filósofo Martin Heidegger, quien ocupó la Rectoría de la Universidad de Freiburg, entre agosto de 1933 y abril de 1934, y al mencionado filósofo Juan de Dios Vial, quien se desempeñara como rector de la Universidad de Chile durante los últimos años del gobierno militar.
Por ahora no entraré en la discusión sobre los casos Heidegger, Laín Entralgo y Vial y la dificultad de juzgar con criterios éticos actuales conductas ocurridas en circunstancias extremas de otros tiempos; tampoco en el tema de si son comparables o no la dictadura chilena y la alemana nazi, pero sí quiero aportar algunos antecedentes sobre el caso Jaspers, porque, en mi opinión, él no tuvo nada de qué arrepentirse.
Esto, por cuanto desde el primer momento fue un antinazi declarado, jamás aceptó cargo alguno de las autoridades y se limitó a seguir impartiendo sus clases hasta que en 1938 fue exonerado de la Universidad, en parte por sus ideas y en parte por no haber aceptado la inverosímil exigencia de los nazis de divorciarse de su esposa por ser ella de origen judío. Hasta el fin de la guerra conservó escondidas dos píldoras de cianuro para ingerirlas en el momento en que los viniera a buscar la Gestapo, con las consecuencias imaginables.
Tiene razón el rector Peña cuando afirma que Jaspers pidió disculpas, pero lo que él no explica es que fue un gesto simbólico y producto de su sensibilidad ética, cuanto más que sus disculpas fueron una respuesta a los homenajes que le quisieron hacer las autoridades de ocupación norteamericanas y al ofrecimiento de que asumiera el cargo de rector de la Universidad. Él rechazó ambos honores, diciendo: "No merezco ningún homenaje, porque fui un cobarde. Demasiadas veces escribí en mis cartas `Heil Hitler' y otras tantas levanté el brazo para hacer el saludo nazi.
Esto por temor a que le pasara algo a mi mujer, pero, aun así, no me lo perdono". Esta historia me la contó su sucesor en la Cátedra de Filosofía en Heidelberg, Hans-Georg Gadamer, de quien tuve el privilegio de ser su alumno y, más tarde, su amigo. Juzgue el lector si Karl Jaspers tuvo o no alguna culpa de la que arrepentirse por su conducta durante el imperio de ese régimen que él mismo catalogara, valientemente, como un "régimen criminal". OTTO DÖRR.