La ciencia puede ser humanista: algunos libros recientes
La ciencia puede ser humanista: algunos libros recientes ADN, pero también un homenaje a quienes han dedicado sus vidas a la búsqueda del conocimiento”, leemos en el prólogo.
“Podremos conectarnos no solo con la naturaleza, sino también con las generaciones pasadas y futuras que compartirán este asombroso viaje”. Lo decía Argüello citando a Einstein: de tanto especializarnos llegaremos a entender casi todo sobre casi nada. La ciencia alguna vez fue humanista. Y, por qué no, social. Otra ciencia es posible, o es lo que sugieren ensayos científicos, algunos de divulgación, otros que apelan a la tradición más integral del conocimiento y, entonces, del trato con el mundo. Otra/ciencia, precisamente, se llama la colección en la que la editorial chilena Saposcat viene publicando textos que se alejan de la ciencia como dominio.
Uno de sus títulos es “Pequeño diccio-nario del Antropoceno”, de Yuri Carvajal, médico y doctor en SaludPública, quien comienza su libro con estas palabras: “Un nuevo enciclopedismo debería ser biológicamente animado, geológicamente nutrido y climáticamente vivido”. Ese es el anhelo, aunque, aclara, su contribución es más modesta: “disponer de un vocabulario mínimo para comprender la actualidad geológica de nuestras vidas, el entrelazamiento íntimo de geofísica, biología e historia social en la actual crisis planetaria”. La editorial La Pollera, también chilena, abrió una línea científico-humanista, que tiene en “El hilo de lavida”, del biólogo evolutivo Juan C.
Opazo, sutítulo más reciente: “Este ensayo es una travesía a través de nuestro hilo de la vida la molécula de“Vida artificial”, del matemático y premio nacional de Ciencias Exactas, Eric Goles, publicado porPlaneta, nos lleva desde los griegos hasta la ciencia moderna (Galileo, Newton, Maxwell, Einstein), para contarnos cómo imaginamos el lenguaje que sostiene nuestro mundo.
Es un viaje personal, dice el autor, al corazón de las máquinas, para mostrar que “la vida artificial es posible”; o sea, al parecer, lo de Goles va justo en el sentido contrario de lo que defiende Argüello: la vida sí puede ser construida a partir de programas, no hay alma y el pensamiento es: “Sudor de metales, circuitos y programas”. En estos asuntos no es tanto que la realidad supere a la ficción, como que una y otra se nutren mutuamente.
Así lo plantea Rodrigo QuianQuiroga, físico y neurocientífico, en “Cosas quenunca creerías” (Debate), subtitulado: “De la ciencia ficción a la neurociencia”. Allí nos cuenta cómo los avances neurocientíficos están haciendo realidad losmundos que antes solo existían en las películas y como estas, en una suerte de espiral de la imaginación, han nutrido a la ciencia: “En Inception, un grupo de conspiradores implanta falsas memorias; en Hasta el fin del mundo, un científico alocado llega a leer los sueños; en 2001: Odisea del espacio, una supercomputadora siente y piensa como una persona”, apunta el autor.
“Pero, así como el cine de ciencia ficción suele apoyarse en los últimos avances de la ciencia, la ciencia también se nutre de la prolífica imaginación de los cineastas y, años después, nos encontramos sumergidos en esas realidades”. Si el asunto es no volver a caer en el dogma, parece que no muy científico, de que todo es mensurable y lo que no lo sea no existe, vaya un rescate de editorial Crítica: “La falsamedida del hombre”, del fallecido Stephen Jay Gould, paleontólogo y biólogo evoluti-vo, que muestra los sucesivos intentos y fracasos por cifrar la inteligencia humana, desde la medición de cráneos, pasando por el coeficiente intelectual, hasta estudios sociológicos.
El libro, explica el autor, trata sobre ese argumento que dice que “la inteligencia puede abstraerse sin perder sentido en forma de cifra única capaz de clasificar a todas las personas en una escala lineal de capacidades intelectuales intrínsecas e inalterables”, lo que “encarna el error filosófico más profundo (y más común), con el impacto social más fundamental y de más largo alcance”..