Joven rico
Joven rico H ay demonios que debemos dejar a los exorcistas, pero hay otros, difíciles de vencer, que se expulsan solo con el Evangelio. Estos tienen que ver con aquellos criterios mundanos que nos atrapan y arruinan la vida. Entre ellos, hay uno que es muy poderoso: la avaricia que nos hace apegar el corazón a los bienes del mundo y nos incita a acumular cada vez más y más. Es un demonio que nos hace perder la cabeza y el corazón, nos cierra a los demás y nos hace establecer falsas relaciones por conveniencia. Es un demonio que nos desfigura y nos convierte rápidamente en sus esclavos, haciéndonos olvidar para qué estamos en este mundo.
Se trata de la avaricia que san Pablo en su carta a Timoteo dice ser "el origen de todos los males" (1Tim 6,10). Pero este apego tiene un síntoma, que es sutil, pero que encontramos en el evangelio de hoy: una profunda insatisfacción. El evangelio nos presenta la conocida historia del joven rico. Se trata de un joven que lo tiene todo, pero está insatisfecho. Él experimenta un dolor interno, que viene de su ser interior. Él sabe perfectamente que no ha sido creado por Dios para acumular riquezas. Pero experimenta una enfermedad interior: el ansia de querer tener siempre más. Tal vez no es consciente de que tiene esta enfermedad, pero experimenta el síntoma fundamental, que es la insatisfacción. El texto nos dice que corrió ante Jesús y se postró ante él. Es lo que se dice, en el evangelio de Marcos, que hacen los enfermos. Los que acumulan bienes para sí mismos están enfermos del corazón y es probable que ni siquiera se den cuenta de ello, pero experimentan una profunda insatisfacción ante la vida y su sentido. Este joven sabe que algo va mal en su vida, por eso va y se arroja a los pies de Jesús.
Él intuye que en Jesús puede encontrar sentido verdadero a su vida, un sentido que perdió entre las cosas que lo ilusionaron, pero que no le dieron más que esclavitud... Pienso en tantos jóvenes que hacen crisis ante su forma de vida, experimentan una profunda insatisfacción y no logran ser felices con una sociedad que solo les ofrece bienestar.
Jóvenes de hoy que se han ilusionado con un mundo que les promete satisfacción en lo material, pero que viven atrapados en la pérdida del sentido; que no son capaces de establecer relaciones sinceras y profundas. Pienso en tantos adultos jóvenes que viven esclavos de su trabajo pensando que si surgen en lo económico, serán más felices. Sin embargo, ese momento no llega... Cuántos momentos familiares postergados por una falsa promesa de felicidad, pero que solo produce angustia. Cuántas divisiones familiares y matrimoniales que tienen como causa la avaricia. Cuánta violencia y muerte genera en nuestra sociedad. Vivimos una gran y masiva crisis por el sentido de la vida, y la avaricia es una de sus razones. Lo vemos reflejado en la creciente y escandalosa corrupción que ha permeado el mundo del poder. La avaricia esclaviza al rico y también al pobre; le roba la ilusión al estudiante y corrompe al adulto. La avaricia se cuela en nuestras relaciones humanas y las tiñe de egoísmo y competencia. Hablar de dinero nos complica y somos permisivos respecto a sus límites. Hemos construido una forma de vida en la que nos autoconvencemos de que el dinero trae consigo un bienestar capaz de solucionarlo todo. Sin embargo, no somos más felices que antes. Cristo enseña en el evangelio que lo único que da sentido pleno a la vida es el amor y el servicio a los demás. Esto es lo que orienta nuestras relaciones, tanto con los demás como con los bienes, los cuales pueden ser administrados según esta sabiduría del evangelio. Es fácil criticar a los demás por lo que hacen con sus bienes, es fácil escandalizarse con la corrupción y reconocer en el prójimo la avaricia. Pero la pregunta de hoy es qué haces tú con los bienes, qué lugar ocupan las cosas en tus decisiones, cómo las administras. De eso trata esta historia del joven rico, quien, estando esclavizado por este peligroso demonio de la avaricia, no fue capaz de aceptar la oferta de plenitud que Jesús le hizo.
Joven rico PADRE OSVALDO FERNÁNDEZ DE CASTRO Párroco de los Santos Ángeles Custodios y Vice Gran Canciller de la UC "Los discípulos se asombraron de sus palabras; pero Jesús, respondiendo, volvió a decirles: Hijos, ¡cuán difícil les es entrar en el reino de Dios a los que confían en las riquezas! (Mc, 10,24). EL EVANGELIO HOY San Marcos (10,17-30).