Alfredo Concha Irarrázaval - Sara Ureta Rozas
Alfredo Concha Irarrázaval Sara Ureta Rozas Alfredo Concha Irarrázaval Sara Ureta Rozas Hoy 8 de diciembre, se cumple un aniversario más del matrimonio de nuestros padres. Fue en la Iglesia de San Ignacio y quien los casó fue el padre San Alberto Hurtado. Formaron una gran familia, de 10 hijos, tres mujeres y siete hombres.
Luego de una luna de miel con harta historia --incluyendo la primera noche en Tejas Verdes, en que pasaron matando zancudos, hasta un viaje por el sur de Chile, en que el barco casi naufraga--, se vinieron a vivir al campo de Requínoa, que el papá heredó de sus padres, Alfredo Concha Vicuña y Mercedes Irarrázaval Smith. En Santiago, mi abuelita les regaló una casa en la calle Victoria Subercaseaux, de cuatro pisos, con mil cien metros cuadrados construidos, precioso ascensor enchapado en madera incluido. Ahí fuimos naciendo los 10 hermanos y luego criados en el campo. Tenemos maravillosos recuerdos de la infancia, incluyendo juegos, piscina de agua turbia chocolate, paseos a caballo, bodega de vinos, preciosa capilla, con misa dominical. La mamá, una verdadera gran patrona; mi papá, un gigante duro como un roble y bondadoso caballero. Respetó a sus trabajadores, jamás un insulto, pero de firme carácter. A las ocho de la mañana en punto, todos los días en la destinada de los trabajadores a sus labores y largos comentarios con su administrador y capataces. Los sábados eran también días de trabajo completo. La mamá visitaba a diario las casas de los trabajadores, atendía sus demandas y recuerdo que en una ocasión hasta amamantó a uno de los hijos de ellos. Católicos apostólicos y romanos, de una fe que era envidiable, de una modestia y austeridad que hoy día no se ve. Constancia, orden, método, disciplina, irradiaban felicidad.
No recuerdo que hayan hablado mal de nadie. "Yo soy la vid, ustedes los sarmientos, si no están unidos a mí, no darán frutos" (San Juan 15:5). Vivieron unidos al Señor y dieron abundantes frutos. "Quien coma de mi carne y beba de mi sangre, les daré la vida eterna y Yo lo resucitaré en el día final" (San Juan 6:53-59). Fueron de misa y comunión diaria. "Porque tuve hambre, y me diste de comer, tuve sed y me diste de beber.... A mí me lo hiciste" (San Mateo 25:35-40). El papá dedicó gran parte de su vida a ayudar organizaciones de enseñanza a hijos de gente pobre, la mamá a través del Hogar Mater Admirabilis, cuyo directorio presidió por largos años, dio refugio a gente que carecía de recursos. Gracias Papá y Mamá por tan fantástico ejemplo de vida. Señor acógelos en tu Santa Gloria. IKE IN MEMORIAM.