Autor: Nevado Chopicalqui, una emblemática
Una gran montaña PARA SANAR
Ya habían escalado decenas de cumbres juntos. Una vez arriba, también habían llorado varias veces, abrazados de felicidad, celebrando un logro que varias horas antes parecía inalcanzable.
Pero la emoción que Max Villar y sus amigos Carlos Bravo y Vicente Gamboa sintieron hace unas semanas, cuando tras 9 horas de ascenso ininterrumpido alcanzaron la cima delmontaña de 6.354 metros de altura ubicada en la cordillera Blanca de Perú, fue probablemente la más intensa de todas.
Solo cinco meses antes, Max Villar 35 años, escalador e instructor de montaña talquino, y uno de los guías más experimentados dentro del andinismo local había recibido una de las peores noticias de su vida: le habían diagnosticado cáncer a la piel, un agresivo melanoma que, probablemente, se había producido por su constante exposición a la radiación solar en la montaña. Peor aún: ya registraba una metástasis grado 4 y se le había ramificado hacia el pulmón y el hígado. Así que el hecho de que estuvieran ahora allí, observando el mundo desde las alturas del Chopicalqui y disfrutando a concho cada segundo de ese momento que les tocaba vivir, era algo extraordinario. Para ellos, la felicidad plena.
“Cuando me diagnosticaron el cáncer, yo tenía dos opciones: o me lamentaba, o buscaba una solución para salir de la mejor manera posible de esto”, reflexiona ahora Max Villar, sentado en una sala médica de Bradford Hill, un centro de investigación clínica del cáncer ubicado en el barrio de Patronato, el que lo acogió y. W A V L A T N O M N Á I T S A B E SAVANCES. Max Villar está en tratamiento de inmunoterapia. comenzó a entregarle un tratamiento que hasta ahora ha sido todo un éxito. “Volver a subir una montaña fue su mejor terapia”, dice Carlos Bravo, su amigo y cordada durante años. “En muchas cumbres habíamos llorado, pero poder sentir ahora su emoción a flor de pielfue muy fuerte. Él lideró este ascenso, siempre empujó y lo dejé disfrutar lo que estaba haciendo, porque era su mejor remedio”. ¿Qué había ocurrido? ¿ Podía una montaña ser capaz de sanar tan terrible enfermedad?RUTA. En total, la jornada de cumbre duró casi 18 horas, ida y vuelta. “Fue un festival de emociones”, dice Max. CAMBIO. Max Villar y sus compañeros en el Ulta Chico, una cumbre previa. Cinco meses antes, su diagnóstico hacía impensable estos logros. R A L L I V X A M : S O T O FCUMBRE. Vicente Gamboa (izquierda), Carlos Bravo (centro) y Max Villar.
Entre el diagnóstico y el ascenso varias cosas habían sucedido ya hablaremos de eso más adelante, pero para Max Villar, la posibilidad de volver a ser feliz haciendo lo que más le gusta, que era conectarse con la naturaleza salvaje de los cerros, ciertamente había influido en su sorprendente mejoría. “Estar en la montaña y en actividades de naturaleza me ha servido mucho para enfrentar una enfermedad que es de vida o muerte”, dice hoy Max Villar. “Creo que estar tan vinculado a experiencias a veces límite, con frío, incomodidad, sobreexpuesto a un montón de factores, te va curtiendo y te entrega una dureza que no es solo física, también espiritual. Para mí el montañismo es una filosofía de vida y tiene que ver con la resiliencia, con analizar las cosas de una perspectiva diferente. Pensar en el bien común y ser más positivo, no tan fatalista”. Todo partió con una sensación deresfrío.
A fines de enero de este año, Max Villar venía de vuelta de una expedición a Campos de Hielo Sur junto a unos clientes cuando comenzó a sentirse congestionado, con los oídos tapados y una extraña molestia en el cuello, como una contractura.
Al principio, Max pensó que los síntomas pasarían en un par de días, pero no fue así: la congestión, y sobre todo el dolor del cuello, donde además sentía un extraño bulto en el costado izquierdo, se hicieron cada vez más insoportables.
Muy preocupado, una vez en Talca fue a hacerse exámenes, que pronto derivaron hacia una biopsia que arrojó malos resultados: el bulto era un melanoma, un tipo de cáncer de piel que se había alojado en el cuello.
Si bien la noticia fue fuerte e inesperada, Max Villar de algún modo sabía que quizás podía ocurrirle algo así: desde niño que tiene grandes lunares en la piel uno de ellos en la nuca; además él era de piel muy blanca y, más encima, casi toda su vida (desde que se enamoró de la montaña a los 10 años, cuando comenzó a recorrer con su papá la zona de Altos de Lircay el Maule, y luego trabajando como guía profesional) había estado súper expuesto a la radiación solar. Es decir, Max Villar tenía todas las condiciones que, según los investigadores del tema, favorecen la aparición de melanomas en el cuerpo. “Entonces ahí me dijeron: Búscate un seguro oncológico lo más pronto posible. Algo que yo no tenía”, recuerda Max con angustia. “Tener cáncer en Chile no es un negocio: es una enfermedad súper cara. Solo en los primeros exámenes ya me había gastado como dos millones de pesos, que era casi lo mismo que había ganado en toda la temporada trabajando como guía. Y la isapre apenas me cubría.
Tenía que hacer algo”. Pero entonces, como no suele ser común en otros pacientes de cáncer en Chile, la buena suerte pareció estar de su lado: el médico que lo vio en Talca le recomendó acudir al Centro Bradford Hill en Santiago. Y una vez ahí, tras ser analizado por médicos especialistas, su caso calificó para recibir tratamiento gratuito de inmunoterapia, como parte de una investigación sobre el cáncer.
“El principal factor de riesgo de los melanomas es la radiación ultravioleta: los rayos ultravioleta dañan el ADN de los melanocitos, que es la célula que produce melanina y que le da el color de piel a la gente. Cuando eso ocurre, se puede desarrollar un tumor”, explica el oncólogo Carlos Rojas, director ejecutivo de Bradford Hill. SALUD. “Un paciente que está en buenas condiciones físicas y se mantenga como deportista es más fácil que conserve su calidad de vida indemne”, asegura el oncólogo Carlos Rojas.
Según el doctor Rojas, esta es una enfermedad que ha aumentado en los últimos años básicamente por la poca costumbre de la población en cuanto al uso de bloqueador solar, pero también por temas ambientales como la disminución de la capa de ozono. Un problema que, sin los cuidados necesarios, podría afectar en especial a los montañistas, que suelen estar en zonas altas y nevadas, donde la radiación UV es aún mayor.
De hecho, según datos del Departamento de Estadísticas e Información de Salud (DEIS) del Ministerio de Salud, en los últimos años se ha observado un aumento de alrededor del 40 por ciento en las muertes asociadas al cáncer de piel debido a los altos niveles de radiación, que han sido agravados por los efectos del cambio climático. TESTIMONIO.
“Yo quise contar esta historia porque además soy instructor de montaña: el tipo de cáncer que tengo está asociado a la exposición al sol y a otros factores, entonces es una invitación al chequeo y al autocuidado”, dice Max Villar. Aquí, en el Chopicalqui. “Hay lugares del mundo donde el melanoma es más prevalente, por ejemplo Australia”, dice el doctor Rojas. “En Chile es un problema de salud pública, sobre todo porque no es raro que le dé a gente como Max, que es joven y no tiene otras enfermedades. Entre los 25 y 45 años hay un porcentaje importante de pacientes que pueden tener melanomas”, asegura. Sin embargo, así como este tipo de cáncer ha aumentado, en los últimos años también han surgido tratamientos con muy buenos resultados, como el de la inmunoterapia, que es el que está siguiendo Max Villar. “Es un tratamiento con drogas que, básicamente, lo que hace es manipular el sistema inmune. El melanoma es uno de los cánceres más sensibles al control inmunológico, así que esta terapia entrega mayores posibilidades para poder controlar la enfermedad, que hasta hace pocos años era mortal”, explica el doctor Rojas. Hasta ahora, el tratamiento de Max Villar ha sido exitoso: después de seis meses de inmunoterapia, el tumor en el cuello se achicó, igual que las lesiones en el hígado. Las del pulmón desparecieron. “Hoy tengo controlado el cáncer”, dice con alegría Max Villar. “El doctor me había dicho que hiciera mi vida normal, pero yo no quería volver a la montaña sin saber que el medicamento estaba actuando bien.
Así que una vez que los exámenes fueron positivos y me sentí bien, decidí regresar, con todos los cuidados necesarios: usar mucho bloqueador, lentes de sol, gorros y sombreros, poleras de manga larga con filtro UV. Fue rudo, pero mi familia me apoyó y lo pude lograr”. Con la venia médica, el sueño de volver a las altas cumbres de los Andes se hizo realidad para Max Villar.
Ir con suamigo Carlos Bravo lo ayudó a tomar la decisión: si ambos estaban bien y motivados, podrían sentir otra vez la felicidad de subir juntos una montaña, tal como lo habían hecho hace diez años en otros cerros.
“Lo que Max está viviendo es como una gran montaña para él, pero yo sabía que la iba a enfrentar de buena manera y con una actitud que lo iba a mantener fuerte”, cuenta Carlos Bravo, que no escalaba hace tiempo y, tras ver lo que le sucedió a su amigo, dice haber comprendido mejor laimportancia de vivir el presente. “Haber vuelto a Perú se lo debo a él: a veces nos estancamos en cosas sencillas y es bueno salir de la zona de confort.
En cualquier momento nos puede pasar algo que nos cambie la vida”. La decisión de ir al Nevado Chopicalqui, en la cordillera Blanca, al que se accede desde la ciudad de Huaraz, pasó sobre todo porque eran montañas que los habían marcado en un viaje anterior, y hace años tenían pendiente regresar. La idea, además, era volver a escalar sin la presión de llevar clientes, solo por el gusto y la felicidad de hacerlo juntos como cordada.
“Perú también tiene muchos factores a favor, entre ellos su clima favorable: en junio, julio y agosto gozan de estabilidad climática y solcito, mientras que acá en Chile hay mucha lluvia y problemas de acceso, así que siempre es mejor moverse más al norte del continente”, explica Max, quien por más que ahora pudo volver a escalar un logro sorprendente, sobre todo considerando el diagnóstico que le dieron hace solo unos meses, todavía sigue sin poder retomar su trabajo como guía profesional de montaña. De hecho, BALANCE. El tratamiento ha ayudado a que Max siga con su pasión montañera. HITO. Para el equipo, volver a Huaraz y la cordillera Blanca era un sueño pendiente. ha tenido que cancelar todos sus compromisos previos a la enfermedad. El viaje a cordillera Blanca en total duró 20 días, seis de los cuales estuvieron en la montaña misma. Primero subieron el Ulta Chico, una cumbre de 5.350 metros cuyo ascenso implica tránsito glaciar, escalada en hielo y trepar rocas, y luego fueron por el objetivo principal, el Nevado Chopicalqui. El ascenso les tomó cuatro días, con una jornada de cumbre que realizaron el 17 de julio y que duró alrededor de 18 horas, ida y vuelta desde el campamento 1. “Max ha ido evolucionando bien y no ha tenido complicaciones: por algo subió el cerro que subió”, dice el doctor Carlos Rojas.
“Además, un paciente que está en buenas condiciones físicas y se mantenga como deportista es más fácil que conserve su calidad de vida indemne: él ha logrado conservar un rendimiento similar al que tenía antes de enfermar”. Pese a las buenas noticias, Max Villar y sus doctores saben que todavía es pronto para cantar victoria: aún le queda un año y medio de tratamiento.
“Yo quise contar esta historia porque todo es aprendizaje y además porque soy instructor de montaña: el tipo de cáncer que tengo está asociado a la exposición al sol y a otros factores, entonces es una invitación al chequeo y al autocuidado”, dice Max. Y agrega: “Me sentí muy bien subiendo el Chopicalqui y fue como sacar un hámster de la jaula: yo era pura felicidad, con la sonrisa en la cara.
Finalmente, uno hace esto porque le gusta, no es por el ego de conquistar una montaña, sino porque estar ahí te entrega cosas muy bonitas: un amanecer, un atardecer, una noche estrellada, el abrazo a la cordada con la que subiste y con quien lo diste todo física y anímicamente para lograr un objetivo”. D.
Pese a haber sido diagnosticado con un cáncer de melanoma metastásico, producido por el exceso de radiación solar al que se había expuesto por años, el guía e instructor de montaña Max Villar decidió enfrentar esta enfermedad para seguir haciendo lo que más le gusta. Acaba de lograr el primer gran hito de esta nueva etapa de su vida: subió un seismil en la majestuosa cordillera Blanca de Perú. Aquí comparte su testimonio. POR Sebastián Montalva Wainer. TESTIMONIO.
“Yo quise contar esta historia porque además soy instructor de montaña: el tipo de cáncer que tengo está asociado a la exposición al sol y a otros factores, entonces es una invitación al chequeo y al autocuidado”, dice Max Villar. TESTIMONIO.
“Yo quise contar esta historia porque además soy instructor de montaña: el tipo de cáncer que tengo está asociado a la exposición al sol y a otros factores, entonces es una invitación al chequeo y al autocuidado”, dice Max Villar. BALANCE. El tratamiento ha ayudado a que Max siga con su pasión m CUMBRE. Vicente Gamboa (izquierda), Carlos Bravo (centro) y Ma AVANCES. Max Villar está en tratamiento de inmu HITO. Para el equipo, volver a Huaraz y la cordillera Blanca era un sueño pend s Rojas.
Pese a haber sido diagnosticado con un cáncer de melanoma metastásico, producido por el exceso de radiación solar al que se había expuesto por años, el guía e instructor de montaña Max Villar decidió enfrentar esta enfermedad para seguir haciendo lo que más le gusta. Acaba de lograr el primer gran hito de esta nueva etapa de su vida: subió un seismil en la majestuosa cordillera Blanca de Perú. Aquí comparte su testimonio. POR Sebastián Montalva Wainer. TESTIMONIO.
“Yo quise contar esta historia porque además soy instructor de montaña: el tipo de cáncer que tengo está asociado a la exposición al sol y a otros factores, entonces es una invitación al chequeo y al autocuidado”, dice Max Villar. TESTIMONIO.
“Yo quise contar esta historia porque además soy instructor de montaña: el tipo de cáncer que tengo está asociado a la exposición al sol y a otros factores, entonces es una invitación al chequeo y al autocuidado”, dice Max Villar. BALANCE. El tratamiento ha ayudado a que Max siga con su pasión m CUMBRE. Vicente Gamboa (izquierda), Carlos Bravo (centro) y Ma AVANCES. Max Villar está en tratamiento de inmu HITO. Para el equipo, volver a Huaraz y la cordillera Blanca era un sueño pend s Rojas. Ya habían escalado decenas de cumbres juntos. Una vez arriba, también habían llorado varias veces, abrazados de felicidad, celebrando un logro que varias horas antes parecía inalcanzable.
Pero la emoción que Max Villar y sus amigos Carlos Bravo y Vicente Gamboa sintieron hace unas semanas, cuando tras 9 horas de ascenso ininterrumpido alcanzaron la cima delmontaña de 6.354 metros de altura ubicada en la cordillera Blanca de Perú, fue probablemente la más intensa de todas.
Solo cinco meses antes, Max Villar 35 años, escalador e instructor de montaña talquino, y uno de los guías más experimentados dentro del andinismo local había recibido una de las peores noticias de su vida: le habían diagnosticado cáncer a la piel, un agresivo melanoma que, probablemente, se había producido por su constante exposición a la radiación solar en la montaña. Peor aún: ya registraba una metástasis grado 4 y se le había ramificado hacia el pulmón y el hígado. Así que el hecho de que estuvieran ahora allí, observando el mundo desde las alturas del Chopicalqui y disfrutando a concho cada segundo de ese momento que les tocaba vivir, era algo extraordinario. Para ellos, la felicidad plena.
“Cuando me diagnosticaron el cáncer, yo tenía dos opciones: o me lamentaba, o buscaba una solución para salir de la mejor manera posible de esto”, reflexiona ahora Max Villar, sentado en una sala médica de Bradford Hill, un centro de investigación clínica del cáncer ubicado en el barrio de Patronato, el que lo acogió y. W A V L A T N O M N Á I T S A B E SAVANCES. Max Villar está en tratamiento de inmunoterapia. comenzó a entregarle un tratamiento que hasta ahora ha sido todo un éxito. “Volver a subir una montaña fue su mejor terapia”, dice Carlos Bravo, su amigo y cordada durante años. “En muchas cumbres habíamos llorado, pero poder sentir ahora su emoción a flor de pielfue muy fuerte. Él lideró este ascenso, siempre empujó y lo dejé disfrutar lo que estaba haciendo, porque era su mejor remedio”. ¿Qué había ocurrido? ¿ Podía una montaña ser capaz de sanar tan terrible enfermedad?RUTA. En total, la jornada de cumbre duró casi 18 horas, ida y vuelta. “Fue un festival de emociones”, dice Max. CAMBIO. Max Villar y sus compañeros en el Ulta Chico, una cumbre previa. Cinco meses antes, su diagnóstico hacía impensable estos logros. R A L L I V X A M : S O T O FCUMBRE. Vicente Gamboa (izquierda), Carlos Bravo (centro) y Max Villar.
Entre el diagnóstico y el ascenso varias cosas habían sucedido ya hablaremos de eso más adelante, pero para Max Villar, la posibilidad de volver a ser feliz haciendo lo que más le gusta, que era conectarse con la naturaleza salvaje de los cerros, ciertamente había influido en su sorprendente mejoría. “Estar en la montaña y en actividades de naturaleza me ha servido mucho para enfrentar una enfermedad que es de vida o muerte”, dice hoy Max Villar. “Creo que estar tan vinculado a experiencias a veces límite, con frío, incomodidad, sobreexpuesto a un montón de factores, te va curtiendo y te entrega una dureza que no es solo física, también espiritual. Para mí el montañismo es una filosofía de vida y tiene que ver con la resiliencia, con analizar las cosas de una perspectiva diferente. Pensar en el bien común y ser más positivo, no tan fatalista”. Todo partió con una sensación deresfrío.
A fines de enero de este año, Max Villar venía de vuelta de una expedición a Campos de Hielo Sur junto a unos clientes cuando comenzó a sentirse congestionado, con los oídos tapados y una extraña molestia en el cuello, como una contractura.
Al principio, Max pensó que los síntomas pasarían en un par de días, pero no fue así: la congestión, y sobre todo el dolor del cuello, donde además sentía un extraño bulto en el costado izquierdo, se hicieron cada vez más insoportables.
Muy preocupado, una vez en Talca fue a hacerse exámenes, que pronto derivaron hacia una biopsia que arrojó malos resultados: el bulto era un melanoma, un tipo de cáncer de piel que se había alojado en el cuello.
Si bien la noticia fue fuerte e inesperada, Max Villar de algún modo sabía que quizás podía ocurrirle algo así: desde niño que tiene grandes lunares en la piel uno de ellos en la nuca; además él era de piel muy blanca y, más encima, casi toda su vida (desde que se enamoró de la montaña a los 10 años, cuando comenzó a recorrer con su papá la zona de Altos de Lircay el Maule, y luego trabajando como guía profesional) había estado súper expuesto a la radiación solar. Es decir, Max Villar tenía todas las condiciones que, según los investigadores del tema, favorecen la aparición de melanomas en el cuerpo. “Entonces ahí me dijeron: Búscate un seguro oncológico lo más pronto posible. Algo que yo no tenía”, recuerda Max con angustia. “Tener cáncer en Chile no es un negocio: es una enfermedad súper cara. Solo en los primeros exámenes ya me había gastado como dos millones de pesos, que era casi lo mismo que había ganado en toda la temporada trabajando como guía. Y la isapre apenas me cubría.
Tenía que hacer algo”. Pero entonces, como no suele ser común en otros pacientes de cáncer en Chile, la buena suerte pareció estar de su lado: el médico que lo vio en Talca le recomendó acudir al Centro Bradford Hill en Santiago. Y una vez ahí, tras ser analizado por médicos especialistas, su caso calificó para recibir tratamiento gratuito de inmunoterapia, como parte de una investigación sobre el cáncer.
“El principal factor de riesgo de los melanomas es la radiación ultravioleta: los rayos ultravioleta dañan el ADN de los melanocitos, que es la célula que produce melanina y que le da el color de piel a la gente. Cuando eso ocurre, se puede desarrollar un tumor”, explica el oncólogo Carlos Rojas, director ejecutivo de Bradford Hill. SALUD. “Un paciente que está en buenas condiciones físicas y se mantenga como deportista es más fácil que conserve su calidad de vida indemne”, asegura el oncólogo Carlos Rojas.
Según el doctor Rojas, esta es una enfermedad que ha aumentado en los últimos años básicamente por la poca costumbre de la población en cuanto al uso de bloqueador solar, pero también por temas ambientales como la disminución de la capa de ozono. Un problema que, sin los cuidados necesarios, podría afectar en especial a los montañistas, que suelen estar en zonas altas y nevadas, donde la radiación UV es aún mayor.
De hecho, según datos del Departamento de Estadísticas e Información de Salud (DEIS) del Ministerio de Salud, en los últimos años se ha observado un aumento de alrededor del 40 por ciento en las muertes asociadas al cáncer de piel debido a los altos niveles de radiación, que han sido agravados por los efectos del cambio climático. TESTIMONIO.
“Yo quise contar esta historia porque además soy instructor de montaña: el tipo de cáncer que tengo está asociado a la exposición al sol y a otros factores, entonces es una invitación al chequeo y al autocuidado”, dice Max Villar. Aquí, en el Chopicalqui. “Hay lugares del mundo donde el melanoma es más prevalente, por ejemplo Australia”, dice el doctor Rojas. “En Chile es un problema de salud pública, sobre todo porque no es raro que le dé a gente como Max, que es joven y no tiene otras enfermedades. Entre los 25 y 45 años hay un porcentaje importante de pacientes que pueden tener melanomas”, asegura. Sin embargo, así como este tipo de cáncer ha aumentado, en los últimos años también han surgido tratamientos con muy buenos resultados, como el de la inmunoterapia, que es el que está siguiendo Max Villar. “Es un tratamiento con drogas que, básicamente, lo que hace es manipular el sistema inmune. El melanoma es uno de los cánceres más sensibles al control inmunológico, así que esta terapia entrega mayores posibilidades para poder controlar la enfermedad, que hasta hace pocos años era mortal”, explica el doctor Rojas. Hasta ahora, el tratamiento de Max Villar ha sido exitoso: después de seis meses de inmunoterapia, el tumor en el cuello se achicó, igual que las lesiones en el hígado. Las del pulmón desparecieron. “Hoy tengo controlado el cáncer”, dice con alegría Max Villar. “El doctor me había dicho que hiciera mi vida normal, pero yo no quería volver a la montaña sin saber que el medicamento estaba actuando bien.
Así que una vez que los exámenes fueron positivos y me sentí bien, decidí regresar, con todos los cuidados necesarios: usar mucho bloqueador, lentes de sol, gorros y sombreros, poleras de manga larga con filtro UV. Fue rudo, pero mi familia me apoyó y lo pude lograr”. Con la venia médica, el sueño de volver a las altas cumbres de los Andes se hizo realidad para Max Villar.
Ir con suamigo Carlos Bravo lo ayudó a tomar la decisión: si ambos estaban bien y motivados, podrían sentir otra vez la felicidad de subir juntos una montaña, tal como lo habían hecho hace diez años en otros cerros.
“Lo que Max está viviendo es como una gran montaña para él, pero yo sabía que la iba a enfrentar de buena manera y con una actitud que lo iba a mantener fuerte”, cuenta Carlos Bravo, que no escalaba hace tiempo y, tras ver lo que le sucedió a su amigo, dice haber comprendido mejor laimportancia de vivir el presente. “Haber vuelto a Perú se lo debo a él: a veces nos estancamos en cosas sencillas y es bueno salir de la zona de confort.
En cualquier momento nos puede pasar algo que nos cambie la vida”. La decisión de ir al Nevado Chopicalqui, en la cordillera Blanca, al que se accede desde la ciudad de Huaraz, pasó sobre todo porque eran montañas que los habían marcado en un viaje anterior, y hace años tenían pendiente regresar. La idea, además, era volver a escalar sin la presión de llevar clientes, solo por el gusto y la felicidad de hacerlo juntos como cordada.
“Perú también tiene muchos factores a favor, entre ellos su clima favorable: en junio, julio y agosto gozan de estabilidad climática y solcito, mientras que acá en Chile hay mucha lluvia y problemas de acceso, así que siempre es mejor moverse más al norte del continente”, explica Max, quien por más que ahora pudo volver a escalar un logro sorprendente, sobre todo considerando el diagnóstico que le dieron hace solo unos meses, todavía sigue sin poder retomar su trabajo como guía profesional de montaña. De hecho, BALANCE. El tratamiento ha ayudado a que Max siga con su pasión montañera. HITO. Para el equipo, volver a Huaraz y la cordillera Blanca era un sueño pendiente. ha tenido que cancelar todos sus compromisos previos a la enfermedad. El viaje a cordillera Blanca en total duró 20 días, seis de los cuales estuvieron en la montaña misma. Primero subieron el Ulta Chico, una cumbre de 5.350 metros cuyo ascenso implica tránsito glaciar, escalada en hielo y trepar rocas, y luego fueron por el objetivo principal, el Nevado Chopicalqui. El ascenso les tomó cuatro días, con una jornada de cumbre que realizaron el 17 de julio y que duró alrededor de 18 horas, ida y vuelta desde el campamento 1. “Max ha ido evolucionando bien y no ha tenido complicaciones: por algo subió el cerro que subió”, dice el doctor Carlos Rojas.
“Además, un paciente que está en buenas condiciones físicas y se mantenga como deportista es más fácil que conserve su calidad de vida indemne: él ha logrado conservar un rendimiento similar al que tenía antes de enfermar”. Pese a las buenas noticias, Max Villar y sus doctores saben que todavía es pronto para cantar victoria: aún le queda un año y medio de tratamiento.
“Yo quise contar esta historia porque todo es aprendizaje y además porque soy instructor de montaña: el tipo de cáncer que tengo está asociado a la exposición al sol y a otros factores, entonces es una invitación al chequeo y al autocuidado”, dice Max. Y agrega: “Me sentí muy bien subiendo el Chopicalqui y fue como sacar un hámster de la jaula: yo era pura felicidad, con la sonrisa en la cara.
Finalmente, uno hace esto porque le gusta, no es por el ego de conquistar una montaña, sino porque estar ahí te entrega cosas muy bonitas: un amanecer, un atardecer, una noche estrellada, el abrazo a la cordada con la que subiste y con quien lo diste todo física y anímicamente para lograr un objetivo”. D.