LAS ALTAS CAPACIDADES SALEN AL PIZARRON
LAS ALTAS CAPACIDADES SALEN AL PIZARRON Durante la mayor parte de su vida escolar, M. (17) fue considerada como una "alumna perfecta": se llevaba bien con sus compañeros, se portaba bien en clases y sacaba buenas notas. Pero alrededor de los 14 años comenzó a querer faltar al colegio. Su mamá, Luciana Sutovski, recuerda que "empezó a somatizar las cosas, le dolía la cabeza, el estómago. Se sentía fuera de lugar, sentía que sus intereses y sus ritmos no tenían que ver con el entorno.
Es una niña altamente sensible, que muchas veces se veía abrumada por compartir hasta con 46 compañeros el aula". Por ese entonces, muchas preguntas tuvieron respuesta: M. fue identificada con altas capacidades, algo que Luciana y su marido ya sospechaban, pero no pudieron confirmar hasta ese momento. M. aprendió a leer entre los 3 y 4 años, y ya hablaba fluidamente, con un vocabulario y una dicción muy avanzados para su edad. Luciana recuerda que "también tenía muy buena memoria. Cantaba las canciones completas, hacía preguntas que indicaban preocupaciones por temáticas más trascendentes, como la vida, la muerte, el amor. Me hacía preguntas del tipo: `¿ Por qué si uno ama puede hacer daño?'. También fue muy inquieta motrizmente, con una corporalidad muy expresiva.
Corría en puntas de pies, porque pensaba que de esa manera era más rápida". Las altas capacidades --antigua y erróneamente aunadas bajo el concepto "superdotación"-se refieren a un desarrollo cognitivo más avanzado en comparación con el promedio de los niños de la misma edad.
Así lo explica María Paz Gómez, académica de la Escuela de Psicología de la Universidad de Santiago y doctora en Educación Especial con mención en Altas Capacidades por la Universidad de Arizona: "Una mirada de las altas capacidades tiene que ver con características cognitivas y socioemocionales que hacen que estos niños y adolescentes sean cognitivamente diferentes a sus pares y muestren ciertas características un poco más avanzadas del aprendizaje, pero también del ámbito socioemocional.
Estas características, que son bien distintivas, podrían hacer que esta condición se considere una neurodivergencia, por la forma de enfrentarse al conocimiento y al mundo". Luciana considera que su hija M. se enmascaró durante mucho tiempo, ya que aparentó en gran parte de su escolaridad que todo estaba bien, hasta que enfrentarse a diario a un espacio donde no podía recuperar la calma al estar sobreestimulada y la rigidez curricular le pasaron la cuenta. "Le cerramos el año un poco antes. Durante el verano la acompañamos con terapia ocupacional y psicológica. Pensamos que con ese apoyo y las vacaciones al iniciar las clases ya estaría mejor, pero no fue así. El primer día la tuve que llevar casi obligada. Tratamos de hacer una intervención en el colegio, llevamos sugerencias de la psicóloga, pero seguía habiendo trabas.
La dejaban salir de la sala, pero no tenía a dónde ir, no había espacios que le ofrecieran la posibilidad de recuperar la calma", recuerda Luciana, quien también es parte de la dirección y una de las fundadoras de Altas Capacidades Chile, una organización que agrupa a más de 600 familias con niños y niñas con altas capacidades en el país.
En un sistema escolar homogeneizador, los niños y niñas con altas capacidades enfrentan dificultades al no ver representados sus tiempos más rápidos de aprendizaje. "Le complicaba no tener espacio para discrepar de lo que el profesor estaba proponiendo. Ella percibía rigidez y arbitrariedad en algunas normas y que no había espacio para ir por otro camino y llegar al mismo objetivo.
El colegio sí hizo algunos intentos de apoyo, hubo aspectos que se trataron de flexibilizar y otros que eran más de fondo, que tenían que ver con la coordinación académica donde no hubo espacio a cambios. Por ejemplo, cuando el profesor debía cambiar específicamente sus contenidos o sus tiempos.
En eso no hubo una política general, pero sí disposición de los profesores en términos particulares", relata Luciana, quien con su familia se cambiaron de región hace un año y, por lo tanto, también cambió a sus hijos de colegio.
Para la familia de Luciana fue revivir lo que hace poco había pasado con su hija mayor, N., ahora de 19 años, estudiante de Licenciatura en Biología, identificada con altas capacidades y también autismo, un perfil al que se le conoce como doble excepcionalidad; y lo que vive actualmente con el menor de sus hijos, I., de 13, quien también tiene altas capacidades y además comparte diagnóstico de autismo y déficit atencional. Según su experiencia, Luciana considera que el sistema escolar tiene rigideces que terminan por forzar la frustración y el fracaso de los niños y sus familias.
Agrega que todo recae en los hombros del niño y su familia. "El colegio dice: `Yo hago lo que puedo', pero por otro lado no te dejan aportar, porque ellos son los especialistas en educación". Junto a otras tres madres de niños con altas capacidades, hace cuatro años Giselle Luksic fundó Altas Capacidades Chile, una agrupación que partió de no encontrar respuesta, educación ni lugar. "Emocionalmente, siempre son niños de su edad, pero intelectualmente necesitan acceder a otros estímulos y muchos de ellos están frenados desde el jardín infantil y pasan frenados toda la etapa escolar, porque no pueden seguir avanzando. Ahí empiezan los problemas psicológicos, porque el colegio dura muchos años", apunta Giselle. Giselle considera que los colegios no potencian a los niños con altas capacidades y que el país también pierde un potencial desarrollo importante. "En otros países los buscan y los potencian.
Muchos de nosotros hemos tenido que sacar a los niños del colegio, algunos porque están afectados psicológicamente de encontrarse en un estado de parálisis en el colegio, y otros porque no dan los recursos económicos para pagar un colegio y otras actividades. Muchos pasan por hacer home school, tener plataformas online o contar con unas pocas horas con la plataforma del colegio y pagar aparte deportes o enriquecimientos varios", agrega. A sus cinco años, Alonso es capaz de escribir su nombre, reconocer números naturales, hacer operaciones matemáticas complejas para su edad y decir el abecedario de corrido.
Cuando tenía un año, su mamá decidió mostrarle una pizarra magnética con letras, las cuales reconoció de inmediato y pudo repetirlas sin problema. "Cuando queríamos ponerle monitos en la tele, siempre prefería algo con números o letras. Desde los dos años escribía las letras.
Por un lado, me asusté un poco, pensé que quizá no era normal, porque a todos les llamaba la atención que dibujara las letras con tiza en el pasaje siendo tan chiquitito", recuerda Javiera Zúñiga Nahas. Sus cercanos le decían constantemente que lo alejara de los números y las letras, porque si lo aprendía antes, se aburriría en el colegio. Fue así como Javiera optó por matricularlo en un colegio bilingüe, de modo que tuviera desafíos diferentes.
Antes de ingresar a prekínder, lo había llevado a una neuróloga, quien le dijo que todo se veía bien y que tenía un "hijo inteligente", pero para que se quedara tranquila le indicó hacerle un test para descartar que fuera autista. El resultado fue negativo. "No quise entrar al colegio y decirles de lleno que mi hijo es inteligente, preferí que se fuera desenvolviendo de a poco y que me dijeran algo de ser necesario. Y así fue: en la primera reunión con la profesora, me dijo que Alonso estaba más adelantado que sus compañeros, que tenía un conocimiento de un niño de primero básico", relata Javiera. Esa profesora le recomendó que averiguara sobre las altas capacidades y fue así como llegaron a la Fundación Altas Capacidades Chile, donde consiguieron nombres de psicólogas para evaluarlo y así dieron con la identificación correcta. El primer año de Alonso en el colegio fue más llevadero, pero al pasar a kínder se enfrentaron con problemas relacionados con la frustración: "Este año están reforzando los contenidos de prekínder. Les están enseñando a contar del 1 al 20 y Alonso se aburre, no quiere ir al colegio, porque tampoco le plantean desafíos especiales.
Creo que no han capacitado a los profesores sobre esta neurodivergencia, lo ven como un niño inteligente, que no hace problema, que pasa desapercibido, entonces pasa a segundo plano". Académicos estiman que un 10% de los estudiantes podrían tener altas capacidades. Según datos del Ministerio de Educación, durante 2023 se registraron 3.631.025 estudiantes inscritos en el sistema escolar, lo que significa que 363.102 de ellos podrían identificarse en este perfil. Macarena Rojas Loyola es lingüista, profesora de Lenguaje en Enseñanza Media con más de veinte años de experiencia y dueña de la Academia Altas Capacidades, en Coyhaique, Región de Aysén. Desde ahí hacen charlas y capacitaciones a colegios, docentes y sostenedores, articulan redes entre personas y trabajan en la academia con niños y niñas de entre 5 y 11 años haciendo enriquecimiento extracurricular. Las dos hijas menores de la médico especialista en medicina interna Cecilia Vásquez, María Emilia, de 10, y Dominga, de siete años, han sido identificadas con altas capacidades, y asisten a esa academia. Allí, cuenta su mamá, han encontrado un lugar para convivir con pares con intereses similares. "Lo más impactante fue que, la primera vez que asistieron, las dos se sintieron en su mundo feliz. Salieron contentas, aprendieron, participaron, no se querían ir. A la mayor le cuesta relacionarse y ahí encontró una niña con la que se hicieron muy amigas y hacen planes juntas", dice Cecilia.
En 2023, Clara Domíngues y Paulette Laclote abrieron Centro Ki, en la comuna de Las Condes, en Santiago, un lugar de enriquecimiento extracurricular donde también ofrecen, aparte de terapia psicológica, ocupacional, y fonoaudiología, la detección de altas capacidades. Paulette fue la psicóloga que evaluó a la familia de Clara y que identificó con este perfil a su hijo Máximo a los 10 años.
Al hablar más del tema, las dos supieron que debían crear algo para la comunidad. "Vi esta necesidad en mi familia y Paulette se había dado cuenta de que casi todas las familias con las que ha trabajado están en la búsqueda de pares, desafíos y motivaciones para sus hijos, ya que el colegio muchas veces se convierte en una piedra de tope", dice Clara. La psicóloga Paulette Laclote añade que el espacio está pensado para que los niños se sientan "desafiados, pero en un lugar donde están al lado de otros niños y niñas, con intereses parecidos. Aquí les decimos lo que vemos en ellos y lo que queremos pulir.
Muchos padres nos dicen que es algo que a veces no pueden hablar en los colegios, porque se piensa que los papás siempre creerán que sus hijos son los más inteligentes, y que prefieren tratar el tema de manera silenciosa en sus familias. Aquí sí se pueden conversar". Issaiah Guzmán, de 13 años, también ha encontrado un lugar donde se siente acogido fuera del colegio. Desde el año pasado asiste al Programa Penta UC, donde ha podido tomar cursos de biología, botánica, literatura y dactiloscopía, entre otros. Su madre, Aracelly Arancibia, asegura que comenzó a tener problemas en el colegio a los 11 años. "A los niños les molestaba que hiciera preguntas y que terminara los trabajos antes. Optamos por cambiarlo de curso y en ese momento la directora nos sugirió dirigirnos a Penta, ya que creía que Issaiah tenía características de talento académico", recuerda. Para Issaiah, quien sueña con ser un juez de la Corte Suprema, esta experiencia ha sido bastante motivadora. "Hacerles preguntas a profesores universitarios es muy distinto a preguntarles cosas a profesores del colegio. En la universidad están dispuestos a responder lo que sea sobre la materia; en el colegio no se pueden preguntar cosas aparte ni avanzadas. Me llevo mejor con mis compañeros de Penta, porque compartimos casi los mismos intereses", dice. Contrario a lo que se imagina, ser un niño con altas capacidades puede ser complicado. El sistema educativo tradicional es poco estimulante para quienes aprenden tan rápido y tienen intereses profundos en ciertas áreas. Y encajar con los pares, cuando se es diferente, tampoco es sencillo. Esta es la historia de algunos niños con grandes talentos y el esfuerzo de sus familias por encontrar el mejor lugar para que se desarrollen. POR VALENTINA GONZÁLEZ COFRÉ. FOTO HECTOR FLORES. Las altas capacidades SALEN AL PIZARRÓN "Cuando queríamos ponerle monitos en la tele, siempre prefería algo con números o letras. Desde los dos años escribía las letras. Me asusté un poco, pensé que quizá no era normal", recuerda Javiera Zúñiga Nahas. A sus cinco años, Alonso es capaz de escribir su nombre, reconocer números naturales, hacer operaciones matemáticas complejas para su edad y decir el abecedario de corrido..