Las heridas sin sanar de UN SOBREVIVIENTE DE ANTUCO
Las heridas sin sanar de UN SOBREVIVIENTE DE ANTUCO Le pasa siempre, para estas fechas, que anda más sensible. "Más enojón, de repente reacciono mal", cuenta Carlos Álvarez, sobreviviente de la Tragedia de Antuco, ocurrida el 18 de mayo de 2005.
Hace unos días, su pareja le propuso que vieran la película La sociedad de la nieve y, cuenta, no fue buena idea. "Me dio una crisis y ahí tuvo que estar ella conteniéndome". El frío que ya se asienta en Los Ángeles, Octava Región, donde él vive, tampoco le deja olvidar la época del año, al intensificar sus dolores en manos, brazos y rodillas --estos últimos, según afirma, los más terribles--. "De repente despierto llorando del dolor de piernas, por el frío.
No hemos tenido un tratamiento adecuado". Ahora, tras la muerte del joven Franco Vargas en Putre, Carlos Álvarez, exconscripto de la Compañía Andina, en el Regimiento N 17 de Los Ángeles, revive otra vez sus fantasmas. "Lo de ahora es diferente porque sí se están tomando acciones disciplinarias contra los responsables". Aún así, no cree "que se pague como corresponde". Carlos creció en la villa rural Loncopangue, en la comuna de Quilaco, Región del Biobío. Después, para la educación media, se tuvo que ir a Los Ángeles, donde estudió Electricidad en el Liceo Industrial.
Actualmente tiene un emprendimiento de estampados, vive con su pareja y con uno de sus dos hijos, de ocho años --el mayor, de 15, vive con la madre en Puerto Montt--. Recuerda claramente sus motivaciones para entrar al servicio, al que se inscribió como voluntario: "Mis papás no tenían los medios para pagar una carrera. El servicio lo quise hacer pensando en estudiar algo en el Ejército o seguir una carrera ahí. La mayoría de ese año, 2005, éramos voluntarios. Creo que andábamos buscando una forma de salir de donde vivíamos, del campo, alguna alternativa más accesible". Cumplió 19 años en febrero y el servicio empezó el 4 de abril. Después de las entregas de armas y la primera vuelta a sus casas, a principios de mayo, Carlos emprendió con su compañía, la Andina, una campaña en el Volcán Antuco.
No lo visitaba desde que lo llevaron del colegio, recuerda. "Esa vez fui donde está el volcán, el centro de ski, el refugio de La Cortina, pero más arriba no había llegado". Después de una campaña de dos semanas arriba, se alistaba el regreso a Los Ángeles. "Ahí teníamos de nuevo otro `franco' para ir a nuestras casas". Pero a las 9 de la mañana de aquel 18 de mayo, cuando la compañía Andina se movía de Los Barros hacia La Cortina, ya estaban cayendo los primeros soldados de la compañía de Morteros. Carlos no tuvo noción del tiempo en la jornada, no veía adelante más que blanco.
Solo calcula, supone, que llegaron como a las 6 de la tarde al refugio universitario, donde pasaron la noche. --El número exacto de la compañía de nosotros no lo recuerdo bien, pero sé que fallecieron 45,44 soldados más el sargento. Y de las dos compañías, quedamos 80 sobrevivientes.
De esos 80, hay 17 que pertenecen a las Fuerzas Armadas y dos han fallecido. --¿ La muerte de esos dos últimos compañeros tiene relación con lo que sucedió en Antuco? --Para uno de los compañeros, que era de mi compañía, sí tuvo gran importancia este tema. Él venía ya con una depresión, estaba con estrés, y justo en ese tiempo de sus crisis, falleció el papá. Además empezó a tener problemas de alcoholismo y eso yo creo que ya le terminó por afectar más todavía. El tema del alcoholismo ha sido una constante, dice Carlos, quien como presidente de la Agrupación de Sobrevivientes, ha podido saber de la vida de muchos. Después de Antuco se fue ese mismo año a Santiago para capacitarse en el Instituto Geográfico Militar, tras postular a un curso de fotogrametría. Allí trabajó 16 años. Y dice que no tenía control para el consumo de alcohol. "De repente uno busca la salida más fácil. Yo creo que todos en algún momento hemos tenido problemas con el alcohol, porque lo usamos como... Puede ser para olvidar los momentos o para sentirnos mejor. Como no tuvimos tratamiento psicológico, es complicado.
Hemos tenido que ir aprendiendo a llevar todo con el paso del tiempo no más". Su etapa en el Geográfico Militar terminó en 2021, cuando la soledad y la pandemia revivieron un estrés postraumático, que vino con crisis de pánico. "Me hicieron sumario, en el que salió que era en gran parte por lo de Antuco.
Al final tuve que renunciar, para poder estar más cerca de mi familia --volvió a Los Ángeles-y tener apoyo". Afirma, además, que a pesar de ser parte de la institución todos esos años --como civil--, y de que su estatus de sobreviviente era conocido, nunca lo mandaron al Hospital Militar para algún chequeo psicológico. Afirma Carlos que de los casos más extremos de crisis fue la de un compañero que se mantuvo en el Ejército. "Estaba en servicio activo, debe haber llevado como 10 años. Él estaba en Coyhaique y empezó a nevar. Le vinieron los recuerdos de Antuco, y por eso se metió a una casa, buscando algún tipo de ayuda. Después de eso, le empezaron a hacer sumarios, y al final no pudo continuar, lo dieron de baja y quedó de lado. No tuvo apoyo psicológico para que pudiera superar eso. La institución para él era todo". Al dolor psicoemocional, se le suma el deterioro físico en los sobrevivientes.
Al haberse mojado gran parte de las piernas al cruzar el Estero El Volcán, identificado posteriormente como el punto de no retorno de la campaña hacia la tragedia, Carlos sufrió quemaduras en sus pies, debido al congelamiento. Y la semana entera que siguió a su regreso, tuvo los ojos parchados por queratitis.
Pero eso solo fue el comienzo. "Con el paso de los años, cada vez nos van apareciendo más cosas". Dolores musculares, dolores lumbares, son las dolencias más repetidas. "Hay compañeros que ya están con escoliosis, algunos tenemos leve, otros moderada, otros más grave, pero a todos en cierto modo nos está afectando". ¿En qué consiste la Agrupación de Sobrevivientes? La idea de esta agrupación es buscar ayuda para algún tipo de solución para nuestros problemas, ya sea por parte del Estado o alguna organización que nos pueda ayudar. Asistencias que podamos obtener para todos, no que sea solo para algunos. Además, poder estar en contacto. A su regreso a la Octava Región, Carlos con otros sobrevivientes empezaron de nuevo a tramitar la personalidad jurídica de la entidad, pues existía de antes pero estaba dejada de lado. Mediante la misma, espera comunicar oportunamente cómo se entregará la ayuda que el Gobierno Regional, con el Fosis, aprobó hace pocas semanas, consistente en apoyo psicológico y económico para emprendimientos.
El plan es para 100 personas en total, dice Carlos, entre los que se cuentan los sobrevivientes y personas que hayan vivido accidentes traumáticos. "Ahora estamos viendo el plan de trabajo, para que estas ayudas lleguen. Lo vemos con buenos ojos. Llegó un poco tarde, pero al menos están llegando". ¿Quiere participar de la ayuda psicológica? Me interesa bastante. Son 19 años, y uno necesita empezar a sanar las trancas y todo lo que tenga guardado.
Aquí la forma de trabajo que debiese tener el Fosis o el Gore, para el tema de las ayudas de los emprendedores, es "te ayudo, pero te comprometes con el plan psicológico", para que se interesen de participar de esto. Es complicado que algunos quieran asistir.. En algún momento yo también sentí que no era necesario. Pero cuando empecé con el tema del estrés postraumático, y las crisis que tuve en Santiago, uno ve que sí te hace falta. Y tenemos varios casos de compañeros que han tenido problemas psicológicos, han estado en tratamiento, con pastillas. Sobre el tratamiento de secuelas físicas, Carlos cuenta que ha sido desgastante que las instancias que buscan no funcionan. "Muchos se han hecho exámenes costeados por ellos mismos porque no hemos tenido mayores ayudas.
Los que estaban en Los Ángeles sí se podían atender de vez en cuando por Prais, pero era igual que el sistema público y las horas se demoraban", afirma y agrega: "Siento que el Estado nos ha dejado de lado. No es que nosotros seamos especiales, pero de repente uno sí quiere que te ayuden un poco, porque lo que nosotros pasamos no lo pasa cualquiera". "Nosotros --comenta-siempre ponemos de ejemplo a los mineros. Ellos, cuando pasó lo de la mina, que fue trágico, trabajaban para un privado. Y les dieron ayudas médicas, pensiones, ayudas para vivienda y educación. Y a nosotros, que éramos del Estado, nos dejaron de lado. Siempre los ponemos de ejemplo a ellos, a quienes les abrieron todas las puertas. A nosotros todo lo contrario: nos las cerraron.
Nos cortaron las alas". En cierto modo, dice Carlos, piensa que el Ejército esperó que firmaran la licencia y se olvidaron. "Nos decían `no nos vamos a olvidar de ustedes, siempre van a ser recordados por el Ejército, los vamos a apoyar en todo'. Pero a la hora de los quiubos, como se dice, no llegaron las ayudas médicas". Cuando hace un tiempo murió su compañero, cuenta que en el funeral se hizo presente una comitiva del Ejército. "Dijeron que el Ejército nunca nos había abandonado, que no nos había dejado de lado. Y a los que estábamos ahí nos dieron ganas de decirles que no nos han apoyado. Siento que el Ejército, a la mayoría de nosotros, nos miran como en menos". Se llevó a cabo la primera demanda colectiva, en la que participó una veintena de sobrevivientes.
Carlos fue uno de ellos y considera ahora que no se asesoraron como debían. "Lo que uno recibió fueron como 6 o 7 millones, que con la edad que teníamos, cuando nos llegó la plata, a muchos se les fue de una y no invirtieron, no la aprovecharon nada. Después otros recibieron una indemnización, de unos 15 millones. Y en la última, como 25 millones. En esa demanda eran como cinco sobrevivientes.
Hay varios que, cuando se hicieron esas demandas, eran aún soldados profesionales o estaban en el Ejército, entonces no participaron porque tenían miedo de que los dieran de baja". Afirma además que de los sobrevivientes hay cinco a los que el Estado les dio una pensión de gracia. "En su momento se iba a buscar que fuera para todos, pero solo dieron esas". El Ejército extendió después dos pensiones, dice, a dos sobrevivientes de la Compañía Mortero.
Para Carlos, la muerte del conscripto Franco Vargas, de la Brigada Motorizada N 24 de Huamachuco, el 27 de abril en Putre, tiene bastantes similitudes con lo que les pasó a ellos. "Por lo que he leído y escuchado --afirma--, también es un tema de egos, se podría decir. Porque los que son superiores se creen como dioses y se tiene que hacer lo que ellos dicen. Nosotros, cuando marchamos, perfectamente en algún momento podríamos habernos devuelto. Pero decidieron seguir. Aquí se ha dicho --las versiones hasta este momento-que los soldados andaban con polera, a las 7 de la mañana, en el desierto.
Pensé que habían aprendido de lo que pasó con nosotros, que no pasó a la ligera que no tuviéramos la ropa adecuada para la nieve", dice y comenta: "Espero que los soldados que estuvieron ahí se puedan asesorar bien, porque nosotros no lo hicimos y nadie nos prestó una ayuda que era necesaria en ese momento". Valora las medidas que ha tomado el general Iturriaga, después de que llamara a retiro a los principales mandos militares del norte. Sin embargo, duda que las eventuales responsabilidades penales se asumirán. "Está bien la medida que los den de baja, lo que no pasó con nosotros. En nuestro caso, los enviaron a otras unidades y así los escondieron. Creo que ahora nadie pagará con cárcel.
Y para la familia del soldado no hay consuelo". "Acá --continúa-tuvimos un solo culpable, que fue Patricio Cereceda, a quien le dieron una condena de cinco años y un día, la cumplió en un recinto militar en Peñalolén, donde tenía todo tipo de beneficios, como estar con su familia. ¿Qué tipo de condena es esa? ¿ Quién paga así? Y Cereceda el año pasado, cuando comenzó la guerra entre Ucrania y Rusia, dio unas charlas explicando el conflicto.
O sea, ¿cómo nos sentimos nosotros como sobrevivientes? ¿ Cómo se sienten nuestras familias? Si ven que la persona que fue la responsable de lo que pasó, de 45 personas que fallecieron, está trabajando para el Ejército. Es casi como una burla.
Además, fue el único culpable, y los demás que estuvieron ahí, que no ayudaron, que se arrancaron, ¿no pagaron?". --¿ Qué cree que necesitan, de parte del Estado, los conscriptos que acaban de pasar por esta experiencia? --Lo principal en este momento es que les den ayuda psicológica. Ver a un compañero que se queda... no es algo que vas a superar en un día, una semana o un mes. Necesitas una terapia y también ser constante. Si no, vas a perder la oportunidad de poder sanarte como corresponde. Las heridas sin sanar de UN SOBREVIVIENTE DE ANTUCO GENTILEZA CA RL O S ÁL V AREZ "Siempre ponemos de ejemplo a los mineros. Ellos trabajaban para un privado. Y les dieron ayudas médicas, pensiones, ayudas para vivienda y educación.
Y a nosotros, que éramos del Estado, nos dejaron de lado". GEN TILEZA C ARL O S ÁL V AREZ GENTILEZA C ARL O S ÁL V AREZ A la izquierda, Carlos Álvarez de 19 años cuando era conscripto. Al medio, una foto de los funerales de los muertos en Antuco.
A la derecha, él hoy. "Uno necesita empezar a sanar las trancas y todo lo que tenga guardado". El 18 de mayo se cumplen 19 años de la tragedia de Antuco, en la que murieron 45 soldados tras una marcha forzada en medio de una tormenta de nieve. La muerte de un conscripto en Putre, el 27 de abril pasado, revive el fantasma de una historia que aún tiene secuelas. Carlos Álvarez, presidente de la agrupación de sobrevivientes, habla de estos difíciles años, del abandono que han sentido, y de los dolores físicos y emocionales. Y agrega: "Lo de ahora es diferente porque sí se están tomando acciones disciplinarias contra los responsables". Pero no cree que "se pague como corresponde". POR JOSÉ MARÍA RUY PÉREZ J. JOSÉ MARÍA RUY PÉREZ J..