La patagua del armisticio
La patagua del armisticio "A llá, en los lejanos campos de mi tierra, donde los árboles bajan a lo más profundo de las hondonadas a beber el agua clara, alientan multitud de bellezas y de enseñanzas que se ofrecen a los ojos agradecidos de los perspicaces.
Allí vive un árbol hermoso, que no hiere el hacha de los leñadores y que, por ser el preferido de las aves, va cubierto de nidos, que penden de las ramas como los verdaderos frutos de la patagua. Las pataguas son gigantes de troncos inmensos, que, al penetrar en la tierra, se bifurcan, como las pezuñas heridas de los bueyes.
Pero esos troncos soberbios han sido formados por numerosos vástagos, que fueron aproximándose, estrechándose, penetrando los unos en los otros, hasta hundirse en un solo madero". La imagen leñosa de la endémica Crinodendron patagua es magistralmente retratada por la prosa de Pedro Prado en La Casa Abandonada (1912), y también por los trazos decididos del cuadro "Las Pataguas" (1920), del pintor talquino Juan Agustín Abarca. Ambas obras registran la rudeza y robustez del tronco de este árbol siempre verde, que crece entre las regiones de Valparaíso y Biobío.
Decidida a demostrar su rápida e innata capacidad de emerger "con las patas en el agua", la grisácea corteza estriada de la patagua se desdobla en su ascenso como un tupido ramaje que, entrelazado, se empina hasta alcanzar quince metros, definiendo una copa globosa, densa y brillante. Prado y Abarca omiten, sin embargo, un sutil pero inteligente contraste natural de esta leñosa manifestación de longevidad, identificado por primera vez en 1776 por el abate Molina al denominar científicamente a este árbol.
Si bien su nombre específico es una adaptación de la voz indígena patawa, el genérico Crinodendron deriva de la expresión griega "árbol de flores hermosas", aludiendo a sus pequeñas campanas blancas, "muy parecidas a las azucenas en la forma, en el color, y aún en el olor". Esta descripción sería completada un siglo después por la pintora inglesa Marianne North.
En su cuadro "The Permanent Snows, from Santiago, Chile" (1880), el árbol emerge en primer plano como un cinto bordado enmarcando una impresionante vista del cerro El Plomo, mientras un picaflor evoca la atractiva condición melífera de sus flores.
Esta postal del Chile visto desde la ciudad capital nos podría remitir también a la condición pacificadora del patagual a los pies del cerro Ñielol de Temuco, lugar escogido en 1881 para celebrar el parlamento entre chilenos y mapuches, determinando un nuevo comienzo en la debatida integración de los pueblos originarios a la república.
La patagua del armisticio FRANCISCO JAVIER OLEA Decidida a demostrar su rápida e innata capacidad de emerger "con las patas en el agua", la grisácea corteza estriada de la patagua se desdobla en su ascenso como un tupido ramaje. Romy Hecht Arquitecta e investigadora UC PAISAJES IDEADOS.